El Segundo Libro de Macabeos empieza con una carta que
los judíos de Palestina escriben a los judíos que están en Egipto. El comentario
de la Biblia Latinoamericana sobre estas primeras palabras asegura: “Esta parte
de la primera carta podría servir para los votos de ‘Feliz Año’”.
Así que, he aquí los votos que quiero compartir con
ustedes. Estoy consciente de lo pequeño e insignificante que es este gesto. Mis
palabras, aun aquellas que tomo prestadas de personas mucho más dignas, no
significan nada, no me hacen mejor persona y no trasforman absolutamente nada. Los
daños que he hecho no dejarán de existir y el daño que me han hecho no dejará
de doler. El vacío persiste y la esperanza, lo confieso, no tiene eco en mi
voz.
Pero las palabras que hoy les comparto sí tienen eco
en la Voz de Dios, y he decidido creer que, si bien yo no puedo pronunciarlas
dignamente, las he de pronunciar en el refugio de mi consciencia, para ayudarla
a despertar y esforzase en cambiar lo que pueda, antes que en nadie, en mí.
Y se las entrego para que, si así lo desean, me acompañen
y las pronuncien también en la soledad de su consciencia, y eleven con su voz
la voluntad de alcanzar los buenos, verdaderos y bellos deseos que ellas
contienen. Y quizá, de voluntad en voluntad, logremos todos ser uno,
comprendamos que fallamos todos, no sólo nos fallan a nosotros, y estemos
dispuestos a perdonarnos y perdonar al otro. Así sea.
Te amo.
El caminante sobre el mar de nubes, de Caspar David Friedrich |