sábado, 28 de septiembre de 2019

La fama vacía

Photo by Daniel Sandvik on Unsplash
“José, hijo de Zacarías, y Azarías, jefe del ejército, se informaron de todo lo que habían hecho Judas y Jonatán en el territorio de Galaad y su hermano Simón que sitiaba Tolemaida en Galilea, de sus actos de heroísmo y de sus combates. Entonces dijeron: 'Hagámosnos célebres también nosotros, vayamos a atacar a los paganos que nos rodean'." 1 Mac 5, 55 a 57 

El resultado de su búsqueda de fama fue la muerte. Perdieron la batalla que buscaron, se dieron a la fuga, los persiguieron y ejecutaron.

“Fue una gran derrota para el pueblo, y esto, por no haber escuchado a Judas y a sus hermanos. Quisieron dársela de valientes, pero no eran de esos hombres a los que se les concedió salva a Israel.” 1 Mac 5, 61

Hoy en día, nuestra sociedad pierde mucho precisamente porque un gran peso de nuestras motivaciones tiene que ver con la fama, el dinero, el puesto social que ocupamos. ¿Queremos ser grandes, reconocidos, amados? Sigamos a los grandes, a los reconocidos y a los amados. Gente como Judas Macabeos, como Jesús, como la Madre Teresa de Calcula, Don Bosco, Martin Luther King Jr., Gandhi, Bill Gates, o alguien más cercano, un maestro o una maestra de la primaria que nos enseñó el valor de aprender, o un amigo que siempre está ahí cuando lo necesitas.

Ellos son los grandes, no porque sean famosos sino porque vivieron y trabajaron para un propósito de servicio, de justicia, de amor, de entrega.

Todo esfuerzo que no incluya estos fines, no dará fruto. Incluso si se llega a ser famoso o a tener dinero, será fama vacía y dinero gastado, no invertido.

Señor nuestro, que nuestros esfuerzos busquen tus fines, y que, si hemos de justificar nuestros actos, sea a través de tu Palabra y tu Verdad. Te lo pedimos en nombre de Jesucristo, ejemplo de vida, de sacrificio y entrega desmedida, primer ejemplo a seguir, único camino de salvación, y completa ternura. 

Te Amo. 

lunes, 16 de septiembre de 2019

Háblame




En una ocasión le pedí a Jesús, en oración, que nunca fuera a hablarme. Quiero decir, que nunca fuera a escuchar, literalmente escuchar, una voz. Eso me llevaría inevitablemente a ir al psiquiatra y confesarle que escucho voces. Eso da miedo, ¿No? 

Hoy, sinceramente, quiero escuchar su voz. Literalmente escucharle. Quiero escuchar porque me siento muy lejos, muy, muy, muy lejos del mundo y de Él. Sé que no lo estoy, pero así me siento. Así que hoy le he pedido que abra sus labios y me hable porque desear y buscar una reacción de acercamiento de parte de su iglesia, de mi iglesia, no ha sido productivo.

Estoy perdiendo mi religión. No implica que he dejado de creer en Dios. Implica que he aceptado que Dios, el SER, es mucho más que una iglesia y que seguir a Cristo no implica seguir reglas, preceptos, dogmas o convicciones, sino buscar la humanidad incluso en los posesos. Creen en Dios significa que creo en mi propio valor como hija y en el valor de otros que, como yo, sufren la indiferencia del sistema de valores que nos hemos convencido rigen el mundo, pero no hablan del ser ni son capaces de buscar, ya no digamos encontrar, la mejor manera de ayudarle. Un mundo inflexible que siempre te juzgará por levantar la voz, pero tan ruidoso y escandaloso como lo es el silencio en que nos sumerge con tal de no reconocer su papel en la tragedia humana de la desvalorización.

Hoy quiero escuchar voces.

Háblame.
Permite que la brisa de un susurro
llegue a mis sentidos,
que el escalofrío de tu voz
sacuda mis entrañas
y que el aliento de tu ánimo
toque mi rostro.

Háblame.
Porque el silencio es soledad
y la soledad es insoportable.
Porque hay tanto ruido en mi alma
que necesito una voz
capaz de guiarme hacia la quietud.
Porque todos necesitamos
escuchar un “te amo tal y como eres”,
y yo soy como todos.

Así que háblame.
Detente a escuchar, no los gritos del enojo
-debería decir la autodefensa hacia la indiferencia,
pero aún eres incapaz de reconocer tu parte
y asumir tu poder-
sino la desesperación por existir.

Háblame.
Porque la existencia se confirma
en la interacción de la palabra.
Porque es a través de la palabra
que creamos el mundo
y damos sentido al ser.
Y yo necesito darle sentido a este mundo
tan incapaz de escuchar
y tan indispuesto a responder.
Como tú.

Por favor, háblame.


Empieza tú

Photo by Mitch Lensink on Unsplash

“Y él (Judas Macebeos) fue el primero en franquear el torrente y marchar contra el enemigo, siendo seguido por todo el pueblo.” 1 Mac 5, 43ª

¿Quieres cambiar el mundo? Empieza tú. No sé si alguien te va a seguir, pero sí sé que nadie lo hará si no tienes camino recorrido, si no vas al frente y menos aún si pretendes ser jefe y no líder. Hay quienes esperan a tener el puesto, a ser felices, a estar bien, a tener los medios, a que haya alguien a su lado, pero la realidad es que nadie lo hará si tú no lo haces primero. Y lo tienes que hacer antes de tener el puesto, de ser feliz, de estar bien, de tener los medios y de que haya alguien a tu lado.

Infinita Bondad, Dios nuestro, te pedimos nos brindes el deseo ardiente de iniciar la marcha y seguir pase lo que pase. Permítenos abrir camino y no aceptes que pongamos como pretexto nuestras limitantes ni nuestra soledad: Tú eres nuestro primero apoyo y nuestra primera compañía. Gracias, gracias, gracias. Te amo. 

domingo, 8 de septiembre de 2019

¿Qué podemos hacer?


Photo by Blake Cheek on Unsplash

“Al saber eso ( que los judíos de Galilea están en peligro pues los quieren hacer desaparecer), Judas (Macabeo) y el pueblo convocaron a una gran asamblea: ¿Qué se puede hacer por esos hermanos que están en problemas y que tienen que luchar por su vida? Judas dijo a su hermano Simón: «Escoge a algunos hombres y ve a salvar a los hermanos que están en Galilea.” 1 Macabeos 5, 16-17

“¿Qué se puede hacer por esos hermanos que están en problemas?” He aquí una pregunta que siempre, siempre, siempre deberíamos hacernos antes de querer solucionarle la vida a alguien, o quitárnoslo de en medio y lavar nuestra consciencia con una limosna rápida y sin sentido. Es, además, una pregunta que debemos responder con total honestidad, porque la verdad nos hace libres. Las mentiras, por piadosas que sean, son ataduras que impiden avanzar, tanto a quienes necesitan de nosotros, como a nosotros que necesitamos, lo sepamos o no, de nuestros hermanos también.  

He pensado mucho en esta pregunta: ¿qué se puede hacer por esos hermanos que están en problemas? Y te pido hoy que lo pienses también. No ayudes sin haberlo pensado. No prometas sin haberlo analizado y estar muy consciente de qué, sí puedes y qué no puedes hacer. Ofrece tu ayuda no sólo en especie, a veces lo que se necesita es la presencia, la escucha, el tomar la mano de alguien. A veces la ayuda es trabajo y si no estás dispuesto a trabajar, no la ofrezcas. No des falsas esperanzas. Y nunca, nunca, nunca te laves las manos con unas monedas. Si has de dar dinero, que sea una cantidad definida y a una causa concreta. Las monedas al “ahí se van”, no van a ningún lado.

Y sobre todas las cosas, habla claro, porque si hay algo que todos podemos hacer es ofrecerle al otro la “verdad”, y la verdad nos hace libres de buscar ayuda en otro lado.

Dios nuestro, que nuestra voluntad de ayudar siempre se acompañe de la reflexión para que toda ayuda sea más efectiva y no una onda superficial en un mar de problemas que se disipa y no tiene efecto alguno. Bendice nuestros esfuerzos y bendice aún más a aquellas personas a las que los dirigimos. Te lo pedimos en nombre de tu hijo Jesucristo, quien supo tomarse el tiempo para iniciar su misión y una vez iniciada, verla a término. Te amo.