lunes, 16 de septiembre de 2019

Háblame




En una ocasión le pedí a Jesús, en oración, que nunca fuera a hablarme. Quiero decir, que nunca fuera a escuchar, literalmente escuchar, una voz. Eso me llevaría inevitablemente a ir al psiquiatra y confesarle que escucho voces. Eso da miedo, ¿No? 

Hoy, sinceramente, quiero escuchar su voz. Literalmente escucharle. Quiero escuchar porque me siento muy lejos, muy, muy, muy lejos del mundo y de Él. Sé que no lo estoy, pero así me siento. Así que hoy le he pedido que abra sus labios y me hable porque desear y buscar una reacción de acercamiento de parte de su iglesia, de mi iglesia, no ha sido productivo.

Estoy perdiendo mi religión. No implica que he dejado de creer en Dios. Implica que he aceptado que Dios, el SER, es mucho más que una iglesia y que seguir a Cristo no implica seguir reglas, preceptos, dogmas o convicciones, sino buscar la humanidad incluso en los posesos. Creen en Dios significa que creo en mi propio valor como hija y en el valor de otros que, como yo, sufren la indiferencia del sistema de valores que nos hemos convencido rigen el mundo, pero no hablan del ser ni son capaces de buscar, ya no digamos encontrar, la mejor manera de ayudarle. Un mundo inflexible que siempre te juzgará por levantar la voz, pero tan ruidoso y escandaloso como lo es el silencio en que nos sumerge con tal de no reconocer su papel en la tragedia humana de la desvalorización.

Hoy quiero escuchar voces.

Háblame.
Permite que la brisa de un susurro
llegue a mis sentidos,
que el escalofrío de tu voz
sacuda mis entrañas
y que el aliento de tu ánimo
toque mi rostro.

Háblame.
Porque el silencio es soledad
y la soledad es insoportable.
Porque hay tanto ruido en mi alma
que necesito una voz
capaz de guiarme hacia la quietud.
Porque todos necesitamos
escuchar un “te amo tal y como eres”,
y yo soy como todos.

Así que háblame.
Detente a escuchar, no los gritos del enojo
-debería decir la autodefensa hacia la indiferencia,
pero aún eres incapaz de reconocer tu parte
y asumir tu poder-
sino la desesperación por existir.

Háblame.
Porque la existencia se confirma
en la interacción de la palabra.
Porque es a través de la palabra
que creamos el mundo
y damos sentido al ser.
Y yo necesito darle sentido a este mundo
tan incapaz de escuchar
y tan indispuesto a responder.
Como tú.

Por favor, háblame.


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