viernes, 30 de noviembre de 2018

Dale sentido a la labor diaria



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“Hoy la atmósfera es muy pesada. Amenaza lluvia. Con tanta frecuencia nos domina la trágica sensación del sinsentido de nuestra vida -paciencia, paciencia, y la sola palabra significa sufrimiento. Resistencia, perseverancia, sacramento del momento presente, el sacramento del deber. Uno debe seguir reasegurándose a uno mismo en estás cosas. Y repetir actos de fe. ‘Señor, yo creo, ayúdame Tú en mi incredulidad.’” Dorothy Day

Leer esta cita, elegida tiempo atrás, me hace darme cuenta de lo bien que me encuentro hoy. Hoy no estoy dominada por “la trágica sensación del sinsentido”, eso es muy bueno. Todo lo demás ahí sigue: el trabajo que siempre es mucho y una ligera tristeza, que hoy sabe más a melancolía que a dolor. Extraño mi labor pastoral, pero me hace bien saber que soy capaz de negarme a aceptar migajas ni tratos indignos. Estar en donde no somos escuchados ni considerados es vivir en la verdadera pobreza. Y puedo imaginar a Jesús decirme: estoy orgulloso de ti. Has hecho un buen trabajo en esto de salir a flote. ¿Qué te parece si empezamos a caminar ya más en forma? 

- ¿Caminar? ¿Sobre el agua, quieres decir?   
  
- Pues, mira a tu alrededor: el hogar aún necesita mucha atención, el trabajo de la escuela se acumula, el sueño sigue sin regularse, la alimentación empieza a perder relevancia ante la presión de lo inmediato y las prisas, el cansancio sigue siendo tu abrigo y hay días que pesan y no te permiten mover. Salir a flote no basta. Quiero más para ti.  


Mi Bien, mi Amor, ayuda a mi incredulidad y dale sentido a la labor diaria. Dame alegría para disfrutar de las sonrisas de mi hija y mis alumnos, y dame la capacidad de enfocarme para sacar adelante todo el trabajo que es mucho y pesado. Dime en cada momento del día que estás aquí, en mi vientre, en mi corazón y en mi alma. Enamórame, conquístame, domina mi sentir con tu presencia. Y hazme caminar sobre las aguas de mis ánimos, angustias y tristezas, todo para tu gloria y en tu nombre. Y permite que todo esfuerzo sea oración y toda oración aligere el esfuerzo. Así sea siempre. Amén.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Yo, por ti, ¡lucharé!

Algunos personas de Undertale. Canción: I'll fight! (link al final)
“Esta mañana el único destello de consolación que tuve fue que cuando Dios manda todos estos problemas y sufrimientos a las familias, él está enviando justo lo que necesitan, para podarlas, de modo que den fruto. Si no creyera eso, estaría en verdad triste. Cuánto debe amarte para intencionar de este modo el enviarte lo que necesitas, espiritualmente. Si todo marchara bien y suavemente, sería en verdad peligroso.”  Dorothy Day

Mi hija bajó una nueva lista de canciones para traer en el auto. Ayer la puso y mientras regresábamos a casa la escuchamos. De repente, al iniciar una canción me dijo, esta canción es para ti. "I'll fight!" ¡Yo lucharé!

La canción habla de todo lo que solemos desear para alguien a quien amamos: que tenga logros, que no se pierda, que vuele alto, que Dios conceda todo lo bueno que esa persona desea, que no decaiga, que no sufra, que no llore ni siquiera en días lluviosos, en fin, manifiesta el deseo de que nada malo suceda a quien se ama, y que reciba sólo bendiciones, pero, dice la canción: “si alguna vez caes directamente al fondo y ya no logras regresar a donde habías empezado, en cualquier lugar y en cualquier momento, yo estaré ahí para ayudarte a cargar el peso, y debes saber que yo, por ti, ¡lucharé!”

Me sentí muy emocionada y bendecida. Más tarde me di el tiempo de ver el video de donde lo sacó, y está repleto de imágenes de personajes de “Undertale”, un video juego que le gusta mucho y no porque lo juegue -ni siquiera lo tiene-, sino por los musicales que se han creado en torno a él, y las historias de sus personajes. Historias de enfrentar temores y de descubrir que todo eso que muchas veces nos señalan como nuestros defectos, son en realidad, lo que nos hace únicos, necesarios y valiosos. 

Mi hija es la bendición más grande de mi vida. La amo profundamente y me ha enseñado mucho. Tiene razón Dorothy Day cuando dice: “Cuánto debe amarte para intencionar de este modo lo que necesitas.” Yo necesito a mi hija: Alguien que me obligué a salir de mí, para estar con ella. Y como ella, luchar por el bien de ambas. 

Gracias mi Bien por darme esta vulnerabilidad que a ratos me impide ser más fuerte. Con todo y que no me gusto así, rota, debo aceptar que es lo mejor. Hacer frente a los temores, hablar con la verdad, atreverme a ver la extensión del daño hecho y recibido, permitirme existir en Ti, todo eso es preferible a vivir una vida llena de hermosas mentiras y falsas seguridades. 

Alimenta nuestro valor siendo valiente con nosotros. Recuérdanos a cada momento que nos amas y sopla tu vida en nosotros, para que a fuerza de respirar encontremos el deseo y la alegría de descubrirte en cada detalle de nuestra vida. Gracias mi Bien, mi Dulce Bien. Mi Bendición y Consuelo. Gracias. 




miércoles, 28 de noviembre de 2018

Te ruego que te detengas




"Al levantar los ojos, Abraham vio a tres hombres que estaban parados a poca distancia. En cuanto los vio, corrió hacia ellos y se postró en tierra, diciendo: Señor mío, si me haces el favor, te ruego que no pases al lado de tu servidor sin detenerte." Génesis 18, 2-3. 

Abraham vio a tres hombres en la distancia, pero no vio a tres hombres, vio a Dios. ¿Por qué? Porque Abraham levantó los ojos, es decir, vio por encima de esos hombres, vio la oportunidad de servir. Es importante tener cuidado porque a veces, cuando vemos “por encima” de los demás, y decimos ver a Dios en nuestros hermanos, en realidad levantamos la mirada, pero no la de nuestro espíritu sino la de nuestro ego. Esto sucede cuando creemos que servir nos engrandece. Por eso, lo que hizo Abraham es tan significativo: corrió hacia ellos y se postró en tierra. Sirvió con humildad. 

Tener verdadera humildad al servir no es fácil. Requiere, ver más allá de lo evidente (“por encima de lo inmediato”) y al mismo tiempo pensar, ¿cómo puedo servir, verdaderamente servir, al otro? No implica buscar el beneficio: ¿Qué quiero recibir? ¿Gratitud, reconocimiento, lealtad, amistad, tolerancia, qué? Implica preguntarnos: ¿Qué necesita el otro? Tampoco implica decidir por el otro lo que necesita, sino verdaderamente colocarnos en sus zapatos y pedirles que se detengan y compartan contigo lo que necesitan. 

Abraham dijo: “te ruego que no pases al lado de tu servidor sin detenerte”. Yo te lo ruego también: no pases a mi lado sin detenerte y decirme ¿qué necesitas? No pases a lado de nadie ofreciendo una ayuda que nadie requiere. Si piensas que sabes mejor que el otro lo que necesita, no lo haces por él, lo haces por ti. Ten cuidado, nadie es tan pobre como para ser incapaz de tener conciencia de sí mismo. Dale crédito, y si has de ayudarle en algo, ayúdale a tomar consciencia de ese crédito que tiene y esa capacidad suya para conocerse y valorarse. 

Mi Bien, mi dulce Bien, permite a mis ojos reconocerte en mi mente, en mi alma y en mi cuerpo, de forma que pueda reconocerte en la mente, alma y cuerpo de los demás. Permíteme correr a tu lado y ofrecerte todo cuánto tengo. Detén tu andar y quédate conmigo, con nosotros, para siempre. Honra nuestra mesa con tu presencia y que la buena noticia que nos traes sea motivo de alegría y esperanza. Así sea en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


martes, 27 de noviembre de 2018

Aquel que ve me


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"Agar invocó a Yavé que le hablaba, dándole este nombre: 'Tú eres El-Roi.' Porque pensó: 'No hay duda que he visto a Aquel que me ve.'" Gn 16, 13

Agar era la esclava que Sara entregó a Abraham para que le diera el hijo que ella no había podido darle. El texto nos dice que Agar despreció a Sara una vez que se vio embarazada. Sara se molestó, Abraham le dijo que era su esclava, así que podía hacer con ella lo que quisiera, y empezó a maltratarla al grado que Agar prefirió huir.  ¿Alguna vez te han maltratado al grado que prefieras renunciar a seguir con esa situación? 

Claro que el desierto no es lugar para una mujer embarazada. Dios lo sabe bien y mandó a su Ángel a buscar a Agar. Le dijo que regresara y que se pusiera al servicio de su señora con humildad. Pero Agar no habría podido regresar si no fuera porque Dios la vio. Ser vista es ser reconocida. Dios reconoció su entrega y su dolor. No sabremos nunca si Agar realmente fue altanera o si simplemente Sara se sintió amenazada por la presencia de una mujer que sí le daría un hijo a su marido. Lo que sí es claro es que Agar fue vista por Dios, y Sara no. Agar fue rescatada por Dios. Ella le invocó y vio sus ojos verla: “He visto a Aquel que me ve.” Después de esa experiencia de Dios, Agar pudo volver. Dios es el motivo más grande para volver a intentarlo todo.  Sus ojos en los tuyos, eso es bendición.

Llegaría el día en que Sara también sería bendecida por Dios con un hijo, pero la respuesta de Sara no fue la de quien es vista, es decir, no fue de gratitud. A Sara aquello le dio risa. “Sí, cómo no”, pensó. Y cuando le preguntaron que por qué se reía, lo negó. (Gn 18, 9-15)  

No, Sara no fue vista por Dios porque ella no pudo ver a Dios en su vida. Veamos a Dios en nuestra vida siempre. Veamos lo valiosos que somos ante sus ojos. 

Mi Amor, mi dulce Señor, que siempre tengamos ojos para ver las bendiciones que recibimos y nos hablan de tu presencia en nuestra vida. Gracias por vernos, por hacernos saber que estás aquí, con nosotros. Sigue posando tus ojos en nuestro ser y limpia con tu mirada nuestros ojos, para que logremos vernos con el mismo amor y la ternura con que Tú nos ves. Gracias.