domingo, 25 de noviembre de 2018

Ruido



Ha habido mucho ruido en mi interior estos últimos días. No estoy mal (he estado mucho peor), pero no estoy al cien. A ratos relámpagos de rabia me invaden y me sacuden con el deseo de matar. Tanquilos, no es literal. No voy a matar a nadie. Estos relámpagos surgen ante ideas que invaden mis pensamientos. Yo les llamo "mis voces", aunque no me gusta decirlo así frente a otras personas porque cuando dices eso la gente piensa que escuchas voces, y no...  No es mi caso. Aunque si lo fuera, supongo que tampoco las llamaría voces porque entonces me condenarían de manera todavía más total y absoluta en el estigma de la "locura", y... bueno, eso implicaría perder toda libertad, pues seguro terminaría recluida en un hospital. No debería de ser así, no con todo lo que hoy se puede lograr cuando verdaderamente hay voluntad de parte de todos los involucrados. Lamentablemente, lo es.

Estas voces mías son mi propia voz, es un diálogo interno que invade mi mente y ánimo. Y si piensas que lo único que tengo que hacer es dejar de escucharlo, y enfocarme en cosas más "positivas", entonces no sabes lo complicado que es, pero sí te será muy fácil juzgarme. ¿Algunas vez has luchado contra un mosquito que insiste en zumbarte en el oído mientras intentas dormir? Terminas por prender la luz y buscarlo, y no logras encontrarlo y si lo encuentras, no logras matarlo. Cansado te vuelves a meter a la cama y a pesar de que te cubres, lo escuchas y escuchas y escuchas. No siempre es tan fácil como hacer oídos sordos. 

¿Qué me dicen mis voces? "Nadie te quiere", "a nadie le importas", "nunca lograrás nada", "tarde o temprano abres la boca y dices lo que nadie quiere escuchar y eso te condena a la soledad"; "no vales ni el piso que tocas"; "de qué te sirve todo tu talento, tu capacidad, tu entrega, basta con que tengas una sola crisis para que todo se vaya al carajo"; "no vales nada", "¿a qué vas a misa? Recibes la comunión, como si eso te incluyera en algo, pero ni un saludo se te da"; "deja de engañarte, a nadie le importa"... 

En fin, son mentiras y las reconozco como tales, pero tengo tantos deseos de matar a esas voces, a ese mosquito latoso que no deja de zumbarme en el ánimo. 

Y luego miro a mi alrededor y es muy difícil no creerle: ¿Quién está contigo? ¿Quién te acompaña a misa? ¿Quién te saluda? ¿Quién te escucha? ¿Quién te visita? ¿Quién valoró todo lo que habías logrado hacer en años? Bastó un mal momento para que te condenaran a ser excluida de todo. ¿Quién te creyó? ¿Quién valora tu lucha? Todos te lo han dicho: "el problema eres tú".

Bueno, las evidencias no siempre hablan por sí mismas. Sobre todo cuando hay evidencias que no se tiene la capacidad de ver. Ni ellos pueden ver el esfuerzo real y total que hago, ni yo puedo creer que les importa cuando simplemente la solución es ignorarme. 

No voy a lograr matar ese mosquito, eso lo tengo ya claro. Tampoco voy a lograr que quienes me rodean lo comprendan, eso también quedó ya bien establecido. Para ellos: el problema soy yo. Para mí, el problema es que no quieren ayudarme como necesito ser ayudada. Y para ayudarme no necesito que me eliminen y me dejen de lado para que "se me pase" -como si fuera una gripa contagiosa.  

Pero para Dios... ¿Qué puede decirme Dios? 

Como he tenido mucho ruido mental, y ya empecé a leer el primer libro de Crónicas, lo que me ha llevado hasta el capítulo 8 con listas interminables de nombres y nombres del linaje de Israel, voy a aprovechar este momento para regresar al origen de mis oraciones diarias. Eran momentos más simples: Una cita, una oración. Así de fácil. No había aún tanto dolor. Regresemos a ese origen y al Blog original: Caminar por Babel. Que Babel no es una torre única, sino una diversidad extendida por toda la tierra, lo que implica que simbólicamente está extendida por todo mi ser. Y caminar por este mundo implica mucho más que un único momento y una única verdad. No hay necesidad de separar mis oraciones diarias del resto de lo que escribo, escribí y escribiré. Empecemos a integrar, integrándonos.

Les comparto la primera oración que guardé cuando inicié mis oraciones diarias de citas de la Biblia. No son las primeras, primeras... han existido por mucho tiempo pero no las compartía y no siempre las guardé. Empecé a compartirlas para existir, porque empecé a sentir que ya no existía. Empecé a compartirlas para decirles que los amo y necesito. Para decirles que hay mucho más en mí que un trastorno mental o un mal momento. Que sus saludos y su consideración son importantes. Que no me tengan miedo ni le tengan miedo a las personas que están en una situación semejante a la mía. Somos muy capaces, muy inteligentes y muy humanos. No nos ignoren ni nos eliminen. Algo podemos hacer. Siempre hay algo que podemos hacer. Ayúdenos a encontrarlo.

En mi trabajo, gracias a Dios, me vi apoyada como nunca lo había sido. Llegó el día en que le tuve que decir a dos de las coordinadoras los que sucedía: estoy pasando por una crisis de ansiedad. La respuesta fue: "¿Qué necesitas? ¿Cómo te apoyamos?" Sólo sepan que a veces estaré un poco lenta, pero cumpliré. Y así fue, así ha sido.

Trabajo con niños y adolescentes, y soy una muy buena maestra. Quizá no la mejor, pero soy buena precisamente porque mucho de lo que he sufrido me lleva a comprender no sólo el lado académico de mis alumnos, sino el emocional y humano. Sé ayudarlos porque busco motivarlos -yo sí tomo encuentra las necesidades de Maslow, y muchas otras teorías psicológicas y docentes. Los amo y aún el más latoso, el más complicado, el que me hace caras y no atiende, tiene un lugar importante, es reconocido como necesario y valioso, y mi trabajo es ayudarlo a él y al grupo en su totalidad a tomar consciencia de que necesitamos ayudarnos todos. Yo soy una maestra que no lo sabe todo y comete errores, y no tengo problema alguno en reconocerlo. En mi salón todos tenemos derecho a equivocarnos y todos tenemos la responsabilidad de aprender de nuestros errores y los de los demás. 

Mi trabajo ha sido mi refugio, mi modo de lograr estar en el mundo, y soy muy afortunada de que mis jefas hayan sabido reconocer en mí, no mis defectos, sino todo el trabajo realizado hasta entonces. Di lo mejor de mí y sigo dándolo. Eso no disminuye las voces ni las anula. Pero sí me da elementos para combatirlas: no importa lo que digan, quizá no soy valorada en todos lados, pero tengo valor y lo demuestro. Y hay quienes sí me dice: gracias por tu esfuerzo y tu entrega. Y tengo alumnos que al terminar una clase y despedirme con un "los amo", me abrazan o me dicen: "We love you too". (También te amamos.)

Nadie es perfecto, nadie... pero todos somos amados. Puede que el amor no sea evidente y que nunca recibas un "te amo" de quienes necesitas que llegue: tu familia, quienes considerabas tus amigos, o tu Iglesia. Pero eres amado. Te aseguro que eres amado. 

Les dejo la primera oración que tengo guardada. Al leerla me di cuenta de que puedo recurrir a mi pasado para encontrar pruebas de mi valor. Lo que digan una o dos personas sobre mí, tengan el puesto que tengan, no significa nada a lado de todo lo que Dios me ha dado, me ha ayudado y me ha demostrado. Busca pruebas de tu valor en ti, en Dios y en quienes sí te aman y valoran. Quienes no te aman ni valoran, ni son capaces de ver más allá de lo evidente, ni tienen nada bueno que decir. Y las voces...  bueno, esas sólo son ruido, pero no son tú ni son Dios. Es sólo ruido.
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"Que Yavé nuestro Dios, esté con nosotros, así como estuvo con nuestros padres, que no nos abandone ni nos rechace. Que vuelva nuestros corazones hacia él para que sigamos todos sus caminos y observemos sus mandamientos, las leyes y las ordenanzas que dio a nuestros padres." 1 Reyes 8, 57-58

Señor mi Dios, mi amor y vida, ayúdame a ignorar todo el mal hecho y recibido, no para ahogarlo en la inconsciencia, sino para restarle la fuerza de inercia que me arrastra a pasajes obscuros y solitarios dónde es tan difícil recordar que me amas y sostienes. Acalla mi mente y dame valor para oír tu voz pronunciar mi nombre. Hazme volver a ti, a mi tierra amada y segura. Gracias.



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