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"Agar
invocó a Yavé que le hablaba, dándole este nombre: 'Tú eres El-Roi.' Porque
pensó: 'No hay duda que he visto a Aquel que me ve.'" Gn 16, 13
Agar
era la esclava que Sara entregó a Abraham para que le diera el hijo que ella no
había podido darle. El texto nos dice que Agar despreció a Sara una vez que se
vio embarazada. Sara se molestó, Abraham le dijo que era su esclava, así que podía
hacer con ella lo que quisiera, y empezó a maltratarla al grado que Agar
prefirió huir. ¿Alguna vez te han maltratado
al grado que prefieras renunciar a seguir con esa situación?
Claro
que el desierto no es lugar para una mujer embarazada. Dios lo sabe bien y
mandó a su Ángel a buscar a Agar. Le dijo que regresara y que se pusiera al
servicio de su señora con humildad. Pero Agar no habría podido regresar si no
fuera porque Dios la vio. Ser vista es ser reconocida. Dios reconoció su entrega
y su dolor. No sabremos nunca si Agar realmente fue altanera o si simplemente
Sara se sintió amenazada por la presencia de una mujer que sí le daría un hijo
a su marido. Lo que sí es claro es que Agar fue vista por Dios, y Sara no. Agar
fue rescatada por Dios. Ella le invocó y vio sus ojos verla: “He visto a Aquel
que me ve.” Después de esa experiencia de Dios, Agar pudo volver. Dios es el
motivo más grande para volver a intentarlo todo. Sus ojos en los tuyos, eso es bendición.
Llegaría
el día en que Sara también sería bendecida por Dios con un hijo, pero la
respuesta de Sara no fue la de quien es vista, es decir, no fue de gratitud. A
Sara aquello le dio risa. “Sí, cómo no”, pensó. Y cuando le preguntaron que por
qué se reía, lo negó. (Gn 18, 9-15)
No,
Sara no fue vista por Dios porque ella no pudo ver a Dios en su vida. Veamos a Dios
en nuestra vida siempre. Veamos lo valiosos que somos ante sus ojos.
Mi
Amor, mi dulce Señor, que siempre tengamos ojos para ver las bendiciones que
recibimos y nos hablan de tu presencia en nuestra vida. Gracias por vernos, por
hacernos saber que estás aquí, con nosotros. Sigue posando tus ojos en nuestro
ser y limpia con tu mirada nuestros ojos, para que logremos vernos con el mismo
amor y la ternura con que Tú nos ves. Gracias.
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