lunes, 25 de enero de 2016

Reclama el Reino



“Nunca nadie le muestre su amor,
nadie se apiade de sus huérfanos…
[…] Se olvidó de actuar con amor;
Persiguió al pobre, al desdichado,
al de abatido corazón para matarlo;
amó la maldición, sobre él recaiga,
no quiso bendición: que de él se aleje.”
Salmo 109, 12, 16 y 17.

Señor, Amor, mi Bien,
líbrame de la maldición
de este odio incrustado
cual espada en lo más profundo
de mi alma hecha piedra.

Reclama con ello el reino de mi espíritu
y convierte la inusual frialdad de mi ser
en llameante espada de lucha,
pluma de alabanza y gloria,
y alas de papel
que cual paloma mensajera de amor,
llene los cielos de confianza
y vuele a horizontes de paz.

Así sea.

domingo, 3 de enero de 2016

Tú me encuentras





Me escondo de ti como me escondo de mi reflejo.
Y por más que me escondo tú me encuentras
y vuelvo a buscar mi rostro en el espejo.

Y –debes saberlo bien– yo odio lo que veo,
porque mi rostro me dice cada día
que sigo atada a este mundo que te niega
y al cual no logro responder con tu cordura.   

Ya no quiero intentar salvar esta minúscula distancia que me separa de ti,
como tampoco quiero vivir en el monólogo interno en el que habitas.
Si he de aceptar que no puedo más que amarte para tenerte en mi vida,
que sea en el silencio y en la distancia que has establecido
–no, que han establecido y establecen las normas que dictan las sentencias;
sentencias que no hablan de ti, pues son condena,  
Y condenada ya a una eternidad deseándote,
acepto lo que sea que quieras que yo acepte,
pero que sea… que existas, es imprescindible que tú existas.  

Te necesito en esta timidez que me sofoca y en esta incapacidad de rasgar mis vestiduras
y liberarme de una vez por todas –y en un grito– de todo el dolor que te antecede
y del cual –debo aceptarlo– me salvas una y otra vez con la simple ilusión de tu sonrisa.

Necesito que existas porque sin ti la vida es nada.
Y yo, que soy tan sólo un soplo,
no tengo dirección ni sostén ni entendimiento,
si no es la guía de tu mano quien la brinda.

Así que ilusión o no, confío en tu amor distante
y en el silencio en que nado para hablarte,
ya nunca más de mí y mis vacíos,
eso espero –a veces el aire no me alcanza–
sino de ti y tus deseos,
que he de aprender a interpretar en el silencio
de tus sonrisas de luna y sol
y en esas tus miradas hechas cielo.