viernes, 30 de agosto de 2019

Ser el Judas de Macabeos


Photo by Ina Zhynko on Unsplash


“Judas sabe que hay que actuar sin esperar un milagro o una revelación. Después de la victoria, todos se darán cuenta de que Dios es el que los salvó. Pedir a Dios la paz, el pan, la justicia, sin tratar de eliminar las estructuras opresivas, sería hipocresía.” Comentario de la Biblia Latinoamericana 1 Mac 4, 1-35

Judas es un líder militar que se rebela contra los extranjeros que desean acabar con el pueblo judío. Cuando uno lee sobre Judas en el libro de Macabeos, puedes ver el terror que era capaz de generar entre sus enemigos. No era un dulce, sin duda. Era un guerrero, en toda la extensión de la palabra. Había en él una crudeza y convicción que lo impulsaba a extremos sorprendentes, pero aterrorizantes si no estabas de su lado. Era alguien de admirarse, pero, sinceramente, creo que con cautela. Yo veo en él a un hombre extremo. Y su importancia radica precisamente en que, en ese momento histórico, lo que necesitaba el pueblo judío era un Judas con el valor de tocar esos extremos para no perecer.

Dios mío, dame la capacidad de ser el Judas de Macabeos. El que sabe que más allá de pedir hay que actuar, hay que intentarlo, hay que arriesgarnos. El Judas que ve en la lucha y no en la victoria segura, la verdadera fe. Y aunque a veces esta fuerza en mí me aterrorice, permítela verterse en la entrega y el trabajo, y no en el sometimiento de la derrota de quien ya no quiere intentarlo. Así sea.

lunes, 12 de agosto de 2019

Como el primer día de Alberto Cortez


Ayer vi salir un arcoíris en mi corazón.
Apenas dibujado, apenas presente.
No voy a decir que me llené de alegría.
La realidad es que tuve miedo.
Le temo al arcoíris porque me pide amar.
Me dijo: Confía en tu corazón.
Y yo le respondí: Pues confío en el mío,
pero quién me asegura que puedo confiarlo a otros.

El arcoíris entonces me dijo: Dámelo a mí.
Y sin poder resistir su mirada
tomé mi corazón y se lo di.

Apenas lo tomó en sus manos
y mi corazón se llenó de colores.
Sentí, entonces, el sencillo amor
de “la expectativa de los logros nuevos”.
Ese amor que nos dice: quizá es posible. Quizá.
Y como el primer día, volví a enamorarme del amor.

Les comparto la canción: “Cómo el primer día” de Alberto Cortez.