lunes, 25 de febrero de 2019

Construir un templo extraordinario

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Te confieso que la Biblia para mí siempre había sido un libro que me intimidaba leer. Sobre todo, el Antiguo Testamento ha sido un reto. El Dios que estos textos nos describe puede, en ocasiones, presentarse más como un ser vengativo, celoso, inflexible y castigador. Además, las acciones de nuestros padres más antiguos no siempre han sido lo que hoy consideraríamos nobles, morales ni cristianas. 

Hoy comprendo que no podemos leer la Biblia como un libro de recetas o un instructivo. Que más que buscar la regla necesitamos poner atención a la narración, la cual no busca definir acciones sino describirlas. Y al observarlas debemos hacerlo a partir de la luz de Cristo y del Espíritu Santo, y a través del amor que Jesús nos enseñó es Dios. Necesitamos ser críticos y leer más allá de la línea. Imaginar a Jesús sentado a nuestro lado, haciéndonos preguntas que nos lleven a la reflexión. ¿Qué acciones se acercan a la verdad que Jesús nos enseñó y cuáles no? 

Si no leemos con esta actitud inquisitiva y crítica podremos caer en fórmulas que pretenden medir a todos con el mismo palo, con el inconveniente de que estaremos tan seguros de tener la razón, que el palo con el que medimos a los demás ni siquiera será un reflejo de nuestra propia altura. Y es que se tratará de una altura que siempre será más grande de lo que realmente somos, pero a la que nos igualamos porque creemos tener la razón y a Dios de nuestro lado. 

Así, el Templo y la comunidad que ese templo representa, se convertirá en un campo de batalla en la que hermanos y hermanas lucharán por tener la razón. Pero la razón, la verdad, la belleza, la bondad, pertenecen sólo a Dios. Acercarnos a Dios es más un asunto de amar -incluso cuando se siente imposible- que de tener razón. 

La cita que les comparto hoy es larga. Se trata de Esdras 4, 1 a 5. La narración lo dice todo. A veces, nos queremos mantener dentro de nuestros límites conocidos y no podemos abrir nuestra percepción ni nuestro ser a otros, porque simplemente no son como nosotros. Este rechazo muchas veces provocará que exista el deseo de venganza, la mala intención, el coraje. Así, nos colocamos en el papel de la víctima, pero no comprendemos nuestro actuar y nuestra falta, ni alcanzamos a ver el sufrimiento y la condena que causamos. Buscando nuestra salvación, olvidamos que la salvación es para todos. Nos cegamos a nuestra participación en los deseos de venganza que surgen en los otros y nos ofende el daño que quieren hacernos. 

El Amor es comprensivo. Por ello, necesitamos comprender que el deseo de venganza es siempre una respuesta de dolor. No es una respuesta noble, pero tampoco fue noble provocar el deseo de venganza en el otro. Tampoco es noble rechazar, alejar, señalar, culpar y minimizar lo que otro puede ofrecer. A veces, participamos activamente en el dolor de los demás, y luego escondemos la mano o simplemente no nos damos permiso de ver las cosas de manera diferente, de colocarnos en los zapatos del otro, de comprender el actuar de los demás de manera profunda, de empatizar en la medida de lo posible. Y así, dejamos todo en la superficie de la “simpatía” y ayudamos y nos apoyamos sólo de quienes cumplen con nuestras muy limitadas reglas de acción, ideas, creencias y experiencias de vida. Pero, quien ama a sus semejantes y no a quienes son diferentes, ¿qué hace de extraordinario?

Te dejo la cita y que sea Jesús quien te ayude a reflexionar en ella. Invócalo y pídele que te convierta en cada uno de los actores para que puedas imaginar lo que es caminar en los zapatos de otros, de todos. La cita, por otro lado, no ofrece una respuesta, sólo plantea la problemática. La respuesta nos corresponde a nosotros. Le pido a Dios nos ayude a abrirnos a la existencia de todos nuestros hermanos y hermanas de otras religiones, culturas, personalidades, preferencias, incluso de aquellos cuyas ideas trastornadas nos lastiman, de modo que nuestras acciones se encaminen no la “aceptación superflua”, sino a la verdadera “integración”, que debería ser, en todo caso, la respuesta cristiana: 

Los adversarios de Judá y de Benjamín supieron que los que habían vuelto del cautiverio estaban construyendo un templo a Yavé, Dios de Israel. Fueron pues a ver a Zorobabel y a los jefes de familia y les dijeron: «Vamos a construirlo junto con ustedes pues, al igual que ustedes, invocamos a su Dios y le ofrecemos sacrificios desde la época de Asarjadón, rey de Asiria, quien nos desterró para acá». Zorobabel, Josué y los demás jefes de familia de Israel les respondieron: «¡No tenemos que construir junto con ustedes un Templo para nuestro Dios! ¡Nosotros solos construiremos para Yavé, Dios de Israel, tal como nos lo ordenó Ciro, rey de Persia!»

“La gente del país trató entonces de desanimar al pueblo de Judá y de amenazarlo para impedirle que construyera. Y mientras estuvo Ciro, rey de Persia, y hasta el reinado de Darío, rey de Persia, pagaron a unos consejeros para que hicieran fracasar el proyecto del pueblo de Judá.” Es 4, 1 a 5

Padre-Madre, Jesús, Espíritu de Luz y Verdad, te amo. 

domingo, 17 de febrero de 2019

"Discipline"

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Al regresar a Jerusalén, la reconstrucción del templo dio inicio:

“Muchas personas de edad, sacerdotes y levitas, jefes de familia que habían conocido el primer templo, lloraban abundantemente mientras se ponían ante su vista los cimientos, pero muchos otros dejaban escapar sus alegres exclamaciones. No se podía distinguir entre el ruido de las aclamaciones alegres y el llanto del pueblo; eran tales las aclamaciones que se podían oír desde lejos.” Es 3, 12-13

Hace muchos años escuché por primera vez una pieza musical llamada “Discipline” (Disciplina) de King Crimson, un grupo de Rock Progresivo. Al escucharla tuve una experiencia… Me cuesta mucho trabajo explicarlo. En su momento lo dije así: “tuve un orgasmo musical”.

Pero diferentes personas han tenido reacciones muy diversas ante esa expresión, casi todas muy negativas. Como si decirlo así fuera una ofensa, una cochinada. Como si se hubiese tratado de una pieza musical pornográfica. No sé. Supongo que la palabra “orgasmo” es ofensiva para muchos.

Lo curioso es que hablo de una etapa de mi vida en la que era muy joven y yo nunca había sentido un orgasmo. Sabía lo que se supone que era: un punto máximo de placer. Y yo lo relacionaba con el amor. Amar a alguien, compenetrarte con ese alguien a un grado tan grande que te sientes completamente uno con esa persona, debía ser un placer máximo. El tipo de emoción que te lleva a la alegría y a las lágrimas. Amar a alguien tanto que te sientes morir y al mismo tiempo sientes que la vida te llena por completo. Eso es lo que yo creía es un orgasmo y eso fue lo que, siento, sucedió.

Mi primer orgasmo fue musical, y hoy ya no lo llamo orgasmo. Hoy sé que se trató de una experiencia mística. Por favor, antes de pegar el grito en el cielo, desgarrarse las vestiduras y juzgarme porque: ¿cómo me atrevo a creer que soy tan especial que tuve una experiencia mística?  Antes de hacer todo eso, consideren que la palabra mística es hermana de la palabra misterio. Se le suele relacionar con una experiencia “cercana” con Dios. Y seguramente tú también has tenido esos misteriosos momentos en los que ves un atardecer y te quedas hipnotizado por él, o estás frente al Santísimo y sientes tu corazón crecer. Es un misterio porque experimentas algo más grande de lo que comúnmente te sucede. Para mí implica que Dios se acercó tanto, tanto, tanto que por un momento dejaste de existir sólo tú y alcanzaste a sentirte parte de todo.

Cuando escuché “Discipline” por primera vez, justo en ese instante y mientas las notas tocaban mi alma, sentí que el nudo de emociones que yo era, se aflojaba poco a poco, y que una hermosa y generosa mano tomó el extremo de ese hilo enredado y empezó a desenredar todo ese manojo de emociones que guardaba dentro. Fue un proceso lento pero constante. Todo, por un instante, se acomodó en mi interior y me sentí plena.

Fue como si todas mis preguntas se respondieran con un suspiro. Fue como si miles de triángulos tomarán su lugar y crearán una composición perfecta que parecía extenderse para siempre. Sentí deseos de llorar y reí, y no cabía en mí al terminar de escuchar porque mi ser había sido tocado por algo tan grande y magnífico que sentía que yo había dejado de tener límites y me extendía más allá del aquí y el ahora. Fue un instante eterno llamado Dios. Un instante que vivo para buscar y añoro con toda mi alma.

Más adelante supe que en el CD que tiene esta pieza musical hay otra llamada “Indiscipline” (Indisciplina). A diferencia de Disciplina, Indisciplina sí tiene letra y habla del proceso creativo. De cómo todo proceso creativo irrumpe en una realidad dada. Es un proceso del Yo, sumamente necesario e importante en toda creación.

A mi entender, ambas composiciones son una: la indisciplina del proceso creador del yo, y la disciplina a la que ese proceso creador finalmente nos lleva. Un proceso en el que ya no se trata de lo creado por mí, sino de lo que permito que se crea a través de mí. Es un sometimiento absoluto al amor del otro, que en definitiva me eleva porque me incluye, no me usa. Me ama, no sólo se beneficia de mí. Y al amarme, me incluye y al incluirme, me permite ser, y al permitirme ser, soy y somos. No he dejado de ser para Él, ni Él ha dejado de ser para mí: Somos.

Cuando decimos que Cristo es el novio y la Iglesia la novia, creo que de eso se trata. De amarnos y dejarnos ser, para que siendo seamos juntos.

Construir el Templo de Dios no es hacer un edificio, es hacer comunidades en las que cada individuo tenga la posibilidad de ser exactamente la persona que es, y siendo forme parte de nosotros. Excluir nunca puede ser la respuesta de la Iglesia. Incluir, no es sólo aceptar, es verdaderamente aprender a conocer a esa persona, sus necesidades y la mejor manera de ayudarle a cubrirlas. No estamos aquí sólo para servir ni para que se sirvan de nosotros. Estamos aquí para ser los unos con los otros.

Eso implica que al construir esta comunidad habrá quien llore y habrá quien exclame de alegría. Y todo está bien. Lo importante es que sea incluido y se le permita ser. La indisciplina que esos gritos (de dolor o alegría) pueden implicar, serán el camino hacia el autodescubrimiento y también el camino hacia el descubrimiento de lo que podemos hacer los unos por los otros.

La disciplina llega después. Implicará amar voluntariamente, porque a veces simplemente no se puede amar. Las relaciones humanas son caóticas, pero la voluntad pone orden. Cuando digo orden no hablo de imposición de reglas, hablo de la disciplina de tolerar, estar dispuesto, expresar lo que siento, vivo y soy, y escuchar lo que otros sienten, viven y son; modificar algo en mí para el bien de otro, aprender nuevas posibilidades de relación, cambiar, establecer dinámicas de crecimiento mutuo. En fin, la disciplina no elimina la indisciplina, la integra y aprende a convivir con ella en una armonía comunitaria, de modo que todos podamos existir y nuestra existencia tenga sentido para todos.

Las comunidades están hechas de individuos. De modo que más que luchar en contra del individualismo, necesitamos darle al individuo su justo valor, lugar y significado en nuestra sociedad. El enemigo no es el individuo sino formas trastornadas del individualismo: el narcisismo, el egocentrismo, la sociopatía. Formas que por otro lado son expresiones enfermas de una sociedad enferma, una sociedad demasiado enfocada en darle al individuo un valor de utilidad, de recurso y de objeto. No somos objetos que sirven o dejan de servir. Somos mucho más. Parafraseando a Pablo: “En nuestras debilidades está nuestra fuerza.”

Jesús, gracias por tocar nuestras vidas e incluirnos en la tuya. Gracias por la disciplina de tu entrega. Enséñanos a integrar nuestra indisciplina en la disciplina del Amor. Un Amor movido por la voluntad de participar en el gran concierto que es tu existencia y darle a los demás un lugar en la armonía que Tú Eres. Te amo.







domingo, 10 de febrero de 2019

¡Sea Dios con nosotros y subamos!


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“En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yavé dicha por boca de Jeremías, Yavé movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó comunicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: Yavé, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. ¡Quién de entre ustedes pertenezca a su pueblo, sea su Dios con él y suba!” 2 Cró 36, 22-23

Subir a Jerusalén y edificarle a Dios una Casa. Esa es la misión. ¡Esa sigue siendo la misión! Sólo que Jerusalén y la Casa ya no debemos confundirlo con un lugar en el mundo. Es, lo hemos dicho antes, una Alianza de Amor. Esa confianza plena de que incluso en la prueba, en las dificultades de la vida, en la imposibilidad de estar vivo entre el dolor y la desesperanza, es posible ponernos en manos del Espíritu de Dios.

Unos capítulos antes, al hablar de Ezequías, el segundo libro de Crónicas nos dice: “Ezequías tuvo éxito en todas sus empresas. Sin embargo… Yavé lo abandonó para probarlo y descubrir todo lo que tenía en su corazón.” 2 Cró 32, 30c y 31b


Comprendámoslo completamente. Ese vacío que pudieras llegar a sentir,  no es el abandono de Dios, es Dios en su más total expresión y está construyendo una Casa en tu Corazón, pero necesitará crear espacio, romper esquemas, trastocar sentidos, y eso va a doler mucho y vas a sentir una enorme desesperanza, pero incluso en esa obscuridad total y esa sensación de muerte absoluta, pon tu espíritu en manos de Dios, que es en su Espíritu de fuego, donde se forjará tu carácter.

Escribir una Alianza con Dios es precisamente pasar por ese proceso. Es una Alianza porque sinceramente habrá momentos en que no vas a ver la luz al final del túnel. Y vas a tener que confiar en que existe. No vas a sentir amor, y vas tener que creer que hay quien te ama. No vas a creer que puedas continuar, y vas a tener que continuar. Y lo vas a hacer confiando en que la Alianza te garantiza algo mejor más adelante. La tormenta pasará y la luz de un sol resplandeciente brillará, y un hermoso arcoíris nacerá en el horizonte.

Todo esto que te digo, no es un único momento. Serán muchos momentos. Vivir es morir un poco todos los días. Habrá días de luz y sombras, y noches obscuras y otras con una luna llena que te harán sonreír. Será un camino largo y no será de bajada… habrá que subir, que hacer el esfuerzo.

Esa Alianza, ese Jerusalén, esa Casa existe y habrá momentos en que lo sentirás en su totalidad. Serán momentos breves capaces de sostenerte por siempre. Mantente abierto a esos momentos. ¿Cómo? Aceptando también el dolor, el sufrimiento y el esfuerzo. Hablando con la verdad siempre que puedas, siempre. Será difícil porque te darás cuenta de lo equivocado que has estado, pero podrás corregir. Si hablas con la verdad te ayudarás y ayudarás a otros porque podrás corregir.

Necesitarás perdonar también y para eso la verdad es tu única aliada. Perdonar no es ignorar lo hecho ni lo sufrido, sino construir una nueva relación basada en la verdad. Por eso, perdonar es un proceso. Se perdona 70 veces 7, y si fuera necesario, más. Perdonar es construir la Casa de Dios, es decir, es hablar con la verdad, buscar la verdad, hacer un esfuerzo por vivir en la verdad. Perdonar es la libertad última. Es saber que puedo equivocarme, vivir con las consecuencias de mis actos, y asumir la libertad que tengo de cambiar.

No cierres tus ojos a lo evidente, a las señales de los tiempos, a lo que hay aquí y ahora, y no sólo en tu exterior, sino en el interior. El lugar en el que te encuentras hoy en el mundo es mucho más que el suelo que pisas. Es tu forma de estar, tu ánimo, tus miedos y tus certezas. No le tengas miedo a ese lugar. Sea el que sea, puede transformarse. Confía en Dios y en ti. Dios cree en ti. Cree tú también.

Toma tu hoy y elévalo. ¿Cómo? El hoy es tomar el pasado, proyectar el futuro y actuar en consciencia. Si te niegas a ver la verdad de tu pasado y tus errores, el futuro no será mejor, será el mismo que ayer. Avanzar es iluminar tu vida hoy para darle un mayor sentido al ayer y una mejor posibilidad al mañana.

No pidas milagros nada más. Trabaja por ellos. No esperes a que todo esté mejor. Busca que algo mejore hoy. Eso es todo. No tienes que cambiarlo todo hoy. Mira a tu alrededor y haz algo que pueda mejorar tu vida hoy. Mañana harás lo mismo y día verás todo lo que has logrado.

A veces imagino que cuando digo todas estas cosas debes pensar que te estoy dando consejos, que yo ya estoy del otro lado y que te hablo por experiencia. Pero no. Todo esto es en realidad la estrategia que al escribir estoy elaborando. Te hablo a ti, y tú eres yo. Me animo al animarte, y me digo todo esto al decírtelo. Es una apuesta, es mi confianza puesta en Dios. Es un plan, un posible mapa que marca el camino de regreso a la Jerusalén de nuestros padres, donde habremos de habitar todos en una Alianza de Amor. Una Alianza que se renueva día con día.

Gracias por ser mi espejo y animarme al animarte. Gracias por ser mi pretexto de sentarme a escribir para salir de mí y acompañarte en la distancia. Gracias por acompañarme tú. Bendícenos Señor nuestro y bendice nuestros esfuerzos diarios. Sé nuestra luz y nuestra esperanza. Danos tu amor incondicional y ayúdanos a levantarnos todos los días para caminar a tu encuentro. Ayúdanos a encontrarnos los unos con los otros en un abrazo de apoyo, ayuda y alivio. Bendito eres por siempre Señor. Te amo.