domingo, 10 de febrero de 2019

¡Sea Dios con nosotros y subamos!


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“En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yavé dicha por boca de Jeremías, Yavé movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó comunicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: Yavé, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. ¡Quién de entre ustedes pertenezca a su pueblo, sea su Dios con él y suba!” 2 Cró 36, 22-23

Subir a Jerusalén y edificarle a Dios una Casa. Esa es la misión. ¡Esa sigue siendo la misión! Sólo que Jerusalén y la Casa ya no debemos confundirlo con un lugar en el mundo. Es, lo hemos dicho antes, una Alianza de Amor. Esa confianza plena de que incluso en la prueba, en las dificultades de la vida, en la imposibilidad de estar vivo entre el dolor y la desesperanza, es posible ponernos en manos del Espíritu de Dios.

Unos capítulos antes, al hablar de Ezequías, el segundo libro de Crónicas nos dice: “Ezequías tuvo éxito en todas sus empresas. Sin embargo… Yavé lo abandonó para probarlo y descubrir todo lo que tenía en su corazón.” 2 Cró 32, 30c y 31b


Comprendámoslo completamente. Ese vacío que pudieras llegar a sentir,  no es el abandono de Dios, es Dios en su más total expresión y está construyendo una Casa en tu Corazón, pero necesitará crear espacio, romper esquemas, trastocar sentidos, y eso va a doler mucho y vas a sentir una enorme desesperanza, pero incluso en esa obscuridad total y esa sensación de muerte absoluta, pon tu espíritu en manos de Dios, que es en su Espíritu de fuego, donde se forjará tu carácter.

Escribir una Alianza con Dios es precisamente pasar por ese proceso. Es una Alianza porque sinceramente habrá momentos en que no vas a ver la luz al final del túnel. Y vas a tener que confiar en que existe. No vas a sentir amor, y vas tener que creer que hay quien te ama. No vas a creer que puedas continuar, y vas a tener que continuar. Y lo vas a hacer confiando en que la Alianza te garantiza algo mejor más adelante. La tormenta pasará y la luz de un sol resplandeciente brillará, y un hermoso arcoíris nacerá en el horizonte.

Todo esto que te digo, no es un único momento. Serán muchos momentos. Vivir es morir un poco todos los días. Habrá días de luz y sombras, y noches obscuras y otras con una luna llena que te harán sonreír. Será un camino largo y no será de bajada… habrá que subir, que hacer el esfuerzo.

Esa Alianza, ese Jerusalén, esa Casa existe y habrá momentos en que lo sentirás en su totalidad. Serán momentos breves capaces de sostenerte por siempre. Mantente abierto a esos momentos. ¿Cómo? Aceptando también el dolor, el sufrimiento y el esfuerzo. Hablando con la verdad siempre que puedas, siempre. Será difícil porque te darás cuenta de lo equivocado que has estado, pero podrás corregir. Si hablas con la verdad te ayudarás y ayudarás a otros porque podrás corregir.

Necesitarás perdonar también y para eso la verdad es tu única aliada. Perdonar no es ignorar lo hecho ni lo sufrido, sino construir una nueva relación basada en la verdad. Por eso, perdonar es un proceso. Se perdona 70 veces 7, y si fuera necesario, más. Perdonar es construir la Casa de Dios, es decir, es hablar con la verdad, buscar la verdad, hacer un esfuerzo por vivir en la verdad. Perdonar es la libertad última. Es saber que puedo equivocarme, vivir con las consecuencias de mis actos, y asumir la libertad que tengo de cambiar.

No cierres tus ojos a lo evidente, a las señales de los tiempos, a lo que hay aquí y ahora, y no sólo en tu exterior, sino en el interior. El lugar en el que te encuentras hoy en el mundo es mucho más que el suelo que pisas. Es tu forma de estar, tu ánimo, tus miedos y tus certezas. No le tengas miedo a ese lugar. Sea el que sea, puede transformarse. Confía en Dios y en ti. Dios cree en ti. Cree tú también.

Toma tu hoy y elévalo. ¿Cómo? El hoy es tomar el pasado, proyectar el futuro y actuar en consciencia. Si te niegas a ver la verdad de tu pasado y tus errores, el futuro no será mejor, será el mismo que ayer. Avanzar es iluminar tu vida hoy para darle un mayor sentido al ayer y una mejor posibilidad al mañana.

No pidas milagros nada más. Trabaja por ellos. No esperes a que todo esté mejor. Busca que algo mejore hoy. Eso es todo. No tienes que cambiarlo todo hoy. Mira a tu alrededor y haz algo que pueda mejorar tu vida hoy. Mañana harás lo mismo y día verás todo lo que has logrado.

A veces imagino que cuando digo todas estas cosas debes pensar que te estoy dando consejos, que yo ya estoy del otro lado y que te hablo por experiencia. Pero no. Todo esto es en realidad la estrategia que al escribir estoy elaborando. Te hablo a ti, y tú eres yo. Me animo al animarte, y me digo todo esto al decírtelo. Es una apuesta, es mi confianza puesta en Dios. Es un plan, un posible mapa que marca el camino de regreso a la Jerusalén de nuestros padres, donde habremos de habitar todos en una Alianza de Amor. Una Alianza que se renueva día con día.

Gracias por ser mi espejo y animarme al animarte. Gracias por ser mi pretexto de sentarme a escribir para salir de mí y acompañarte en la distancia. Gracias por acompañarme tú. Bendícenos Señor nuestro y bendice nuestros esfuerzos diarios. Sé nuestra luz y nuestra esperanza. Danos tu amor incondicional y ayúdanos a levantarnos todos los días para caminar a tu encuentro. Ayúdanos a encontrarnos los unos con los otros en un abrazo de apoyo, ayuda y alivio. Bendito eres por siempre Señor. Te amo.

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