“En el año primero de Ciro, rey de Persia, en
cumplimiento de la palabra de Yavé dicha por boca de Jeremías, Yavé movió el
espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó comunicar de palabra y por escrito
en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: Yavé, el Dios de los cielos,
me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique
una Casa en Jerusalén, en Judá. ¡Quién de entre ustedes pertenezca a su pueblo,
sea su Dios con él y suba!” 2 Cró 36, 22-23
Subir a Jerusalén y edificarle a Dios una Casa. Esa es
la misión. ¡Esa sigue siendo la misión! Sólo que Jerusalén y la Casa ya no debemos
confundirlo con un lugar en el mundo. Es, lo hemos dicho antes, una Alianza de
Amor. Esa confianza plena de que incluso en la prueba, en las dificultades de
la vida, en la imposibilidad de estar vivo entre el dolor y la desesperanza, es
posible ponernos en manos del Espíritu de Dios.
Unos capítulos antes, al hablar de Ezequías, el segundo
libro de Crónicas nos dice: “Ezequías tuvo éxito en todas sus empresas. Sin
embargo… Yavé lo abandonó para probarlo y descubrir todo lo que tenía en su
corazón.” 2 Cró 32, 30c y 31b
Comprendámoslo completamente. Ese vacío que pudieras
llegar a sentir, no es el abandono de Dios,
es Dios en su más total expresión y está construyendo una Casa en tu Corazón,
pero necesitará crear espacio, romper esquemas, trastocar sentidos, y eso va a
doler mucho y vas a sentir una enorme desesperanza, pero incluso en esa
obscuridad total y esa sensación de muerte absoluta, pon tu espíritu en manos
de Dios, que es en su Espíritu de fuego, donde se forjará tu carácter.
Escribir una Alianza con Dios es precisamente pasar
por ese proceso. Es una Alianza porque sinceramente habrá momentos en que no
vas a ver la luz al final del túnel. Y vas a tener que confiar en que existe.
No vas a sentir amor, y vas tener que creer que hay quien te ama. No vas a
creer que puedas continuar, y vas a tener que continuar. Y lo vas a hacer confiando
en que la Alianza te garantiza algo mejor más adelante. La tormenta pasará y la
luz de un sol resplandeciente brillará, y un hermoso arcoíris nacerá en el
horizonte.
Todo esto que te digo, no es un único momento. Serán
muchos momentos. Vivir es morir un poco todos los días. Habrá días de luz y
sombras, y noches obscuras y otras con una luna llena que te harán sonreír.
Será un camino largo y no será de bajada… habrá que subir, que hacer el
esfuerzo.
Esa Alianza, ese Jerusalén, esa Casa existe y habrá momentos
en que lo sentirás en su totalidad. Serán momentos breves capaces de sostenerte
por siempre. Mantente abierto a esos momentos. ¿Cómo? Aceptando también el
dolor, el sufrimiento y el esfuerzo. Hablando con la verdad siempre que puedas,
siempre. Será difícil porque te darás cuenta de lo equivocado que has estado,
pero podrás corregir. Si hablas con la verdad te ayudarás y ayudarás a otros
porque podrás corregir.
Necesitarás perdonar también y para eso la verdad es
tu única aliada. Perdonar no es ignorar lo hecho ni lo sufrido, sino construir
una nueva relación basada en la verdad. Por eso, perdonar es un proceso. Se perdona
70 veces 7, y si fuera necesario, más. Perdonar es construir la Casa de Dios,
es decir, es hablar con la verdad, buscar la verdad, hacer un esfuerzo por
vivir en la verdad. Perdonar es la libertad última. Es saber que puedo
equivocarme, vivir con las consecuencias de mis actos, y asumir la libertad que
tengo de cambiar.
No cierres tus ojos a lo evidente, a las señales de
los tiempos, a lo que hay aquí y ahora, y no sólo en tu exterior, sino en el
interior. El lugar en el que te encuentras hoy en el mundo es mucho más que el
suelo que pisas. Es tu forma de estar, tu ánimo, tus miedos y tus certezas. No
le tengas miedo a ese lugar. Sea el que sea, puede transformarse. Confía en
Dios y en ti. Dios cree en ti. Cree tú también.
Toma tu hoy y elévalo. ¿Cómo? El hoy es tomar el
pasado, proyectar el futuro y actuar en consciencia. Si te niegas a ver la
verdad de tu pasado y tus errores, el futuro no será mejor, será el mismo que ayer.
Avanzar es iluminar tu vida hoy para darle un mayor sentido al ayer y una mejor
posibilidad al mañana.
No pidas milagros nada más. Trabaja por ellos. No esperes
a que todo esté mejor. Busca que algo mejore hoy. Eso es todo. No tienes que
cambiarlo todo hoy. Mira a tu alrededor y haz algo que pueda mejorar tu vida
hoy. Mañana harás lo mismo y día verás todo lo que has logrado.
A veces imagino que cuando digo todas estas cosas
debes pensar que te estoy dando consejos, que yo ya estoy del otro lado y que
te hablo por experiencia. Pero no. Todo esto es en realidad la estrategia que al
escribir estoy elaborando. Te hablo a ti, y tú eres yo. Me animo al animarte, y
me digo todo esto al decírtelo. Es una apuesta, es mi confianza puesta en Dios.
Es un plan, un posible mapa que marca el camino de regreso a la Jerusalén de
nuestros padres, donde habremos de habitar todos en una Alianza de Amor. Una Alianza
que se renueva día con día.
Gracias por ser mi espejo y animarme al animarte.
Gracias por ser mi pretexto de sentarme a escribir para salir de mí y
acompañarte en la distancia. Gracias por acompañarme tú. Bendícenos Señor
nuestro y bendice nuestros esfuerzos diarios. Sé nuestra luz y nuestra
esperanza. Danos tu amor incondicional y ayúdanos a levantarnos todos los días
para caminar a tu encuentro. Ayúdanos a encontrarnos los unos con los otros en
un abrazo de apoyo, ayuda y alivio. Bendito eres por siempre Señor. Te amo.
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