El haber renunciado a ti
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fue matar una parte de
mi humanidad…
la más frágil,
la que creía que la vida es lo más preciado.
De modo que esto ha sido como quitarme un velo
y ver a la muerte no sólo como una realidad
sino como la posibilidad que siempre he temido.
Y no hablo del miedo a morir
sino del deseo de hacerlo.
Renunciar a ti fue lo mismo que desear hacerlo…
Y hacerlo.
Una parte de mí ha muerto hoy… y estoy bien,
eso es lo que más me inquieta.
Por primera vez no quise luchar más, no pude.
Por primera vez elegí no sacrificarme yo.
Por primera vez mi vida fue lo más importante
y eso ha sido también lo más terrible,
porque hoy tendré que vivir con la verdad
viéndome a los ojos: la vida no es lo más preciado.
A veces, lo más preciado es tener una vida plena,
una vida que valga la pena vivir.
Una vida que no sea peso y dolor…
esfuerzo sin medida.
A veces la vida nos pide a gritos detenernos.
Evitar con todas nuestras fuerzas
ser carne de cañón,
piel herida.
Perdóname. De verdad, perdóname.
Ya no pude.