De pronto se ha puesto de malas. ¿Por qué tener esa tendencia a vestirse con gestos ajustados e incómodos? No lo sé. Pero él se ha puesto de malas y ha aventado su alegría al cesto de ropa sucia. Para su mala suerte ha ido a caer al piso, lo que lo ha encendido aún más, y a mí me ha dado mucha risa. Claro que me he mordido los labios, y en lugar de dejar salir la carcajada, he salido del cuarto de puntitas. Cuando el señor se pone de malas, lo mejor es huir.
Y justo eso hice: salí en silencio del cuarto. De haber podido, me habría calzado unos tenis y me habría salido a dar una vuelta. Pero los tenis están en el closet del cuarto en cuestión, y a duras penas he logrado salir de ahí sin que lo notara. Ni loca vuelvo a entrar, y en chanclas no voy a ningún lado. Una también tiene su orgullo.
Mejor me escondí en la cocina. Hay trastes que lavar. ¡Va! No sé de qué se enoja si la que los lava soy yo. Ese ego mío se cree que porque puede escribir unos versos ya no debería molestarse en lavar ni un plato. Ya ves, al final, en su enojo, ha hecho añicos el papel.
Lo escucho refunfuñar y sé que mañana estará lleno de arrepentimiento. También por eso he decidido escapar, para que no me salpique con sus ofensas. A veces, para estar cerca, hace falta estar lejos.
Sí, a veces el silencio es mejor. No tiene caso discutir que si esto o aquello. Sobre todo si hay amor de por medio. Esta vez lo dejé gritando solo en el cuarto. Al rato se le pasa, se pone las pilas y me ayuda. Lo conozco. Le gustan las cosas bien hechas. Y para hacerlas bien, nadie como él.
Mi ego se ha puesto terco de nuevo. Se niega a creer que nació para esto de todos los días. Y mira que lo entiendo. No creas. Tiene su tajo de razón. Pero es sólo un tajo, a la realidad le pertenece el resto. Y yo formo parte de esa realidad. Una realidad que es mucho más dulce de lo que en momentos así logra reconocer. Una realidad que es la esencia de su poesía, la verdad de su fe.
De pronto se ha puesto de malas, pero yo… yo me he puesto a cantar, y estoy riendo.
4 comentarios:
Lavar los trastes. Una actividad tan... tan... ¡tan tantas cosas a la vez!
Se lavan para limpiar el "chiquero" que resulta despues de comer, pero es la actividad en que muchas(os) se refugian para tranquilizarse ó refugiarse del enfadado(a). Es una actividad tan fastidiosa, pero tan relajante y terapéutica a la vez. Nadie lo quiere hacer y sin embargo todos hemos acabado ahí. Unos más, otros menos, pero al fin y al cabo, todos.
Lavar los trastes nos hace iguales a todos; nos pone los pies en la tierra.
Es cierto... nos pone los pies en la tierra. Y como dice Flylady (una señora que tiene su sitio para ayudar a organizar el desmadre de casa que tenemos algunos), es en el fregadero donde hay que empezar...
Y es que al enjuagar la espuma y los restos, enjugamos lágrimas y echamos al drenaje muchos pensamientos. Me atrevo a asegurar que las llaves y las tarjas tienen tantas historias qué contar.
Bien lavar trastes es relajante y es todo un proceso, empezamos de no muy buen ánimo y terminamos llenos de satisfacción, al fin se ve presentable la cocina. Pero primordialemente suple el sofá con el terapeuta, Cuando lavamos trastes, nos comunicamos con norotros mismos, presentamos el problema, las emociones vienen, buscamos soluciones y finalmente llega la tranquilidad, el sosiego y nos ahorramos una consulta. De cualquier manera tendremos que lavar trastes otra ves. BUSQUEMOS EL LADO PODSITIVO.
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