sábado, 2 de octubre de 2010

¡Bravo Dr. Frankenstein!

Inicia el Festival Cultural de Coahuila con la Ópera Rock de José Fors, Dr. Frankenstein
Terminó con un coro que dio lugar a que todo el elenco se presentara ante el público para recibir los aplausos que ya llenaban el auditorio.
Criaturas duales: poseedores de bienes, hacedores de males…
Criaturas duales: poseedores de bienes, hacedores de males…
¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!
Todos de pie. Todos con sonrisas en los rostros. Todos aplaudiendo o tomando fotos. Y todos incrementaron aún más su emoción y el escándalo, cuando por fin, José Fors, se presentó ante el auditorio lleno del “Teatro de la Ciudad, Fernando Soler”, de Saltillo, Coahuila.
Me gustó. Estuvo buena. Poca madre. Genial. Chingona. Amigos y más amigos se saludaban, se despedían, se quedaron a platicar del evento. Todos buscaron tener sus boletos de cortesía desde principio de semana. Y los que no, llegaron temprano para ver si los dejaban entrar, y los dejaron.
Qué gusto haber iniciado el Festival Cultural de Coahuila precisamente con Dr. Frankenstein de José Fors. Qué gusto volver a tenerlo de visita en esta ciudad. ¡Qué gusto caray!
El autor y actor principal de la obra, escribió sobre la misma: “Espero que este trabajo ayude a resucitar la Ópera Rock, y que de mucho de qué hablar a todos aquellos que disfrutan del teatro musical, tanto como a los que la aborrecen como yo.”
Pues de qué hablar, la obra sin duda ha dado. Es, en buena medida, semejante a aquel personaje del que trata: un ente fascinante en su sencillez y su profundidad, aunque tosco en su fachada.
Sí, se nota que participan rockeros. Algo acartonados en su actuar, pero con voces que dan miedo. El ingrediente perfecto para representar al monstruo que es esta producción.
Además, la música en vivo le brinda alma a toda la obra. No hay como la electricidad de una guitarra (Alvaro Rosales). Ni puede entenderse el caminar de la historia sin el “beat” del bajo (Alejandro Gómez). Sólo los teclados pueden regalarnos la melodía de la narración (Alfredo Sánchez). Y la fueza, la fuerza de un corazón, esa sólo puede ser de una bataca, y en este caso, no de cualquier bataca (Nacho González, de La Cuca).
El elenco puso también su parte. Y no hay a quién declarar favorito. Iraida Noriega, cantante de Jazz que interpreta a Elizabeth, la novia, tiene una voz que fascina. Ugo Rodríguez (Azul Violeta), nos mostró las motivaciones del Dr. Frankenstein con matices que nos llevaron por la arrogancia y el entusiasmo, para atravesar después la vergüenza, fortalecernos con un “¡No!” contundente y absoluto, y culminar en el reclamo de la destrucción del ser.
Al Prof. Waldman, interpretado por Aldo Ochoa, nos lo mataron muy pronto, ¡qué horror nos brinda la muerte del personaje cuando sabemos que ya no lo vamos a escuchar! No sucede lo mismo con el niño César Ruvalcaba, quien hizo de William Von Frankenstein, el hermano menor del Doctor, y quien de plano sí necesita que le ayuden a, por lo menos, no moverse como robot y a sacar la voz que debe tener escondida en algún lado. Se le perdona porque es un niño, pero debe haber la forma de ayudarlo. La niña aldeana, Alejandra Córdova, en cambio, ah, qué buena actuación y qué correcta intención de voz.
Esteban Gómez, quien representa a Igor, junto con sus asistentes 1 y 2 (Leo Marín y Fernando Ornelas), dan gusto y risa. Su primera intervención, eso sí, demasiado caricaturezca, pero ya después se corrigió la cosa y fluyó perfecto.
La pareja enamorada (Vera Concilión y Aldo Ochoa) se antojan un poco melosos de más, pero se entiende también que es la intención, así que está bien.
Y por último, y no porque sean todos, sino porque por algún lado hay que terminar, Gerardo Enciso, compositor de culto que interpretó al abuelo ciego, cerró con el epílogo: Es tan difícil reconocernos en él, ver al monstruo que habita debajo de nuestra piel…
Por fin comprendemos porqué el Ente del Dr. Frankenstein es el personaje favorito de ficción de José Fors. Y caemos en cuenta de que la fuerza creativa que impulsó el proyecto, se ha transformado en una confrontación en la que participamos tomando conciencia de que aquel monstruo nos refleja en nuestras dualidades, debilidades, deseos, aspiraciones, corajes, envidias, tristezas, tragedias.
¡Bravo, bravo, bravo José Fors! Y gracias.

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