sábado, 2 de octubre de 2010

Mamá va a volverse loca

Es sábado y la niña se sienta a tomar el licuado de la mañana. Mamá se lo da y se va a sentar frente a la computadora en donde está leyendo “Satoshi Kon's last words” (http://www.makikoitoh.com/journal/satoshi-kons-last-words -Satoshi Kon es un excelente director de anime; si has visto una película de él, dirás, está loco, y sí, es de esos locos maravillosos que han dado frutos extraordinarios). El link se lo mandó papá hace cerca de dos meses. Apenas hoy ha podido abrirlo. Como siempre, lo leyó a intervalos porque las interrupciones han sido constantes.
Esta vez la niña quiere que mamá la peine. El cabello se le viene a la cara y no la deja tomar el licuado en paz. Mamá, más resignada que molesta, se levanta a peinarla. La niña nunca se deja peinar, siempre es una batalla.
¡No! ¡Me jalas! Pero esta vez es dócil, incluso colaboradora. Su natural rebeldía se convierte en una sonrisa acompañada de un: mamá, eres hermosa.
A mamá le parece injusto. Precisamente hoy que quería dejarla despeinada, tal y como todos los días se lo pide la niña, sólo para poder terminar de leer, precisamente hoy la niña le dice que es hermosa porque la ha peinado. ¡Dios! Le da un beso y la deja ir a ver la tele y terminar frente al televisor el licuado.
Y es entonces que mamá se da cuenta: esta lucha mamá – hija se va a dar siempre. Por un lado la niña la adora, porque sabe que mamá la cuida, la peina, la baña, le lava la ropa, juega con ella, le cuenta historias, le canta. Por otro, sabe que mamá va a dejarlo todo por hacerlo todo para ella. Sabe que mamá la va a poner en primer lugar. Y eso, ¡eso le va a dar un coraje enorme! Por eso le va decir:
no me peines, no me toques, no me digas lo que tengo que hacer. Yo sola, yo sola. Tú ve y haz tus cosas y déjame a mí sola.
Hay niñas que somos así: deseosas de hacer NUESTRAS cosas. ¡Y qué coraje da cuando mamá deja de hacer lo suyo para darle a uno lo que necesitas! Porque aun cuando sabemos que lo necesitamos, quisiéramos saber que mamá, a quien finalmente nos parecemos, no por eso va a dejar de leer algo que evidentemente la ha capturado, para venir en nuestro auxilio. En ese sentido, tenemos alma de hombre. Queremos hacer cosas y que nos dejen en paz para hacerlas. Igual que papá, quien bien que mal tiene sus espacios, sus libros, sus comics, su tiempo frente a sus gustos. Quien no corre a ayudarnos siempre que se lo pedimos porque ahí está mamá que siempre se adelanta. Es cierto que papá ayuda mucho a mamá, pero mamá tiene algo así como un gen que la obliga a adelantarse a tantas cosas y que le impide soltar del todo la responsabilidad de cuidar su hogar.
Y nosotras, las hijas rebeldes, de voluntades firmes, somos como mamá, pero queremos ser como papá. Para nosotros primero están los demás, pero queremos hacer primero lo nuestro. Porque finalmente, también heredamos ese gen egoísta de papá a quien abuelita siempre le dio todo, le hizo todo y le resolvió todo para que él se preocupara sólo por él y sus gustos y sus cosas. Por eso, cuando vemos a mamá leer un texto que evidentemente la ha capturado, queremos que nos peine, que nos de la atención que siempre nos da, que nos resuelva nuestras necesidades en ese instante y de forma inmediata. Y le decimos entonces:
eres hermosa, porque me has puesto en primer lugar.
La niña, con sus casi tres años de vida, adivina que dentro de mamá hay mucho más que todo eso que hace. Y le da coraje saber que mamá no lo está haciendo. Pero también la ama porque sabe que no lo hace por ayudarla a ella. Pero le da coraje. Pero también la ama.
Así que mamá se ha dado cuenta hoy, justo hoy, que esa niña siempre va a guardarle un poquito de rencor al mismo tiempo que la va a querer mucho más que mucho. Así ha sido siempre. La relación mamá – hija es el reflejo del debate interno de la mujer: la lucha entre lo que soy y lo que quiero ser.
Por eso mamá hoy, siendo sábado y pasadas las 12:00 del día, no se ha puesto a lavar el patio, pasear al perro, lavar la ropa, recoger la casa e iniciar el ritual de limpieza del hogar. Hoy mamá se ha sentado a escribir de todas esa cosas mejor, porque si no lo hace mamá se va a volver loca.
Y al pensarlo, al imaginarse vuelta loca con todo aquello que hay que hacer, se da cuenta que la alternativa es también una locura. Que querer ser egoísta y vivir para sus cosas implica dejar demasiado de lado. Que el desorden y la falta de cuidados se dejarán sentir antes que pronto. Y eso también la va a volver loca.
Mamá se ha dado cuenta de que si quiere tanto a su hija, le tiene que enseñar a caer en la inevitable locura. Y para enseñarle tiene que aprender a hacerlo. Tiene que dejarse llevar por la locura que enriquece, y no por la locura que reprime. Le tiene que enseñar que es posible vivir en esa tensión constante entre lo que soy y lo que quiero ser.
Porque claro que la casa tendrá que limpiarse y habrá que sacar al perro y lavar la ropa y todo, todo, todo eso. Pero, por lo menos hoy, mamá va a dejarlo todo para dejarse llevar por la locura que la acerque un poquito más a todo lo que realmente es, y no sólo a lo que tiene que ser.
Mamá está en proceso de convertirse en ella. Y lo hace, eso también, por su niña, Mamá quiere que algún día su hija diga:
mi mamá fue lo suficientemente egoísta como para darme una vida de locuras que dan frutos extraordinarios. Y yo quiero ser “hermosa” como ella.

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