Hoy me ha dolido el corazón. Y ya sé que los médicos aseguran que el corazón no duele, pero a mí me ha dolido. Aún me duele.
Y no, no quieras explicarlo con un vacío en mis entrañas ni el eco de memorias perdidas. No. No duele lo que añoro ni lo que dejé ni lo que no tengo. Me dueles tú.
Me dueles, sí, me dueles mucho. Me dueles porque no logro pronunciarte, no encuentro la palabra que pueda igualarte. Me dueles porque quiero comprenderte, compartir tus miedos y acallar tus dudas. Y en el proceso, quiero aprender de ti, pues sé, bien sé que es mucho lo que de mí puedes decirme.
En fin, me dueles porque quiero ser tu amiga, tu hermana, tu alegría. Quiero estar ahí, contigo. Quiero conocer tu humanidad y hablarte de la mía. Me dueles porque no sé como acercarme y porque aún cuando lo logro, mi yo sale al rescate y con infinito miedo me aleja de tu lado. Me aleja, sí, porque mi yo me conoce y sabe que tarde o temprano te diré la verdad, la gritaré con toda mi existencia, y entonces sabrás que mi alma humana también tiene su lado más obscuro. Y sabrás que soy un hombre, como cualquier hombre, y que así como te amo también te he odiado, te veo con rencor, con envidia y con coraje.
Me duele el corazón, porque humano como es no puede comprenderse más que por leyes que le dictan lo que debe ser, lo que es correcto y digno y adecuado. Y no hay forma de ser todo eso que es correcto y digno y adecuado. Al pobre corazón nadie le ha dicho lo que es, y nadie le ha aceptado por ser exactamente eso: lo que es.
Me duele el corazón porque él no puede distinguir si eres creyente, ateo, amigo o enemigo. Y yo me veo explicándole que estamos divididos. Y no sé cómo decirle que en esta división, participamos todos. Que todos somos yo. Y todos somos tú. Y nadie es nosotros.
El corazón no duele, me dicen, aseguran. Pero yo te digo a ti que sí, que duele. Que duele cada palabra que me trago para no ofenderte y que después dejo ir porque al final eres tú quien me ha ofendido. Que yo tampoco acepto que seas tú quien eres. Y que no sé cómo romper el ciclo que me aleja de ti, que te aleja de mí.
El corazón me duele porque te amo, y no sé cómo amarte. ¿Acaso en el silencio, en el anonimato, en la lejanía? ¿O será mejor de frente, cercana, con el contacto de por medio, y tu mirada en la mía? ¿En el abrazo sincero? ¿En el saludo cortés? ¿Detrás de mi disfraz de indiferencia? ¿En el servicio sin mirar a quién? ¿O en el egoísmo de servirte a ti y sólo a ti?
El corazón no duele, me han dicho, aseguran. Pero a mí… a mí me dueles.
3 comentarios:
El corazón no duele, es el alma la que se arruga.
Te juro que sí me ha dolido Fraga. Es como si algo me lo oprimiera. Como un espasmo. Te lo juro, me ha dolido.
Claro que duele, es un músculo!
Léeme bien, cuando digo que es el alma la que se arruga estoy dándote la razón metafóricamente hablando. Una alma arrugada es sinónimo de un corazón destartalado.
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