domingo, 10 de junio de 2012

Caer en el amor

La teacher simuló tropezar y caer. Explicaba la palabra fall, caer. Todos rieron y comprendieron de inmediato. La teacher se disponía a pasar al siguiente ejercicio cuando se levantó una mano titubeante. ¿Y por qué se dice fall in love (caer en el amor = enamorarse)? Ah… well, because love is…-suspiró- an accident.
Es verdad, enamorarse es un accidente. Un afortunado y hermoso accidente. Incluso cuando se trata de un amor condenado al fracaso y a la tragedia, el hecho mismo de caer, te llena la cabeza de tantas estrellitas dando vueltas que la tristeza sabe dulce y el dolor tiene alas. Muchos creen que esa ligereza del ánimo, esa alegría en el corazón, es un simple corto circuito en el sistema endócrino que pone a todas tus hormonas a funcionar sin control ni restricciones. Pero no importa qué tanto llegues a comprender lo que sucede al momento de caer, si eres tú el que está en el suelo, ningún afán de entenderlo te librará de sentirlo. Y serás feliz, completamente feliz, porque crees que amas a alguien.
Sí, me has leído bien, he escrito “crees que amas a alguien.” Y esa fe incontrolable puede ser un impulso importante para dar el siguiente paso: levantarte. Porque muchos creen que el amor empieza en esa primera mirada, palabra, roce que te hace caer. Pero no, el amor inicia cuando incluso entre tanta confusión y atolondramiento, logras impulsarte hacia arriba, te sobas la cabeza, tomas aire para oxigenar la sangre y colocas ambos pies sobre la tierra.
Si enamorarse es caer, amar es levantarse.
Ahora, levantarse se dice fácil. Pero decir y hacer son cosas distintas. Recuerda que hay una revolución hormonal en el sistema capaz incluso de hacerte ver lo que quieres ver con tal de seguir en la dicha del creer ciegamente que aquel alboroto es amor, amor, amor del bueno. Pero no, no es amor porque simplemente no te has sacudido los ánimos para impulsarte por encima de todo, incluso de ti, y ahora sí, amar.
Hace falta además advertirte que amar tiene tantos matices que desear reducirlo a que amar es sufrir y querer es gozar, es un insulto a la inteligencia y humanidad de todos –aun cuando no todos se den por insultados y prefieran dejarlo así para no pensarle ni comprometerse más a fondo. Mejor dejarlo todo cómodamente dividido en dos: el que ama no puede pensar, todo lo da, todo; a diferencia del querer que es la carne y la flor, el obscuro rincón, un deseo fugaz.
Pero no, amar es levantarse, que es decir crecer. Es transformarte.
Amar, por ejemplo, puede empezar con una despedida. Y es que siempre –sí, he dicho siempre- el ser amado buscará ante todo un/una amigo/a que haga un poco, o un mucho, porque alcance lo que anhela. Y eso nos coloca inevitablemente ante el hecho de que en ese descubrirse, crecer y superarse, se dé cuenta de que no somos lo que anhela, y se marche más allá de donde le podremos acompañar. Hay mucho dolor en esta entrega, así que muy bien podríamos preferir amarnos más a nosotros, y convertirnos en un extraño que alguna vez amo a otro extraño. Y se vale. Para amar hay que amarnos a nosotros primero. Y mostrarnos compasión ante un dolor tan grande nos prepara para futuros encuentros, en los que quizá necesitemos un/una amigo/a, y nos pidan entonces a nosotros comprensión: no me pidas ser tu amigo/a, nos dirán, y le dejaremos ir por amor.
Amar también podría convertirse en un “ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta.” Pero la realidad es que seguirá teniendo esa misma mirada, y dirá la palabra precisa y su rostro seguirá iluminándose con su hermosa sonrisa. “Ojalá por lo menos que me lleve la muerte…” Y afortunadamente para todos, no te vas a morir. Y la luna seguirá saliendo por las noches, y aunque el deseo no se vaya tras del ser amado a “su viejo gobierno de difuntos y flores”, la entrega te habrá transformado, y ahora sabes algo que antes no sabías: eres capaz de amar. Nunca volverás a ser la misma persona. Al levantarte has crecido. Y al crecer aprenderás a perdonar.
Amar también puede ser un sin sentido en el que el amor se esconda y hulla de nuestro encuentro. Será imposible comprenderlo, pues por saber de su vida no vulneramos ningún mandamiento, y finalmente tú sólo quieres saber cómo está. Pero mira, no hay mal que no cure. Además, debes cuidar que el final de una historia que termina en fracaso no te sirva de ejemplo. Hay quien afirma que el amor es un milagro. Y los milagros sí existen. Ten fe. Amar también es creer por sobre todas las cosas.
Hay también amores que rompen nuestros esquemas. Son pocos los que se atreven a amar así porque a casi nadie le gusta romper esquemas. Amar es sufrir, querer es gozar, suena a sabiduría de primera cuando no hemos roto esquemas. Cuando no sabemos si volverá pero le esperamos confiados en que sí volverá. Confiados y temerosos, porque sabemos que ese ser amado no es nuestro, nunca lo ha sido y nunca lo será. Le pertenece a la vida y es un regalo de Dios que no podemos abrir a fuerza de voluntad ni hay manera de convencer. Tiene que darse. Y sólo se da. Es un breve espacio que puede repetirse para siempre o puede acabar hoy mismo. Ante esta clase de amor somos humildes y estamos dispuestos a compartirle con la vida, a quien le agradecemos haya llenado nuestro ser con un amor que no es perfecto, pero se acerca a nuestro soñar.










3 comentarios:

Darkladylilith dijo...

Tus reflexiones sobre el amor me han dejado un sabor agridulce... Y un corazón dividido entre el dolor y el regocijo... Excelente tu post...

Darkladylilith dijo...

Tus reflexiones sobre el amor me han dejado un sabor agridulce... Y un corazón dividido entre el dolor y el regocijo... Excelente tu post...

Amida Castro dijo...

No he sido yo, es el amor: agridulce dolor regocijo...
Gracias. :D