jueves, 23 de agosto de 2012

A veces parece que Dios no existe

A veces parece que Dios no existe. Se siente como un sueño que otros sueñan y que no puedes soñar con ellos porque para soñar hay que cerrar los ojos y dejar de tocar el suelo. Para soñar, hay que dejarnos llevar por el espejismo de la insensatez que nada quiere llamar por su nombre, y que se esfuerza por “santificarlo” todo, y así, se empeña en convertir a la virtud, la gracia y la belleza en todo un "aprieto", porque no hay manera de calzar semejante grandeza en tan pequeño ser. 

¿Qué digo? Lo que digo es que a Dios no lo vas a encontrar en lo perfecto. Quizá ahí encuentres lo sublime, lo inalcanzable, lo absoluto. Atributos divinos, sin duda, pero no son Dios. Dios es más simple. Y quiso que lo supiéramos. Quiso que comprendiéramos que no hay necesidad de buscarlo en la perfección. Por eso Dios se hizo hombre, para que dejemos de buscarlo en lo sublime y empecemos a encontrarlo en la humanidad que llevamos incrustada en la biología de nuestra alma. 

Dios es humano. Es el más humano de todos los humanos, porque Dios es humanidad hecha carne, y sensatez hecha vida. Dios es humano porque no negó su humanidad. Y si algo trascendió en ese Hombre que es Dios, fue precisamente que no buscó la perfección y vivió en cambio al “ser humano” que habitaba. Y al vivir a ese ser con los ojos abiertos y los pies sobre la tierra, surgió la consciencia que inevitablemente otorga la capacidad de amar con compasión, que es decir con total comprensión de lo difícil y complejo que es ese “ser humano”. 

Y con la compasión nace el perdón. Y es de eso de lo que se trata: de perdonarme y perdonarte. De comprender que nada puedo hacer para alcanzar tu alma, como nada has podido hacer para alcanzar la mía. Con todo y que nos hemos esforzado tanto en ser perfectos el uno para el otro. Con todo y eso, no hay forma de salvar estar distancia. Lo que hay es la posibilidad de transcenderla, de estar contigo a partir de la humanidad que compartimos, de la imperfección que somos. Y al perdonarnos con los ojos abiertos y los pies sobre la tierra, sin negar nada de lo que soy ni nada de lo que eres, entonces surge Dios entre nosotros y nos une en un lazo de amor y comprensión que es tan simple que se antoja imposible, pero existe. Existe como sé que existe Dios.


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