y lates cual
pulso oprimido,
cual pasión
escondida,
cual tímida
disculpa
que no encuentra
la forma
de salir, correr,
ocultarse,
y titubeante
busca tu palabra,
pues todo lo que
eres
es todo lo que
quiere,
y estar lejos del
verso que da vida
es dejar de existir,
es desdicha.
Eres vocablo impronunciable
y cabes en una
sola sílaba,
susurro sin fin de
cuatro letras,
rosario entre
manos temblorosas,
gotas de cristal
que rompen
el espacio para
traer la dicha hecha agua,
y ser bendición
entre mis labios.
Eres canto de
espera,
promesa imposible
de asumir
pues no hay razón
que te contenga
ni hay un soplo
que te brinde más vida
que la vida que
fluye por tus venas de hombre,
de mágico ser
encarnecido,
de cuerpo mortal
ya transgredido,
de hijo, hermano
y padre,
de un amigo.
Eres pausa,
silencio,
el suspiro que
llena mis vacíos.
Mano abierta que
no logro abrazar
por más que lanzo
designios a los cielos,
por más que busco
los pasos asertivos,
por más que giro
ruletas de esperanza.
Me quedo quieta
al fin, cansada,
y llegas siempre
a acariciar mi vista
con el retrato de
un sol naranja
y la promesa de
que habrá un mañana,
un nuevo fin, un
viejo sueño renacido,
una mirada.
Eres mi todo.
Resumen de estos
mis esfuerzos,
mis logros que
son pocos,
mi vida que ya es
nada.
Eres poema
y te pronuncio
con voz trémula y cortada,
consciente de
todo lo que falta,
de lo que yo no
soy,
y de esta voz
ahogada
que espera
resurgir en tu presencia,
y se aferra a ser
tuya,
pues ser tuya es
todo lo que hay
en esta alma.
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