Contenerme es
casi imposible
y el hielo hecho
llanto se impone.
La lluvia no cesa
y no hay impermeable
capaz de cubrir
un recuerdo tatuado,
un engaño creído,
una fe hecha
trizas cual hielo delgado que al pisarlo
te hunde y te
roba el aliento.
¿Sientes Tú el frío?
¿Sientes el dolor?
¿Estás Tú, como
dicen,
sosteniendo mi
mano en esta hora eterna y final?
¿Podría ser este
el fin y no principio moral
que me ata las
manos y me obliga a seguir?
¿Eres Tú quién
propone?
¿Por qué entonces
no siento poder disponer lo que pides?
¿Por qué vivo sin
ser lo que pides de mí?
¿Por qué pides
aquello que no hay forma de ser?
¿Sientes Tú el
vacío?
¿Son Tus horas
finales tan eternas y tristes
como el látigo
clima de espinas sin rosas
que cubre los
días, prolonga las tardes
y sumerge las
horas en espesa neblina:
muralla
infranqueable de los rayos cálidos
del amor que
–dicen- me tienes, y no puedo ver
ni sentir… ni
oler ni tocar ni vivir?
¿Debo
escucharlos?
¿Dónde, dónde
está tu voz que me llama?
No logro
escucharte entre tanto murmullo,
ni creer lo que
escucho.
¿Cómo puedes
amarlos?
¿Cómo puedes
estar de su lado también?
Quizá sólo
cuentan lo que quiero oír:
que existes, que
vives, que eres sin duda mi principio y mi fin.
Lo dicen y luego
me arrebatan tu mano,
me avientan al
suelo y me llaman locura.
¿Es verdad que
estoy loca?
¿Es locura amarte
tantísimo así?
Verte no en los
rostros intachables y limpios
con que se
saludan cual realeza de un templo.
Verte sí en el
otro, el que es pequeño y sucio y torpe,
como lo soy yo.
El que es niño
por dentro y no sabe a bien
cómo es que se
hace eso que llaman crecer
y que no
comprende cómo es que pretenden
que sea certeza sin
ser nunca duda.
¿Tú dudaste
también?
¿Te sentaste a
escribir, recitar o pensar tus preguntas?
¿O naciste, como
hay quienes afirman, con todo el saber?
Yo no puedo creer
en un dios con minúscula, ¿sabes?
En un dios que no
tuvo la necesidad de estirar su cabeza
por encima del
mundo para asomarse a la creación que Es.
Y vivir.
Sí. Vivir como el
ser que inventó en su mundo ideal y perfecto,
aunque eso
implique no ser aceptado como el ser ideal y perfecto
que a todos les
gusta imaginar es.
¿Te dolió darte
cuenta de que pesa más el poder real de lo imperfecto
que la
imperfección real del poder sobre sí,
que es perfecto,
porque es real,
y que es real por
imperfecto?
¡Cómo duele!
¿Verdad?
Me duele hoy, me duele
ayer, y me duele mañana.
¿Podrías quedarte
conmigo en este dolor eterno?
¿Podrías quedarte
y ser el Sol que hoy necesito,
el Sueño que me
devuelva la fe?
Una fe, eso sí,
no certera.
Porque no pienso
volver a cerrar ya los ojos
y ponerme en sus
manos.
¿Lo comprendes?
¿Me perdonas?
Ya no puedo
volver.
Este ser que yo
soy, ya no es la que fue.
Y una parte de mí
está muerta.
Y la lloro.
La lloro con el
corazón envuelto en un puño.
Dispuesto a
golpear con tal de vivir.
Dispuesto a latir
en la dimensión que eres.
Dispuesto a morir
si así lo deseas.
¿Lo deseas?
Vamos, ya dime
que sí.
Dime que me
quieres tanto, tantísimo así,
que prefieres mi
muerte que verme transformada
en un ser tan pequeño
como aquellos que cuidan
la imagen que
presentan al mundo,
porque son espejo
de todo lo que dicen no ser.
Y con todo, ahí
estás Tú.
Asomándote entre
las repisas de tanta doctrina.
Y no hay manera
de dejar de amar
incluso a quienes
sin ser fiel reflejo,
fueron las
palabras y el sentir primero,
que me revelaron
el misterio eterno de tu
Hermoso Ser.
¿Cómo es posible
pronunciar Tu nombre
sin sentir el Verbo
recorrer la vida, transformar el vientre
y nacer de nuevo
en la convicción de que es inhumano
causar
sufrimiento, lastimar al otro, prolongar el daño
y hacerlo además
en nombre de todo lo Santo, Eterno y Divino
que es el Amor?
¿Cómo puedo yo,
él, nosotros, todos ellos y Tú,
ayudar sin ser
quien lastima?
Porque la verdad
duele… Lo sabes, ¿Verdad?
Duele.
Muy bien. Sea
pues Tu Verdad quien se imponga.
Tu Verdad… ¿es
tuya en verdad?
Sea pues la
imperfecta verdad la que nazca
cual pequeño Sol
que se asoma en mi mundo
desde un puño
extendido para defenderme
siempre con
palabras que son mi refugio,
siempre con Tu
aliento que es mi única fe.
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