Mira qué pequeña es mi palabra
cuando
digo que te amo.
Qué
minúsculas son mis manos
cuando en
un gesto dibujado
acaricio
con suspiros
el rostro
desconocido
de tu
inmenso ser.
La
añoranza de ti
es el
motor de mis días.
La visita
semanal, mi descanso.
Y la
constancia en pensarte
es mi
aire y alimento.
Pues si
no habitaras en mí,
no cabría
nada en mí.
Tú eres
el vacío que llena mis pesares
dando
espacio a la posibilidad
de
existir fuera de mí,
en este
mundo, en esta vida,
que no
tiene otro fin que tu existencia
ni podrá
nunca tener otra verdad
que la de
este minúsculo amor
que soy yo, y que es tuyo.
Mira qué pequeña es mi palabra
y qué ineficaz.
Nada de lo que hay en mí
-y que es
tuyo-
puedo
entregarte con decirlo.
Mas lo
digo,
porque es
cárcel no elevar un canto
cuanto la
opresión nos quema,
y la
llama arde,
y la
dicha toda es decir te amo.
Aunque sea el acto más pequeño
y quizá, el que nada cambia:
te amo.
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