Sumergirme en Ti.
Dudarlo primero,
atreverme luego.
Vaciar mis
temores en la piel desnuda
dispuesta al
encuentro.
El primer
contacto es escalofrío,
casi un lamento.
Más ya, dado
el paso,
dejo que tu
aliento frío
cubra la
entereza de mi juicio entero.
El cuerpo,
descubierto en
su ligereza,
se entrega por
completo
y nado, nado,
nado
como si al
hacerlo me volviera
espejo de los
miles besos
con que me has
cubierto.
Soy gota contigo
y eres Tú mi mar.
Somos alegre dulzura,
embriagante dicha.
Eres agua viva
que cubre,
traspasa, eleva
y sumerge.
Mueves cada
fibra y sin resistirme
a flote emergen
mis penas
y, aunque no lo
quiero,
el llanto me
cubre,
me convierto en
agua.
Mi vida completa
sale de mis venas
y es ya
imposible distinguir
el dolor oculto,
porque en cada
lágrima
también hay
alivio.
Te lloro y te río.
Me río y me
lloro.
Y nado, nado,
nado
hacia tu mirada,
dentro de tu
cuerpo,
con mi corazón.
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