domingo, 8 de marzo de 2020

Tiroteos Escolares: Un intento de colocar el punto sobre la i

Este ensayo lo realicé durante mi primer semestre de la maestría de Psicopedagogía en la Universidad Internacional de la Rioja en su modalidad en línea. Fue uno de mis trabajos de la materia: Psicopedagogía en el Ámbito Social y Comunitario. Se los comparto.



Tiroteos Escolares: Un intento de colocar el punto sobre la i

Lic. Amida Araceli Castro Lechuga

            Empezar a escribir este ensayo ha sido una tormenta silenciosa. La pantalla del documento de Word parece burlarse de mi total incapacidad de colocar el punto sobre la i entorno a lo ocurrido el pasado 10 de enero del presente año (2020) en el Colegio Cervantes, en Torreón, Coahuila: un niño de 11 años introduce dos armas en su colegio, abre fuego, hiere a 4 personas, mata a una maestra, y se suicida.
            Mi primer impulso es hablar de otra cosa, cualquier otra cosa –el tema es libre, después de todo-, y supongo que eso es lo que podría hacer. Pero la realidad es que desde que escuché la noticia, esa silenciosa i sin punto, sin sentido, sin una clara razón obvia, me ha dejado convencida aún más de que ya es urgente buscar no sólo un punto, sino todos los que sean posibles para enfrentar un reto que se antoja, no sólo enorme, sino a ratos, imposible de enfrentar: la violencia, el enojo, la injusticia, el trastorno mental, la descomposición familiar y social, la muerte y el suicidio.
            Este ensayo busca ser académico, pero con la libertad de expresar nuestro ser y nuestra visión. Bien, pues mi ser se confiesa de visión nada clara y llena de dudas: ¿Qué puede llevar a alguien a matar y/o a buscar morirse? ¿Es simplemente un asunto de maldad o es el resultado de vivir en un mundo indiferente y distante? ¿Qué lleva a alguien a reaccionar con tal violencia, con tal capacidad de destrucción? ¿Es realmente una reacción? ¿Acaso no fue una acción deliberada y planeada, que buscaba, por desgracia, hacer aún más daño del que logró hacer?
            Una de las primeras declaraciones realizadas por el gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme, especuló sobre la posibilidad de que el niño hubiese estado influenciado por el video juego Natural Selection, pues traía puesta una playera con el nombre de dicho juego. (British Broadcasting Corporation [BBC], 2020) Por supuesto que eso inmediatamente llamó la atención de medios y especialistas. Y no tanto por la explicación demasiado utilizada y reduccionista de que los video juegos provocan violencia, sino por la vinculación con lo que fue la matanza que para muchos marcó un antes y un después en lo que a violencia escolar se refiere: Columbine.
El menor había cambiado su uniforme por un pantalón oscuro, tirantes y una playera con la leyenda Natural Selection, en una posible referencia a Eric Harris, estudiante de preparatoria que junto a Dylan Bennet cometieron un tiroteo escolar el 20 de abril de 1999 en la llamada Masacre de la Escuela Preparatoria de Columbine (en Denver, Colorado, Estados Unidos). (Sinembargo. 10 de enero 2020, párr.1)
            Desde aquel fatal año de 1999, los tiroteos en escuelas han sido una constante amenaza en nuestro vecino país y ahora lo es también para nosotros. Esta amenaza ha tenido diversas explicaciones que van desde los video juegos, vidas en extremos difíciles y tormentosas, bullying, drogas, la música de rock pesada, en fin. El común denominador de estas explicaciones, a mi entender, es que son reduccionistas en el sentido de que buscan “una causa” cuando en realidad, es un asunto multifactorial que se debe enfrentar de la misma manera: con frentes sociales, mediáticos, económicos, escolares, familiares, psicológicos, médicos, espirituales, morales, religiosos, en fin. No creo que exista un ámbito social y humano que no tenga un papel en dicho fenómeno. De ahí que este sea un asunto de responsabilidad de todos.
            Será imposible, por supuesto, definir todas las responsabilidades aquí, pero intentaré delimitar en la medida de lo posible la responsabilidad social, familiar y escolar. Todas estas responsabilidades no son excluyentes sino dependientes una de otras. Sin embargo, para acercarnos a estas responsabilidades, debemos hablar, antes que nada, del posible perfil psicológico y psiquiátrico de quienes pudieran realizar un acto semejante –aunque no exclusivo, pues la violencia tiene muchos más rostros y puede manifestarse como bullying, actos vandálicos, robos, extorciones, violaciones, abusos, venta y consumo de narcóticos, alcoholismo, entre otros tantos actos que afectan a nuestra sociedad.
Para acercarnos a este aspecto, nos centraremos, en los autores de la matanza de Columbine, pues esa playera de Natural Selection no es moda, sino desde aquella matanza, representa una postura ante la vida y una creencia con matices casi religiosos. Así lo explica Peterson (2019) en su libro 12 Reglas para Vivir, un Antídoto al Caos. En la primera página del sexto capítulo del este libro encontramos las siguientes palabras escritas por uno de los jóvenes autores de la matanza de Columbine: “No vale la pena luchar por la raza humana, sólo merece la muerte.” (citado por Peterson, 2019, p. 195.)
Las personas que piensan de este modo tienen una visión del Ser como algo injusto, cruel y corrupto, y del Ser humano en particular como objeto de desprecio. Se designan a sí mismos jueces supremos de la realidad y la condenan como algo defectuoso. Son los críticos definitivos. (Peterson, 2019, p. 195.)
Por su parte, el psiquiatra Dr. Frank Ochberg, y el psicólogo clínico y principal agente investigador del FBI del caso Columbine, Dwayne Fuselier, identificaron a Eric Harris como un psicópata con un complejo de superioridad que no sentía nada más que desprecio por la especie humana. (Eckel, D. y Herling, B.L., 2011, p. 116) Entre las características del psicópata delimitadas por Clerkley (1941) según lo citan López Miguel, M.J. y Núñez Gaitán, M.del C.(2008), se encuentra el encanto externo y notable inteligencia, inexistencia de pensamientos irracionales, ausencia de nerviosismo, mentiras, falta de remordimiento, incapacidad de sentir empatía, y egocentrismo patológico.
En cambio, el segundo asesino de Columbine, Dylan Klebold, no ha sido identificado con un trastorno de psicopatía. Se sabe, incluso desde antes de la matanza, que era retraído y sufría estados anímicos depresivos. Venía de una familia pacifista, manifestó en sus diarios una búsqueda espiritual y de sentido de vida, tenía excelentes calificaciones, había sido aceptado por diferentes universidades y llegó a estar en el programa escolar Chips (Challenging High Intelectual Potencial Students /Alumnos con un desafío de alto potencial intelectual). En resumen, era un alumno excepcional. Sin embargo, como ya se dijo, sufría de una evidente depresión. Por información obtenida de su propio diario se sabe que tenía años fantaseando con suicidarse, se auto-medicaba, y tomaba alcohol para mitigar su condición. (Cullen, D. 2009)
Estos dos perfiles nos brindan luz entorno a los diferentes factores que pueden llevar a alguien a cometer una atrocidad como la de abrir fuego en un lugar público. Por un lado, tenemos al psicópata, con características muy específicas de absoluta falta de empatía y remordimiento. Se sabe ahora que fue precisamente Harris quien orquestó el plan que además del tiroteo incluía bombas que afortunadamente no detonaron según planeado.
Por otro lado, se encuentra el suicida potencial, que, en un intento por encontrar sentido a su existencia, puede ser influenciado, manipulado y convencido de que matar y matarse es un proceder con mayor sentido que la búsqueda de la vida, tanto propia como ajena. El grado de dolor e incapacidad de lidiar con la existencia, puede llevar a estos pozos sin fondo en el que se manifiestan grados peligrosos de tristeza, pero sobre todo enojo hacia uno mismo y hacia el mundo, que tampoco ha sido capaz de dar respuesta al sinnúmero de necesidades físicas y emocionales no satisfechas, y en muchas ocasiones, ni siquiera reconocidas.
¿Y quién era el niño de 11 años que abrió fuego en el Colegio Cervantes? ¿Un psicópata? ¿O era un niño en un proceso de depresión que vio en los actos de estos dos jóvenes, una salida que pudiera darle sentido a su despedida final de un mundo al que ya no quiere pertenecer? Esta imitación no es ni la primera ni creo, por desgracia, que llegue a ser la última. Lo sucedido en Columbine ha dejado su marca en nuestra sociedad y se ha convertido para algunos, en un estandarte, en una postura contra el mundo.
Consciente de que Wikipedia no es una referencia que académicamente muchos validen, pero también muy consciente del valor social y cultural que tiene al reflejar lo que muchas personas saben, sienten y alcanzan a ver, me aventuro a invitarlos a revisar la entrada: The Columbine Effect (Wikipedia, The Free Encyclopedia, 5 de febrero, 2020) en el que se presenta una lista de cerca de cien eventos que pretendieron “copiar” esta actitud de “venganza contra el mundo” que Columbine manifestó. Entre ellos el sucedido en Torreón, el pasado 10 de enero. (Puede encontrarse el link en las referencias al final).
Esta entrada de Wikipedia pone de manifiesto que, tal y como se expresa al inicio del artículo: El impacto de lo sucedido en Columbine ha encontrado su eco en otros perpetradores de actos semejantes inspirados en Eric Harris y Dylan Klebold, al grado de que hay quienes los definen como mártires. (Wikipeadia, 5 de febrero, 2020)
Esto no es un hecho que nos deba dejar indiferentes. No es algo que esté sucediendo sólo en otros países. Sí es, en cambio, algo que tiene el potencial de convertirse en un acontecer cada vez más frecuente. Como sociedad necesitamos ofrecer a nuestros jóvenes valores que contribuyan a verdaderamente brindar una visión de vida que lleve a más personas al deseo de luchar por estar vivos, en lugar de luchar para matar y morir.
Peterson (2019) cita a Nietzsche al respecto: “El sufrimiento, ya sea psíquico, físico o intelectual, no tiene por qué engendrar nihilismo (es decir, la negación radical de todo valor, significado e interés). El sufrimiento siempre permite diferentes interpretaciones.” (Citado por Peterson, 2019, p. 202)
            Y es aquí donde, pienso, radica la posibilidad de buscar alternativas al sufrimiento y no dejar a nadie a la merced de mentalidades psicópatas incapaces de sentir empatía ni de establecer lazos de interacción con otros, y que, en lugar de eso, proponen la venganza, la destrucción y la total indiferencia hacia el dolor ajeno como alternativas válidas y deseables.
El deseo de venganza, por justificado que pueda estar, bloquea pensamientos más productivos. […] Ha habido pueblos enteros que se han negado de la forma más absoluta a condenar la realidad, a criticar el Ser y a culpar a Dios. (Peterson, 2019, p. 203 y 207)
            El ejemplo obligado al que recurre Peterson es el pueblo Hebreo –del que hemos heredado raíces ideológicas, morales y legales, importantes e innegables- pero no es el único. Japón, tuvo que levantarse después de dos bombas atómicas, Europa se vio en la necesidad de reconstruirse después de dos guerras mundiales, en México donde la norma suele ser “el que no tranza no avanza”, se han dado ejemplos de extrema solidaridad ante eventos catastróficos como terremotos e inundaciones. Y si nos damos a la tarea de buscar a nuestro alrededor, encontraremos sin duda muchos ejemplos de personas que todos los días deciden cambiar su vida en lugar de culpar al destino de su desgracia. Lo que casi nadie comprende es que detrás de estos ejemplos hay dos elementos fundamentales: la convicción de que vale la pena el esfuerzo, y el apoyo mutuo. La pregunta es, entonces, como sociedad, escuela y familia, ¿estamos proporcionando una formación y educación que aliente el esfuerzo, lo reconozca y le brinde incentivos? ¿Fomentamos el apoyo mutuo y la solidaridad siempre y no sólo en la desgracia?
            Necesitamos por eso aprender del camino ya recorrido por Estados Unidos entorno a medidas que ha implementado para tratar de evitar este tipo de tragedias.  El libro Responding to School Violence: Confronting the Columbine Effect (Respondiendo a la violencia en la escuela: enfrentando el efecto Columbine), asegura que:
… Las políticas de anti-violencia han fracasado en prevenir violencia en las escuelas y han transformado a las mismas de, ser lugares de educación y desarrollo social positivo, a convertirse en ambientes dominados por la falta de confianza, hiper-vigilancia, miedo, y agresión simbólica. El centro de las políticas disciplinarias anti-violencia en las escuelas consisten en políticas duras, de cero-tolerancia, características de las políticas empleadas en el combate al crimen.  (Muschert, G.W., Henry, S., Bracy, N.L., & Peguero, A.A., 2014, párr. 16).
Este trabajo colaborativo cita a varios autores que abogan a favor de una aproximación “interactiva-acumulativa” que identifica tanto las causas individuales como lo puede ser la existencia de un trastorno mental, el acceso a armamento, asociaciones entre compañeros no muy alentadoras, y abuso y/o negligencia de parte de la familia. Aseguran también que dado que la escuela es una comunidad se deben cuidar las influencias que en ella generan enojo y alineación en miembros de la comunidad. Y se deben cuidar las relaciones maestros-alumnos y dejar de lado ideas de que el castigo es la respuesta adecuada a problemas de comportamiento.
Algo que, llamó particularmente mi atención es que proponen “promover contextos escolares en los que los estudiantes sean respetados y dirigidos por conceptos que surgieron de la justicia restaurativa”. (Muschert et al., 2014, párr. 16)
            Estoy familiarizada con el concepto de justicia restaurativa porque trabajé en la Pastoral Penitenciaria de Saltillo por más de cinco años y sigo contribuyendo como voluntaria en el Centro de Internamiento Especializado en Adolescentes Femenino de la ciudad de Saltillo (correccional para infractoras menores de edad).
            Sin afán de profundizar demasiado en este concepto baste aquí decir que: “El postulado fundamental de la justicia restaurativa es que el delito perjudica a las personas y las relaciones, y que la justicia necesita la mayor subsanación del daño posible. De esta premisa básica surgen preguntas clave: ¿quién es el perjudicado? ¿Cuáles son sus necesidades? ¿Y cómo se pueden satisfacer dichas necesidades?” (McCold, P. y Wachtel, T., 2003, p. 1)
La esencia de la justicia restaurativa es la resolución de problemas de manera colaboradora. Las prácticas restaurativas brindan una oportunidad para que aquellas personas que se hayan visto más afectadas por un incidente se reúnan para compartir sus sentimientos, describir cómo se han visto afectadas y desarrollar un plan para reparar el daño causado o evitar que ocurra nuevamente. (McCold, P. y Wachtel, T., 2003, p. 2)
            Esta reparación del daño no implica sólo culpar al delincuente y exigirle mejores resultados, que asuma responsabilidades que quizá aún no comprende que tiene y castigarlo si no hace lo que se pide. Implica adentrarse tanto en las necesidades de la víctima como en las necesidades del victimario, reconociendo así también el daño que a su vez ha sufrido sin que por eso se niegue la responsabilidad que tiene ante el daño causado. Implica humanizar al criminal sin convertirlo también en una víctima que justifique sus excesos, sino en un individuo capaz y responsable de su propio bienestar, pero que no está solo en la búsqueda de ese bienestar.
            Bien, si tomamos en cuenta que muchos de los criminales que hoy en día están detrás de las rejas, alguna vez fueron alumnos, y revisamos el trato que muchos de ellos recibieron en la escuela, nos daremos cuenta de que en demasiadas ocasiones sus necesidades educativas, físicas y de seguridad fueron ignoradas, rechazadas o vistas de menos, por ser alumnos “problema”. La realidad es que, tanto en escuelas como en el hogar, solemos calificar a los niños como flojos, groseros, hiperactivos, desorganizados, y tantos otros adjetivos, que pasan por alto sus necesidades básicas fundamentales de motivación. Es un lugar común decirle a un niño, por ejemplo, “pon atención”, sin que nadie trate de ver el momento desde sus ojos para comprender qué le impide poner atención, o cómo es esa atención que trata de dar, qué lo lleva a no atender, qué pensamientos interrumpen sus intentos de poner atención. Vaya, ni siquiera nos tomamos el tiempo de explicarle cosas tan simples y aparentemente obvias que quizá no saben cómo hacer. Decirle algo así como, por ejemplo: para poner atención necesitas ver hacia el pizarrón, poner tus manos sobre el escritorio, escucharme y tratar de repetir en tu cabeza lo que estoy diciendo para verificar que lo comprendes, y pedirme que diga otra vez lo que no te entendiste porque no lo puedes explicar tú. Piensa también en algo de tu vida que tenga que ver con esto que estamos aprendiendo, platícame qué es, cómo lo relacionas, qué sentimientos te genera.
            Educar no sólo implica transmitir información y pretender que los educandos puedan repetirla, sino ayudarles a experimentar lo que es aprehender (con h), hacer ejercicios, hacer conexiones, aplicar eso que parece haber comprendido, hacer analogías, y comprender cómo eso mejora su autoimagen (por aquello de “lo logré”) y permitirle experimentar participar en la educación de otros generando comunicaciones asertivas y sanas entre los miembros de un grupo que forzosamente tendrán problemas entre sí y que deberán general tolerancia y buena voluntad los unos hacia los otros.
            Y al hablar de educar, no sólo me refiero a la escuela. El hogar es también lugar de aprendizaje en el que se debe vigilar el crecimiento del menor con mayor cercanía e interés. ¿Sucede? Lamentablemente la vida tan complicada que tenemos hoy en día no siempre lo permite. Y problemas emocionales pueden pasar fácilmente desapercibidos por juicios prematuros tanto en un sentido positivo –como el pensar que todo va bien porque el niño no presente problemas escolares- como negativo –como el pensar que todo va mal porque el niño no logra tener buenas calificaciones.
            Busquemos pues la justicia y busquemos que sea “restaurativa”, es decir, que tome en cuenta las necesidades de justicia de todos los actores: no sólo del maestro –que necesita terminar un temario-, del padre de familia –que necesita que su hijo esté bien y sea feliz, sin que le implique más trabajo del que ya tiene-, del niño –que tiene sus propias necesidades muchas veces no comprendidas ni por él mismo. Aprendamos estas estrategias de asertividad, mediación y resolución de conflictos que pueden dar resultados más cercanos a todos los actores y no sólo dan autoridad ciega y unilateral. La justicia debe buscar abrir los ojos y considerar al individuo en su individualidad, en sus necesidades particulares y en sus circunstancias únicas. Yo no creo en la justicia ciega. Creo en la justicia que, consciente de sus límites, busca ver a detalle para acercarse lo más posible al alma de lo humano.
Como se puede ver, ha sido muy complicado dar respuesta a las preguntas planteadas al inicio y que aún están en mi mente. ¿Qué puede llevar a alguien a matar y/o a buscar morirse?
            En el caso de José Ángel, el niño de 11 años que, en el Colegio Cervantes de Torreón, Coahuila, queda claro que tomó como ejemplo y modelo el establecido por los jóvenes de Columbine. Sinceramente, dudo mucho que haya sido un pequeño psicópata. Diversos estudios estadísticos señalan que en la población general sólo entre el 1 y 2 % de la población es psicópata. (Pérez Soliva, M., marzo 2008) Creo que es más probable que estuviera atravesando por una depresión, independientemente de que no haya habido señales de mal aprovechamiento escolar.
Claro que definirlo del todo es imposible, primero porque no soy psiquiatra, y segundo porque, incluso en el caso de que lo fuera, no tendría suficiente información para determinarlo. Es fácil intentar hacer un juicio desde estas líneas y decir cosas como que era un foco rojo el hecho de que su madre haya fallecido, que su padre lo haya dejado al cuidado de sus abuelos, que su abuelo haya tenido armas al alcance del niño, o que quizá sufrió discriminación por parte de sus compañeros –algo que a veces les sucede a los niños inteligentes y capaces en ambientes escolares- o quizá sufría abusos de algún tipo en casa o en su comunidad. Incluso podríamos concluir de manera demasiado ligera que efectivamente los video juegos, el acceso al internet y toda la violencia que se ve en la televisión y medios, fueron las causas de su desequilibrio. El caso es que, no sabemos más allá de lo poco que se nos ha dicho y ese poco no sirve para tapar el pozo una vez ahogado el niño.
            Lo que nos toca ahora es enfrentar los casos que se nos presenten buscando también lo que la justicia restaurativa busca: Identificar quién es el perjudicado y estar consciente de que pueden incluso ser todos los actores. ¿Cuáles son las necesidades de cada actor? ¿Y cómo se pueden satisfacer dichas necesidades?
En el artículo Tiroteos Escolares: Creando sentido del sinsentido (School shootings: Making sense of the senseless.) Wike, T.L. y Fraser, M.W. (2009) indican que los estudios de caso que hasta ahora se han hecho de los diversos tiroteos ocurridos en los últimos años, han empezado a arrojar luz en torno, tanto a factores individuales como a características de las escuelas en donde estos eventos han ocurrido. A partir de estos factores los autores proponen seis estrategias de prevención:
1)  Crear apego escolar (school attachment), comprendida como la creencia de los alumnos de que, tanto a los adultos y como a sus compañeros en la escuela, les importa su aprendizaje y su persona, como ser individual y único que es.  
2) Reducir la agresión social.
3) Descomponer códigos de silencio, es decir, ayudar a los alumnos a denunciar y hablar de los que les sucede, piensan, sienten y creen.
4) Establecer protocolos de intervención y diagnóstico para alumnos que sufren rechazo o muestran problemáticas.
5) Reforzar la seguridad física y humana de todos en la comunidad educativa.
6) Aumentar la comunicación tanto hacia el interior de las instancias escolares como hacia recursos locales que puedan brindar ayuda, apoyo u orientación. (Wike, T.L. y Fraser, M.W., 2009)
Tal y como ya lo explicaron tanto Carl Rogers como Abraham Maslow, los dos precursores de la psicología humanista: Hace falta escuchar con empatía y hay que identificar la necesidad primaria y luego la secundaria, y así sucesivamente, para motivar y ayudar a nuestros niños y jóvenes a encontrar el deseo de la autorrealización, la lucha y la entrega a una vida llena de retos, pero que vale la pena vivir.

 ¿Por qué nos sorprende que alguien encuentre respuestas de violencia y venganza en posturas de enojo y frustración como las ejemplificadas por un psicópata que, a pesar de no ser capaz de sentir empatía, se convierte en la voz empática que hace eco en toda esa frustración, tristeza y enojo con el que vive día tras día, sin encontrar esperanza en nuestras acciones, intereses y deseos superfluos, o por lo menos, aparentemente indiferentes a sus propios deseos y necesidades?
¿O cómo pretendemos reducir el número de jóvenes que se agregan a las filas del crimen organizado cuando bien que mal reciben ahí posibilidades, no sólo económicas, sino de seguridad, pertenencia, socialización y reconocimiento? ¿No será que tanto como familia, escuela y sociedad no les estamos proporcionando modos de satisfacer esas necesidades elementales? ¿Cómo culparlos entonces? ¿Cómo exigirles un comportamiento que no fomentamos, alimentamos y promovemos con buenos salarios, buena educación –que insisto, no sólo implica conocimientos- horarios decentes y entretenimiento de calidad?
Lo dicho: no podemos reducirlo todo a una causa, pero sí podemos intentar acercarnos a cada caso al que nos enfrentemos de manera particular para identificar factores de riesgo (necesidades) y promover factores protectores (manera de cubrir esas necesidades). Si podemos exigir mejores políticas sociales y educativas, si podemos buscar la mediación y resolución de conflictos dentro de nuestras comunidades, familias y nuestros salones de clase, si podemos educarnos en formas y técnicas de escucha activa y atenta, y aprender a desarrollar la empatía para enseñarle a nuestros niños y jóvenes a desarrollarla en ellos mismos. En fin, es mucho lo que sí se puede hacer y vale la pena dejar de lado las culpas y asumir la responsabilidad que nos toca.
Y es que no importa qué tanto quieran tapar el pozo, si no creamos verdaderas estructuras que nos ayuden a sacar provecho de todo el potencial en el que se están ahogando nuestros niños y jóvenes, el pozo seguirá ahogándolos y nosotros seguiremos corriendo el riesgo de caer con ellos.

Referencias
British Broadcasting Corporation [BBC]. (10 de enero, 2020). Tiroteo en Torreón, México: un estudiante dispara en su escuela y deja al menos una maestra muerta y 6 heridos. BBC News Mundo. Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51069270

Cullen, D. (25 de abril, 2009). The Reluctant Killer. The Gardian. Recuperado de https://www.theguardian.com/world/2009/apr/25/dave-cullen-columbine


López Miguel, M.J. y Núñez Gaitán, M.del C.(2009). Psicopatía versus trastorno antisocial de la personalidad. Revista Española de Investigación Criminológica, 7(1). 1-17. Recuperado de  https://idus.us.es/bitstream/handle/11441/50461/Psicopat%c3%ada%20versus%20transtorno.pdf?sequence=1&isAllowed=y

McCold, P. y Wachtel, T. (Agosto, 2003). En busca de un paradigma: una teoría sobre la justicia restaurativa. Ponencia presentada en el XIII Congreso Mundial sobre Criminología de la Sociedad Internacional de Criminología (SCI), en Río de Janeiro, Brasil. Recuperado de http://biblioteca.cejamericas.org/bitstream/handle/2015/1949/paradigm_span.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Muschert, G.W., Henry, S., Bracy, N.L., & Peguero, A.A. (2014). Responding to School Violence: Confronting the Columbine Effect. Boulder, CO, E.U.: Lynne Rienner Publishers Recuperado de http://www.ncjrs.gov/App/publications/abstract.aspx?ID=266239

Pérez Soliva, M. (marzo 2008). Aproximación al psicópata social, integrado. Una visión histórica. Ponencia presentada en el Congreso Virtual Internacional de Psiquiatría, Psicología y Salud Mental, Interpsiquis de psiquiatría.com y la Asociación Internacional de Psiquiatría. Congreso en línea. Recuperado de http://psiqu.com/1-3769

Peterson, J.B. (2019). 12 Reglas para Vivir, un antídoto al caos. [Traducido al español de 12 Rules for Life, An Antidote to Chaos] México: 2019.

Sinembargo. (10 de enero 2020). Quizás no lo inspiró videojuego: asesino de Columbine traía una camisa con “Natural Selection”. Sinembargo.com. Recuperado de https://www.sinembargo.mx/10-01-2020/3709975

Wike, T.L. y Fraser, M.W. (2009). School shooting: Making sense of the senseless. Aggression and Violent Behavior, 14(3) 162-169 Recuperado de https://doi.org/10.1016/j.avb.2009.01.005

Wikipedia, The Free Encyclopedia. (5 de febrero, 2020). Columbine Effect/ List of copycat incidents. Recuperado de https://en.wikipedia.org/wiki/Columbine_effect#List_of_copycat_incidents


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