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Hay días en los que me veo al espejo y ahí estás.
En cada rincón de mi rostro los fósiles de tu
presencia
Tu presencia es el peso de millones de pequeños daños,
descomposiciones y minerales petrificados
que ejercieron su acción sobre mí
y endurecieron la capacidad que tengo de ser yo.
Para ti fui roca que todo lo pudo y todo lo aguantó.
Para ti fui tierra infértil, campo vacío… polvo.
Una rabia instantánea que quiere violentarte
tanto o más de lo que me has violentado tú a mí,me invade entonces…
Es lava en el pecho.
Es terremoto que remueve la tierra del pasado,
la que está enterrada en el escombro de tu recuerdo
y expone los fósiles que dejaste en mi ser.
Expuesta, ya no hay más remedio: me observo.
Pero no con la curiosidad y admiración
del científico que descubre;
La enorme bestia que dejó estas petrificadas huellas en mi rostro
no logró destruirme.
Y, sin embargo, aún me llena de frío y aún tiemblo.
Las huellas petrificadas de toda esa violencia pasiva,
abiertamente denigrante hacia mi condición de mujer,
siguen aquí…
Eres mi pasado.
El que me formó y me dio la fuerza para seguir.
Porque hay que aceptarlo: no todo fue malo.
Me diste educación, empeño y disciplina.
Tú me enseñaste a construir sobre roca.
La roca que soy… la que incluso tú desechaste
y que es hoy pilar y sostén de vida.
Tú me diste esta mirada de fiera y esta voz áspera y
alarmante.
Me llenaste de fuerza…
… y de miedo.
Un miedo que hoy lucho por romper:
no puedo construir mi vida sobre los fósiles de tu
presencia.
Son demasiado valiosos… y…
…son moldes vacíos.
Por eso, hoy exploro mi rostro y te reconozco en él.
Te expongo y confieso mi gratitud, mi lamento y mi coraje
con la esperanza de que la erosión del material
expuesto
-ese aliento divino que me acaricia y susurra-
exponga a su vez la verdad que de ti nunca he de
obtener:
Soy mujer amada, necesaria y valiosa.
Así es: Soy mujer.
Tan humana y por eso mismo, tan hombre,
cómo tú nunca lo podrás ser.
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