jueves, 12 de julio de 2012

Un Recinto de Música, Historia y Reconciliación

Banca-recinto-juarez El día estaba nublado, perfecto para sentarse en una banca de la Plaza de Armas, frente a la Catedral Saltillense, sin temor a los penetrantes rayos del sol que, pasaditas las 10 de la mañana, suelen invadirlo todo.
La muchacha –es en realidad una señora, pero ella se siente una muchacha y yo le doy por su lado por cariño– trata de leer un libro, pero tiene inquietud en el alma. Necesita un confesor, un amigo, una charla, una reconciliación, un encuentro con la vida que le dé la sensación de compañía, auxilio, perdón. De pronto, escucha música: violines, bajo, flautas, todo un ensamble de instrumentos que dejan escapar por alguna ventana o puerta su escándalo. Ella no soporta escuchar sin acercarse, de modo que se pone de pie y camina hipnotizada, como siguiendo el olor de las notas, absorta.
Llega a la puerta de un viejo edificio conocido como El Recinto de Juárez, a un costado de Catedral, por la calle, precisamente, de Juárez. Un poco temerosa pero decidida, entra. A mano izquierda ve una puerta desde donde se percibe un salón largo y angosto en el que músicos e instrumentos se confunden entre sí de lo apretados que están. Es el ensayo de la Banda de Música del Estado, pero eso aún no lo sabe. En ese momento ella sólo supo que quería quedarse a escuchar, así que entró de lleno a un patio central en el que una escultura de Juárez la saludaba. Vio bancos de jardín invitándola a sentarse, de modo que ella se sentó tan sólo para levantarse como si su cuerpo fuera un resorte: la banca estaba aún mojada por la lluvia matutina que despertó a Saltillo aquel día.
Ya se mojó, escuchó decir a un señor, ya mayor, que se acercaba. ¿Quiere conocer del lugar o quiere escuchar la música?, le preguntó Don Jesús Vázquez Torres, que así se llama, pero eso todavía no lo sabe. Ella le responde que las dos cosas, pero primero la música, que si no se acaba y ya no va a disfrutarla.
Se sentó entonces en un rinconcito seco en medio de dos puertas que dan a la sala de ensayo. Desde aquel rincón del mundo escuchó música por más de una hora y se perdió en sus pensamientos. Fueron momentos de reconciliación consigo misma, con la vida, con su suerte, con su alma y con Dios. Aquella mañana fue un regalo, sin duda. Le hacía tanta falta sentir que salía de su realidad para entrar en un espacio fantasma en el que el tiempo no existe, y si existe, simplemente no se siente.
La música cesó por lo que parecía ser un descanso, pues los músicos soltaron sus instrumentos y salieron unos a comer algo ahí mismo en las bancas, otros a charlar en la puerta o en la calle. Ella aprovechó entonces para visitar a Don Jesús Vázquez, en la Biblioteca que está cruzando el patio central.
Don Jesús le explicó que se le conoce como Recinto de Juárez porque alojó a Don Benito Juárez durante la ocupación Francesa, en 1864. Como en ese entonces Juárez era Presidente, aquella casa pasó a ser Palacio Nacional mientras el mandatario estuvo en ella. Y no llegó solo. Trajo consigo 11 carruajes con los archivos de todos los estados. Del 9 de enero al 2 de abril de aquel 1864, esta casa fue el edificio más importante del país. Y durante ese tiempo, muy bien pudiera ser que el mismo Juárez se haya alejado del mundo y haya logrado tener un momento de quietud en el mismo rinconcito donde nuestra amiga-señora-muchacha platicó con su soledad y descubrió que no está tan sola después de todo.
El edificio es más antiguo que la Catedral, aunque de la construcción original ya no se conservan más que las paredes y el portón, todo lo demás ha sido remodelado. Hoy es el Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas y es también, en un día nublado, un lindo espacio de reencuentro con la música, con la historia de un país, con la propia existencia y con Dios, que es generoso cuando sabe que lo necesitamos y muy creativo cuando quiere acercarnos a su presencia.






2 comentarios:

chely_lec dijo...

Me gustó mucho, hace días quería leerla y por razones de prisa o cansancio no había podido. Me gusta mucho cuando narran algo de la vida real, Cambia mi panorama y me regresa a la conciencia la importancia de vivir y disfrutar cada momento. Un abrazote y besos.

Amida Castro dijo...

Gracias. Love you very much!