Buscaba un pretexto para escribir. Pero no hay ninguno. Desde hace ya más de un mes no quiero decir nada. Nada. Voy a lastimarte con mis palabras. Y no quiero hacer eso. Entonces me las trago, como lo he hecho toda la vida. Es como comer vidrio, ¿sabes? Es como sentir que tus entrañas sangran y verte descomponerte poco a poco, día a día. Pero al menos tú vivirás en la ilusión de que todo está bien. De que tú estás bien. Porque eso es lo que quieres: estar bien. Nada tiene que ver con el amor que dices que me tienes. Nada tiene que ver conmigo ni con mis necesidades. Esas son un chiste. Un pretexto para reírnos juntos, pues es absurdo que yo necesite algo más que tu amor.
Buscaba un pretexto como lo he buscado toda la vida. Un amor que sea más grande que tú y que yo. Y que por eso mismo me obligue a abrir los ojos y los labios. Un amor que surja de mí y que me lleve a mí. Y que al reconocerme te reconozca. Y te de la misma dignidad que pido.
Buscaba y te pedía que buscaras conmigo. Y lo hiciste. El amor te llevó a entregarme el gusto de verte a mi lado participando en ritos y rituales. Que de eso se trata, pensaste: ritos y rituales. Démosle a la niña su gusto por creer en historias de trascendencia, en cuentos de amor y gloria, en pasiones que son tan trágicas que no vale la pena repetirlas en uno mismo. Démosle a la niña su gusto por creer.
Y así, mientras tú me dabas atole con el dedo, yo, a cuenta gotas, fui leyendo la verdad que tu condescendencia creyó vedada a mi capacidad e inteligencia. Y un día la niña se dio cuenta de que ya no era la pequeña de tus ojos. Creció, creció tanto que ya no cabía en tus brazos, que ya no puede seguir a la sombra de tus deseos, ni de los suyos. Creció en fe y en dignidad. Creció con historias de trascendencia que quiere hacer realidad. Creció con historias… que quiere hacer realidad.
Historias en las que no estás tú. Historias que buscan, ya no pretextos, sino verdades. Historias que hablan, no de amor, sino de Dios, que si bien es amor, es mucho más que sólo eso. Es la valentía de decirte que eso que tú me dices que es Dios, es en muchas ocasiones lo que te conviene que sea. Y Dios ya está cansado de ser tu pretexto para mantener al mundo bajo los mismos esquemas de escuela, iglesia, sociedad y familia.
Buscaba un pretexto para escribir. Pero no encontré ninguno.
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