domingo, 23 de noviembre de 2014

Hazlo Tú



Toma mi corazón y perdona Tú en él.
Dame la voluntad de abrir mis ojos
y ver la realidad desde Tu mirada,
pues si yo me permito ver,
sé que encontraré las heridas abiertas
que aún sangran por dentro.
Sentiré todo el daño.
Viviré la esperanza cual piedra
amarrada al cuello
y no habrá manera de evitar
sumergirme en las profundidades
de la ausencia de ti.

No me digas: perdona.
Perdóname Tú a mí,
y haz por mí el trabajo sucio
de beber este cáliz amargo
que implica no olvidar
ni negar lo ocurrido,
y con toda el alma,
hecha escombros y añicos,
ser capaz de relajar la tensión
de mis puños cerrados
dispuestos a destruir.

Hazlo Tú.
Toma el llanto que aún brota
y transfórmalo en fuente
de un amor, que si bien no
puede ser infinito
-no, no hay manera de amarlos
tanto así-
logre ser suficiente,
y que con eso baste para no suplicar
que los hieras de muerte.

Hazlo Tú.
Toma el cuerpo dolido
y conviértelo en gozo
de saberme aún viva.
Regrésame la alegría perdida
en la ingenuidad de haber
creído mentiras.
Y dame una vez más
la confianza de saberte conmigo,
protegida del mal.
Pues me resulta imposible
no dudar ante el mal
que en Tu nombre han hecho.

Hazlo Tú.
Que yo siento mi alma
escapar temerosa
pues para ella amar
es tortura, ignorancia,
desengaño y desprecio.

Hazlo Tú.
Porque este espíritu mío
prefiere ya morir
a volver a creer que el amor
es un soplo de vida.
Y prefiere, por terror,
esconderse en tinieblas,
que si bien son tristeza
por lo menos no mienten
ni prometen ser luz, esperanza y amor.
Sólo son lo que son:
el abrazo de una vida mortal
que al tener fin, nos promete descanso
y un olvido total. 
Y perdona que crea que es mil veces mejor.
No me culpes,
es difícil vivir con el yugo
de un existir sin sentido o valor.
De modo que por favor,
hazlo Tú.

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