miércoles, 17 de enero de 2018

En Sus Manos


Yo no los perdoné.
Le pedí a Dios que los perdonara.
Yo no podía perdonarlos.
El dolor era total, real, infinito.
“En tus manos encomiendo mi espíritu.”
Perdí la voluntad, gané la muerte.
Dejé de importar y tener importancia.
Fui nada, tal y como siempre fue
desde el principio: polvo que vuelve a casa.

Llegué al vacío, a la ausencia de Ti.
Donde ya nada importa.
Donde todo es ganancia porque nada se tiene.
Agradecí morir a la ilusión de estar viva.
Agradecí que tu amor fuera tan grande
que no me permitieras perderme en mi grandeza.
Agradecí mi incapacidad de sostenerme.

Tu vacío invadió mi voluntad,
y quise ser nada contigo.
Dejé de luchar y dí mi último respiro.
Al inhalar volvió la vida a mis pulmones,
Volví a sentir el peso de mi cuerpo
y el hambre en mis entrañas.
Pero yo era otra.
No era mejor, ni peor. Sólo otra.

Hoy exhalo y muero,
Incapaz de encontrar ni de dar el perdón.
Hoy inhalo y vivo,
y soy otra, la que nunca tocaron,
la que existe sin daño ni perdón que invocar.
Y Dios…
Dios es la fuerza inenarrable
de mi espíritu péndulo.

Es Dios quien me quita la muerte,
para darme la vida.
Es Dios quien toma mi vida
y comparte su muerte.

Y en Sus manos encomiendo mi espíritu.

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