Lectio Divina:
“Entonces
Dios mandó contra el pueblo serpientes-ardientes. Muchos de los Israelitas
murieron por sus mordeduras. El pueblo fue a ver a Moisés y le dijo: ‘Hemos
pecado, hemos murmurado contra Yavé y contra ti. Ruega a Yavé por nosotros,
para que aleje de nosotros las serpientes’. Moisés oró por el pueblo, y Yavé le
dijo a Moisés: "Hazte una serpiente-ardiente y colócala en un poste. El
que haya sido mordido, al verla, sanará.’” Num 21, 6-8
“Recuerden
la serpiente que Moisés hizo levantar en el desierto: así también tiene que ser
levantado el Hijo del Hombre, y entonces todo el que crea en él tendrá por él
vida eterna.” Jn 3, 14
El veneno del pecado, del dolor injustamente y justamente sufrido, del juicio, del murmurar, de la traición, la desesperanza, en fin, el veneno mata nuestra alma, nos hace insensibles al dolor que también somos capaces de provocar. Nos coloca en la silla de la justificación de nuestros actos. Nos da la ilusión de que tenemos “derecho” a nuestra dosis de indiferencia hacia los demás. Nos dice que “no es personal”, simplemente así son las cosas. “¿Cómo? ¿Te dolió, te lastimé? Oh, bueno, no lo tomes tan a pecho, la vida es así.”
¿Cómo, pues, nos
podemos librar de ese veneno? Porque finalmente está ahí, no porque seamos “malos”,
sino porque hemos sido mordidos por el dolor de otros, por el veneno de otros,
por la indiferencia y la crueldad de otros.
Nos salvamos “contemplando”
la serpiente que lo provocó. En estos versículos, en especial Juan 3, 14, podemos
ver que la Cruz de Cristo es el resultado de todo ese veneno. Si hemos de
evitar sacrificar a otros, necesitamos “ver”, tomar conciencia de la manera en
que es posible lastimar a otros, lo vulnerable que somos todos, para actuar de
tal modo que no lastimemos a los demás, no terminemos cargando nuestra
responsabilidad en ellos. Porque finalmente, somos nosotros los que debemos ser
conscientes de que nuestros actos siempre, siempre, siempre, van a afectar a
otro. Nuestros actos son nuestra responsabilidad. Ese otro es una “persona” y
si le afecta, no podemos pretender que “no lo tome personal”. Somos responsables
nosotros de que nuestros actos se encaminen a “alentar” al otro, no a
aplastarlo, regañarlo, lastimarlo, ofenderlo, destruirlo, eliminarlo,
marginarlo, exigirle lo que no podemos ni queremos darle: respeto, dignidad,
amor, tolerancia, paciencia, gentileza, amabilidad, solicitud, reconocimiento.
Danos, mi Bien,
la capacidad de entregarnos a la contemplación de tu Cruz y del veneno que la
generó, de forma tal que no podamos más que ser conscientes del daño que podemos
hacer, y de la importancia de evitar ser también serpientes que están tan
llenos de odio que no podemos más que hacer el mal. Que Tu perdón sea el
bálsamo que cure nuestras heridas, y que tu amor sea la venda que las protege,
de tal forma que sepamos también dar bálsamo y protección cuando otros lo
requieran. Mas te pido también, que no nos dejes cerrar los ojos al daño que
nos hacen bajo la consigna de que necesitamos ser sacrificados por nuestras
culpas. Según comprendo, y es así como realmente lo creo, el saldo de nuestras
culpas y nuestra maldad ya está cubierto. De modo que danos voz para levantarla
frente a la injusticia y/o la venganza que otros quieren imponernos, y que
nosotros también somos capaces de buscar imponer en los demás. Imposición a la que recurrimos con tal de no pagar el precio de “tomar
conciencia”. No permitas nunca que nos escudemos en aquello de “así
es la vida, no lo tomemos personal”. No mi Señor. ¡Es personal! Porque eres Tú
quien vive en nosotros, y lo que hagamos al más pequeño de tus hijos, y lo que
nos hagamos a nosotros mismos o permitamos que otros nos hagan, te lo hacemos a
Ti.
Bendito eres mi amado Jesucristo, por la transparencia con que nos enseñaste el camino. Que sepamos tener la voluntad de ver lo que tan doloroso fue enseñarnos. Amén.
Bendito eres mi amado Jesucristo, por la transparencia con que nos enseñaste el camino. Que sepamos tener la voluntad de ver lo que tan doloroso fue enseñarnos. Amén.
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