sábado, 26 de mayo de 2018

Amiga


La luna ya no es poema.
Es realidad y tiene su lado obscuro.
Y no la extraño.
La admiro.
La veo transmutarse cada noche.
Crece. Disminuye. Crece de nuevo.
Me invita a despertar,
a reconocer en la noche
las sombras que me forman.
Promete acompañarme
cuando pueda.
Sólo cuando pueda.
“No voy a mentirte”, me dice.
“No siempre estaré ahí.
Pero siempre volveré.
Eso sí puedo prometerlo.”
Y cumple su promesa.
La admiro porque sabe
cumplir con sus promesas.
Reconoce sus tiempos,
comprende los míos.
La luna ya no es poema,
ni espejismo reflejado
en un mar hambriento.
La luna es ejemplo de humilde
realidad: no tiene brillo propio
y, bien visto, no es más que una roca.
“Soy terca, dura y constante”,
me dice.
“Conozco mis límites, acepto la obscuridad,
y soy capaz de revelar la belleza de la noche,
la verdad oculta, y la bondad invisible.
Soy, también, incapaz de acompañarte siempre,
pero incluso detrás de la vedada realidad,
estoy presente, y desde mi trinchera
te siento y pienso en ti.
Por eso, cuando puedo, me verás rociarte
de luz prestada que nunca he de quedarme.
La luz es para ti, niña de luna azul,  
fenómeno irreal pero existente.
Dulzura perdida en la ceguera de otros.
Amiga.”


Photo taken from: http://www.muyinteresante.com.mx/ciencia-y-tecnologia/espacio/18/01/23/la-luna-azul-no-se-llama-asi-por-su-color/

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