sábado, 18 de mayo de 2019

Somos polvo

Photo by Austin Ban on Unsplash

“Sepan pues que, de generación en generación, los que esperan en Dios no serán vencidos. No teman las amenazas de un hombre que va en contra de Dios, porque su gloria terminará en la basura y en la podredumbre. Hoy lo honran, pero mañana ya nadie lo conoce; volverá al polvo de donde salió y nada quedará de sus proyectos.” 1 Mac 2, 61-63

Estas palabras pueden decirse de dos maneras: con fe y convicción, y con resentimiento e incluso odio.

Exploremos la segunda opción. Podemos estar tan lastimados, dolidos, enojados, frustrados, resentidos, que nos lamemos las heridas mientras pensamos en la manera en que “somos mejores” que aquellas personas que nos han herido: “su gloria terminará en la basura y en la podredumbre”, nos decimos. Pensamos: “ese honor que todos le dan hoy y que a mí se me niega, se convertirá en nada, porque el/ella es nada. Son personas vacías, sin valor, sin valores, sin consideración y sin alma. Polvo, son polvo.”

Esta actitud es la que generalmente empleamos. Nos lastiman y los “sin vergüenza” son ellos. No sólo somos mejores, sino que, si está en nuestras manos, los obligaremos a someterse a nosotros y nuestra voluntad. Unos párrafos antes de esta cita, se nos dice que Matatías y quienes lo seguían: “…fueron organizando su ejército. Comenzaron después a descargar su cólera sobre los renegados, y su furor sobre los que habían abandonado la Ley. […] Llevaron a cabo expediciones para destruir los altares y circuncidar a la fuerza a los niños no circuncidados que encontraban en el territorio de Israel.” 1 Mac 2, 44-46

Así, seguir la Ley puede significar obligarnos y obligar a otros a hacer lo que sea que interpretamos como “correcto”, sin consideración de ningún tipo, sin tomar en cuenta absolutamente nada. De este modo, nos convertimos en exactamente lo mismo que pretendemos combatir: seres humanos totalmente intolerantes.

Exploremos ahora la primera opción: la fe y convicción. La cita nos dice: “Sepan pues que, de generación en generación, los que esperan en Dios no serán vencidos.” ¿Quiere esto decir que no tendremos derrotas, que siempre ganaremos, que estamos “a priori” en lo correcto? No. Claro que no. Eso es ego.

Quiere decir que comprendemos que la derrota nunca es absoluta. Precisamente por eso, nos damos el permiso de caer, de decir “ya no puedo”, de darnos el tiempo de lamer nuestras heridas sin rumiar nuestras penas y venganzas. Quiere decir que nos permitimos estar “vencidos” y al hacerlo, al darnos ese permiso de llorar, sufrir, lamentarnos, enojarnos, gritar nuestras penas, la derrota empieza a tener un sentido mayor porque aceptarla nos permite asumir nuestras debilidades, nuestros defectos y nuestros errores. Y al hacerlo, hemos ganado experiencia, humanidad y capacidad para responsabilizarnos, no de lo que “los demás TIENEN QUE cambiar”, sino lo que nosotros NECESITAMOS mejorar.

La cita nos dice: “No teman las amenazas de un hombre que va en contra de Dios, porque su gloria terminará en la basura y en la podredumbre. Hoy lo honran, pero mañana ya nadie lo conoce”. Y en lugar de colocarnos en el lugar de quien recibe las amenazas, nos damos cuenta de que necesitamos evitar convertirnos en la persona que emite las amenazas. Hay coraje, sí. Hay pena, sí. Hay sufrimiento, sí. Lo que no podemos darnos el lujo de hacer es asumir todo eso como un “permiso” para amenazar al ser, a nuestros hermanos, a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestros compañeros, a nuestros amigos, vaya, ni siquiera a nuestros enemigos. Si lo hiciéramos, no seríamos más que la misma basura y podredumbre que nos colocó en esta situación de desesperanza. Si lo hiciéramos, perpetuaríamos el dolor, buscando provocarlo en otros.

De modo que no hay que temer a las amenazas. Hay que temerle a Dios. Temer lastimar al SER de otros. Temer convertirnos en personas que sólo buscan honor y reconocimiento. Temer trabajar sólo para la apariencia del honor y el reconocimiento. Porque si lo piensas realmente: no hay honor ni reconocimiento más grande que ser amado y amar. Si recibo amor y soy capaz de darlo, ya no tendrá importancia que te aplaudan o te alaben. Así que mejor aprende a amar y aprende a recibir amor. Porque si hoy estás vencido y lastimado, muy probablemente es porque no has sabido amar ni has sido capaz de recibir amor. Buscas ganar, vencer, tener la razón. Y no se puede tener la razón y amar. O se busca ganar, o se ama.

La cita nos dice: “Volverá al polvo de donde salió y nada quedará de sus proyectos.” Y al hacerlo, nos muestra la salida de ese lugar de tinieblas en el que nos hemos sumergido: La salida no es pretender ganar, tener la razón, obligar a otros a reconocernos. La salida es reconocer nosotros que, frente a Dios, frente al SER, frente al Amor y la Verdad y la Vida, somos polvo. Que nuestros proyectos no pueden ser nuestra búsqueda de gloria, sino la búsqueda de la gloria de Dios, del SER, del Amor y la Verdad y la Vida.

Esto implica doblar la rodilla y someternos a la voluntad de Dios, no a la nuestra. Implica dejar de pretender que los demás sometan su voluntad a nuestras necesidades y lo que nosotros creemos es verdadero y absoluto. Implica asumir la búsqueda de esos satisfactores por nuestra propia cuenta. No implica elevar nuestro ego y decir que lo haremos por nosotros mismos. No, claro que no. El ego siempre es una trampa.

Implica reconocer que más que necesitar que otros sean comprensivos y solidarios, nosotros necesitamos convertirnos en la clase de persona que pueda brindar apoyo y no sólo exija resultados.

Porque la realidad es esta: esas personas desinteresadas, dispuestas a amarte tal y como sea que eres, dispuestas a aceptarte tal y como eres, dispuestas a ayudarte y acompañarte en tus luchas y pesares y dolores; no existen, o son tan escasas que no has logrado encontrarlas. De modo que tendrás que hacerlo tú, y tendrás que hacerlo, antes que nadie, contigo mismo. Tendrás que aprender a exigirte, con amor; a hablarte con ternura, pero siempre con la verdad de por medio y nunca para permitirte el lujo de vanagloriarte en tu desgracia. Tendrás que cambiar tu visión de las cosas y aprender a ver la “Gloria” no como un “tener la razón, ganar o contar con la aprobación de otros” sino como un aprendizaje logrado a partir del reconocimiento de la derrota.

Por eso la cita nos dice: “Sepan pues que, de generación en generación, los que esperan en Dios, no serán vencidos”. Quien ya es polvo y vive arrodillado no puede perder. Sólo le queda ganar con cada experiencia, con cada aprendizaje, con cada error, con cada voluntad sometida. Sólo le queda aprender a amarse tal y como es, con defectos, errores, incompetencias y limitaciones. Sólo le queda aprender a ser mejor, no perfecto, no inalcanzable, no mejor que otros, sólo “mejor persona” que la que fue ayer.

Jesús, enséñame a doblar la rodilla, a someterme a la pérdida total, a aceptar que no seré aceptada por quienes no quieren aceptarme, a llorar mi dolor, y surgir del polvo de mis ineficiencias para levantarme con el soplo de tu aliento y elevarme, no como lo hace la montaña, sino como lo hace la arena: más allá de los límites de la percepción, donde Tú habitas.

Te amo.


No hay comentarios: