sábado, 9 de marzo de 2019

¿Quién es tu Dios?



“Las barreras levantadas por Esdras resultaron ser muy eficaces, y en esto podemos ver la voluntad de Dios. Pues el pueblo judío resistió a persecuciones durísimas.” Así lo asegura el comentario de la Biblia Latinoamericana al capítulo 9 del libro de Esdras. Pero, ¿en qué consisten estas barreras tan eficaces?

“Vamos a comprometernos solemnemente antes nuestro Dios a mandar de vuelta (a Babilonia y a cualquier otro lugar del que procedan) a todas nuestras mujeres extranjeras y a los hijos que nacieron de ellas. De esa manera obedeceremos los consejos de mi señor y de los que temen el mandamiento de nuestro Dios. ¡Sí, vamos a actuar según la ley!” Es 10, 3

Sinceramente creo que necesitamos de dejar de achacarle a Dios todo lo que resulta de nuestros propios actos. Quiero decir, asegurar que algo es voluntad de Dios porque es “eficaz” y ha “perdurado” a lo largo del tiempo es una de las muchas maneras que tenemos de lavarnos las manos y culpar a Dios de las injusticias y los problemas que nosotros mismos creamos.

Es verdad que el pueblo judío ha perdurado, y es verdad que lo han logrado gracias a que se han adherido a la ley. Sin embargo, esa ley no es una ley escrita, es una ley de Dios, es una ley que nos dice que los seres humanos nos necesitamos unos a otros para salir adelante y que nadie puede lograr algo solo. Esa es la ley de Dios que han seguido y ha sido eficaz, siempre lo es.

¿Quieres trascender? No busques fama, ni dinero, ni posición social, ni poder: busca una comunidad, crea una comunidad. Busca a otros que trabajen por un fin común, que vivan por un fin común. Dales a esos otros una motivación de seguridad, aceptación, reconocimiento y auto-realización, y verás el efecto multiplicador de esa intención.

¿Sabes qué otra cosa ha perdurado a lo largo del tiempo? El crimen organizado. Ellos sí que saben ofrecer y dar todo eso. Es tan eficaz que todos estamos inmersos en sus redes y participamos en su actuar incluso con toda la buena voluntad que aseguramos tener de combatirlo.

El crimen organizado alimenta todo eso: ofrece seguridad, porque no es lo mismo estar solo que tener un grupo de “amigos” que te cuiden. Ofrece aceptación, porque eso “malo” que alguien puede ser es algo que todos hacemos, tenemos, sufrimos, y como en este grupo de “amigos” nadie pretende ser “bueno”, pues está bien que seas así como eres. Igual y hasta eres bueno en el mal que haces. Es una especie de aceptación de que en el grupo todos son cabrones y hay que cuidarse las espaldas, pero si apoyamos la espalda el uno en el otro, nos cuidamos, nos beneficiamos y nos ayudamos sin darnos la cara ni ser amigos de verdad.

Así, tenemos el beneficio de crecer y fortalecernos como grupo. En otras palabras, es guardar silencio y hacerse de la vista gorda cuando sabemos que se hace el mal a otro. Es poner el bienestar de todos en el cuidado que se tiene de que no haya consciencias que inciten a acciones justas. Pertenecer es aceptar los términos “de guardar silencio” o sufrir las consecuencias y “ser eliminado” (mucho más severo que ser expulsado).

También ofrece reconocimiento. Éste viene en diferentes empaques y con distintos contenidos: puede ser tan simple como dinero. Puede ser una necesidad extrema, como  una droga sin la que el individuo siente que ya no puede vivir. Puede ser también el contar con la respuesta de “miedo” de otros. Saber que alguien nos teme es una recompensa enorme, sobre todo cuando nuestra vida se ha alimentado de miedo. La mejor defensa ante el miedo que provoca vivir en un infierno es que sea a nosotros a quien otros teman. Claro que generalmente es una combinación de todo esto: dinero y todo lo que pude darnos, y el “respeto” (miedo) de otros porque somos fuertes, efectivos, y no estamos solos.

La diferencia entre los judíos, los cristianos, alguna otra religión, y los grupos criminales, todos muy eficaces en la continuidad de su “pueblo”, son los valores que los alimentan, no la eficacia de sobrevivir en el tiempo.

Así que no le atribuyamos a Dios la continuidad del rechazo, el estigma, la discriminación, la falta de empatía, la inhumanidad, las guerras, la violencia en todas sus formas, la intolerancia, la desigualdad de géneros, la existencia de cárceles y la esclavitud que implican, drogadicción, abuso en todas sus modalidades, entre tantas otras cosas. Todo eso ha persistido desde tiempos tan lejanos que es imposible que podamos siquiera imaginarnos.

La realidad es que la mayoría de las personas no cuentan ni con un mínimo de memoria histórica como para darse cuenta de todos los errores que seguimos cometiendo en el “nombre de Dios”. Es natural, si hay algo que las “mentalidades” criminales y de poder abusivo buscan eliminar es la educación y el pensamiento crítico. Es más fácil conservar prejuicios y dejar que las interacciones se basen en reglas de acción (escritas o no) y no en la búsqueda de acciones sensatas, humanitarias y tolerantes.

Amar a Dios es, antes que nada, educarnos y no conformarnos con migajas ni tolerar que nos den atole con el dedo.

Puedo asegurar que para Dios fue una aberración haber expulsado a esas mujeres y a sus hijos. Lo aseguro porque el Dios que Jesús me muestra en su actuar no lo habría promovido. La ley no es un cúmulo de normas. No es un “tú sí, y tú no”. La ley se cumple siempre. Lo que tenemos que preguntarnos es: ¿Qué estamos dispuestos a asumir como nuestros valores y a vivir como comunidad? ¿Abuso o amor? ¿Tolerancia y el aprendizaje al que nos tiene que llevar obligarnos a tratar de comprender al otro, o la respuesta fácil de “si no eres como yo quiero que seas, no te quiero aquí”? ¿Qué valores estamos dispuestos a vivir como comunidad, como sociedad, como Iglesia, y no como personas especiales y elegidas?

Buscar a Dios no es simplemente seguir una receta escrita. Es someter tu voluntad y tu mente al juicio de Dios. Es buscar “pensar como Dios, amar como Dios, apoyar como Dios, ver a otros y al mundo como Dios”.  

Y eso implica, antes que nada, cuestionarte: ¿Quién es tu Dios? ¿El poder, el dinero, el respeto (léase miedo) que otros te deben? ¿Es ser visto como un miembro bueno y respetable de la sociedad sin importar lo que haces y dejas pasar por debajo de la mesa? ¿Es tu búsqueda de aceptación y cariño? ¿Es el humilde pastor, hijo de un pueblo sufriente, capaz de enfrentarse a las organizaciones gigantes en la búsqueda del bien para todos precisamente porque sabe lo que es sufrir y batallar en la vida diaria? ¿Es el carpintero que se vio en la necesidad de abrazar una cruz de madera para evitar dejarse llevar por la venganza y la violencia?

¿Quién es tu Dios y qué estás dispuesto a hacer por Él?

Jesús, enséñanos a amar como Tú amas, a vivir como Tú vives, y danos el valor de dejar morir lo que no cumpla la voluntad del Dios Padre y Dios Espíritu Santo que te da aliento, valor y esperanza.

Te amo.

domingo, 3 de marzo de 2019

Te deseo vida y amor en abundancia


Photo by Jason Leung on Unsplash
“(Esdras) Había iniciado su salida de Babilonia […] con la ayuda de Dios. Pues efectivamente se había dedicado con todo su corazón al estudio de la Ley de Yavé, a ponerla en práctica y a enseñarle a Israel las leyes y las costumbres.”  Es 7, 9 y 10

“Bendito se Yavé el Dios de nuestros padres, quien puso en el corazón del rey esa decisión de glorificar el Templo de Yavé que está en Jerusalén.” Es 7, 27

¿Qué sucede primero? ¿Dios pone en nuestro corazón la decisión de glorificarle o nosotros nos dedicamos con todo nuestro corazón a hacerlo? La típica pregunta de qué fue primero: ¿el huevo o la gallina?

Pero creo que lo que deberíamos preguntar es: ¿Importa? ¿Realmente importa si es Dios quien pone el deseo en nosotros o somos nosotros quienes ponemos todo en Él? ¿Será necesario que la gallina llegue a una respuesta para poner huevos?

Hagamos lo que nos toca hacer: estudiemos, pongamos en práctica y enseñemos. Dios ya hace lo que le toca a él: nos ha dado la vida y la capacidad de hacer algo con ella. Una capacidad que se manifiesta en la posibilidad de alimentar la vida en nosotros, en otros, y en nuestro mundo.  

Con todo, debo aceptar que, en ocasiones, quisiera que Dios pusiera en mí el deseo. Porque muchas veces, simplemente no quiero levantarme y hacer todo lo que me toca hacer. A veces, sobre todo en las cosas más cansadas físicamente, y menos estimulantes, como limpiar casa, lavar auto y atender mascotas, ya no tengo energía. Consumo casi todo en planear, dar las clases y hacer exámenes, proyectos y revisar. Se me agota en hacer de comer y preparar el lunch de todos los días, atender hija y esposo, y se me termina en ir al gimnasio, porque es parte de mi tratamiento y no puedo dejar de hacer ejercicio si quiero dormir más y mejor.

Además, si quieres mejorar tu vida emocional, hacer ejercicio es la mejor terapia. Y en mi caso, el box ha sido una experiencia liberadora. Me ayuda mucho dar trancazos en la clase de box. Es como hacer catarsis en cada entrenamiento. Ha habido clases en las que termino llorando en el auto, no por el ejercicio, sino por todo el dolor que dejé salir en cada movimiento, cada golpe, cada esfuerzo. El ejercicio estruja los músculos y saca el dolor acumulado en ellos. En serio, si no haces ejercicio, empieza.

Así, llega el momento en que aun cuando tengo el deseo de levantarme temprano y escribir, no puedo. Ha pasado mucho últimamente. El esfuerzo de todo un año de terapia y ejercicio, está dando los frutos que buscaba: ya duermo más y mejor. Ya hasta tengo sueños con historias complejas y narraciones detalladas, cosa que no tenía antes porque no llegaba a niveles profundos de sueño.

Estoy tentada a pedirle a Dios más energía para hacer más cosas, pero estas citas me han abierto los ojos a una realidad que no comprendía bien: Dios ya me dio el deseo, a veces creo que no lo tengo, pero confundo el cansancio con la falta de voluntad. Y creo que no sólo soy yo a quien le pasa. Dios ya ha puesto el deseo de vivir en todos nostros. Nos toca a nosotros hacer lo que sea necesario -y no sólo lo que deseamos- para que sus frutos se den y se den en abundancia.

Alabarlo y bendecirlo por lo que ya puso en nosotros es indispensable, pero la verdadera alabanza y bendición no es sólo esforzarnos por dar un resultado (en mi caso, una oración diaria, una casa al 100 por ciento limpia y atenciones constantes a todos a mi alrededor) sino por estar bien, tener sueños, amar lo que hacemos, buscar mejores formas de operar en nuestra vida diaria sin descuidar nuestra salud ni bienestar.

Ayer casi no podía sostenerme de lo cansada que estaba y me resistía a dormir (le tengo miedo porque dormir mucho es para mí sinónimo de estar deprimida y más si literalmente no quiero hacer nada). Me angustia querer dormir tanto, pero hoy que estoy más descansada, me siento con más ánimo.

Aprendamos a operar de manera más benéfica para nosotros. Alabar a Dios no implica descuidarnos. Alabarlo es precisamente amarnos en primer lugar a nosotros mismos para poder dar todo a Dios y a los demás. Dios a puesto el deseo de amor en nuestro corazón: amemos nuestro ser entonces. Amemos a Dios bendiciendo su creación y empecemos por nuestro propio ser. No quiero decir que nos amemos más a nosotros mismos, no abogo por un narcisismo extremo, pero darlo todo por todos y descuidarnos no es camino de abundancia sino de agotamiento. Sobre todo, porque nadie nos lo va a agradecer. Y Dios quiere que seamos capaces de agradecer. ¿Y qué mejor manera de agradecer a Dios por la vida que nos ha dado que cuidarla?

Cuidemos nuestra vida, nuestro ser, nuestro bienestar. Enseñemos a nuestros hijos a cuidarse, cuidándonos. Dar la vida por nuestros hermanos no significa ir al matadero y matarte por todo y todos. Jesús no se subió a la cruz, lo subieron. Su muerte no fue un suicidio ni una autoflagelación. Fue una entrega que lo llevó al extremo de mantenerse firme en la convicción de que vivir con principios de verdadera alabanza a Dios es la manifestación de amor más grande que existe. Sus acciones no nos dicen: mátense por lo demás. Sino: vivan de acuerdo al amor de Dios.

La diferencia es enorme y es muy importante comprenderla. Jesús no era un masoquista, era, es y siempre será, Verdad, Camino y Vida. Es decir, un Camino de Vida que busca la Verdad. Alabemos a Dios por el deseo de amar que ha puesto en nuestro ser, y busquemos amarlo con todo el corazón, amarnos a nosotros mismos, y amar a nuestros hermanos de maneras constructivas. Sin sacrificios vacíos que no son valorados por nadie. Valoremos nuestros esfuerzos nosotros y aplaudamos nuestra valía.

En este mundo acostumbrado a valorar a las personas por lo que hacen o dejan de hacer y no por lo que son, es fácil caer en el error de confundir la entrega con resultados nada más. Es fácil convertir a las personas en recursos que sirven o no sirven, según convenga. Es fácil juzgarnos de buenos o malos según lo que hacemos en un momento, y no según todo lo que somos en nuestra totalidad humana, reflejo de nuestro creador y, por ende, capaces de transformarnos (qué otra cosa es una creación que transformación constante).

En fin, te deseo un domingo tuyo, en el que te veas y valores con los ojos con que Dios te ve y te valora. Un domingo con tus seres amados, en que logres disfrutarlos, y logren disfrutarte a ti. Te deseo el sacrificio de no matarte por trabajar y cumplir, sino por morir de amor y llenar de besos y abrazos a la gente que amas. Te deseo vida, y vida en abundancia.

Gracias Yavé, por el soplo de vida que nos has brindado y el deseo de vida en abundancia que has puesto en nosotros. Permítenos honrar tu existencia, honrando la vida y el amor en la nuestra. Ayúdanos a no confundir la entrega de amor, con hacernos daño ni permitir que nos traten como objetos. Danos la capacidad de valorar aquello que nos hace bien y renunciar a aquello que nos lastima. Y danos la sabiduría para discernir entre lo que verdaderamente nos alimenta y lo que definitivamente nos consume. Gracias mi Bien, mi dulce y tierno Bien.

Te amo.

viernes, 1 de marzo de 2019

Los necesitados son la regla




“Todos los levitas se habían purificado; estaban puros e inmolaron la Pascua para todos los desterrados, para sus hermanos sacerdotes y para ellos mismos.” Es 6, 20

Tras muchos contratiempos, el Templo de Yavé por fin se construyó. Fue el rey Darío quien averiguó que el rey Ciro había efectivamente ordenado la reconstrucción del Templo y honró su deseo dando la misma orden en su propio tiempo.

La reconstrucción de nuestra sociedad, desterrada de la realidad que Dios quiere para nosotros, es un deseo añejo que nos toca a cada uno de nosotros honrar. Implica continuar en nuestro tiempo, con nuestros recursos y en consciencia, con la transformación de nuestra persona, Iglesia y sociedad.  

Implica purificarnos e inmolar nuestros sacrificios. Es decir, romper con corrupciones, hablar con la verdad, esforzarnos y dejar de buscar salidas fáciles y justificaciones para lavarnos las manos. La responsabilidad es nuestra y es hoy, es nuestro tiempo. Ya no hay un mañana. Mañana ya es hoy. Es hora de asumir nuestra responsabilidad humana y cristiana.

Que Dios nos permita purificar nuestras acciones e inmolar nuestros defectos con el fuego de la Verdad Eterna que vivir en tolerancia, amor y paz significa. Que sepamos darle el verdadero sentido de transformación que ya urge tenga nuestra Iglesia, y que, como individuos y sociedad, estemos dispuestos a exponer la grotesca realidad en la que estamos inmersos: hay demasiada hipocresía en nuestros templos, gobiernos y hogares. 

Aprendamos a ver las señales de los tiempos y a actuar en consecuencia, sin justificaciones de por medio y con la confianza en la Verdad de Dios como camino. Y hay que insistir, la Verdad de Dios no son reglas arbitrarias. Si hay algo que Jesús nos demostró es que la excepción -los ciegos, los sordos, los pobres, los enfermos, los pecadores, los posesos, los presos, los olvidados, en una palabra, los necesitados- son la regla, no la excepción.

Bendito eres por siempre Señor. Bendito es tu hijo Jesucristo, maestro y hermano nuestro. Bendito es el Espíritu que de ti emana. Bendita es la Vida que nos has dado. Bendice pues a estos hijos tuyos. Te necesitamos al frente de nuestras consciencias y vidas. Bendito eres por siempre Señor.

Te amo.