“Las barreras
levantadas por Esdras resultaron ser muy eficaces, y en esto podemos ver la
voluntad de Dios. Pues el pueblo judío resistió a persecuciones durísimas.” Así
lo asegura el comentario de la Biblia Latinoamericana al capítulo 9 del libro
de Esdras. Pero, ¿en qué consisten estas barreras tan eficaces?
“Vamos a comprometernos
solemnemente antes nuestro Dios a mandar de vuelta (a Babilonia y a cualquier
otro lugar del que procedan) a todas nuestras mujeres extranjeras y a los hijos
que nacieron de ellas. De esa manera obedeceremos los consejos de mi señor y de
los que temen el mandamiento de nuestro Dios. ¡Sí, vamos a actuar según la ley!”
Es 10, 3
Sinceramente creo que
necesitamos de dejar de achacarle a Dios todo lo que resulta de nuestros
propios actos. Quiero decir, asegurar que algo es voluntad de Dios porque es “eficaz”
y ha “perdurado” a lo largo del tiempo es una de las muchas maneras que tenemos
de lavarnos las manos y culpar a Dios de las injusticias y los problemas que
nosotros mismos creamos.
Es verdad que el pueblo
judío ha perdurado, y es verdad que lo han logrado gracias a que se han adherido
a la ley. Sin embargo, esa ley no es una ley escrita, es una ley de Dios, es
una ley que nos dice que los seres humanos nos necesitamos unos a otros para
salir adelante y que nadie puede lograr algo solo. Esa es la ley de Dios que
han seguido y ha sido eficaz, siempre lo es.
¿Quieres trascender? No
busques fama, ni dinero, ni posición social, ni poder: busca una comunidad,
crea una comunidad. Busca a otros que trabajen por un fin común, que vivan por
un fin común. Dales a esos otros una motivación de seguridad, aceptación,
reconocimiento y auto-realización, y verás el efecto multiplicador de esa
intención.
¿Sabes qué otra cosa ha
perdurado a lo largo del tiempo? El crimen organizado. Ellos sí que saben
ofrecer y dar todo eso. Es tan eficaz que todos estamos inmersos en sus redes y
participamos en su actuar incluso con toda la buena voluntad que aseguramos
tener de combatirlo.
El crimen organizado alimenta
todo eso: ofrece seguridad, porque no es lo mismo estar solo que tener un grupo
de “amigos” que te cuiden. Ofrece aceptación, porque eso “malo” que alguien
puede ser es algo que todos hacemos, tenemos, sufrimos, y como en este grupo de
“amigos” nadie pretende ser “bueno”, pues está bien que seas así como eres.
Igual y hasta eres bueno en el mal que haces. Es una especie de aceptación de
que en el grupo todos son cabrones y hay que cuidarse las espaldas, pero si apoyamos
la espalda el uno en el otro, nos cuidamos, nos beneficiamos y nos ayudamos sin
darnos la cara ni ser amigos de verdad.
Así, tenemos el
beneficio de crecer y fortalecernos como grupo. En otras palabras, es guardar
silencio y hacerse de la vista gorda cuando sabemos que se hace el mal a otro. Es
poner el bienestar de todos en el cuidado que se tiene de que no haya
consciencias que inciten a acciones justas. Pertenecer es aceptar los términos “de
guardar silencio” o sufrir las consecuencias y “ser eliminado” (mucho más
severo que ser expulsado).
También ofrece reconocimiento.
Éste viene en diferentes empaques y con distintos contenidos: puede ser tan
simple como dinero. Puede ser una necesidad extrema, como una droga sin la que el individuo siente que
ya no puede vivir. Puede ser también el contar con la respuesta de “miedo” de
otros. Saber que alguien nos teme es una recompensa enorme, sobre todo cuando
nuestra vida se ha alimentado de miedo. La mejor defensa ante el miedo que provoca
vivir en un infierno es que sea a nosotros a quien otros teman. Claro que
generalmente es una combinación de todo esto: dinero y todo lo que pude darnos,
y el “respeto” (miedo) de otros porque somos fuertes, efectivos, y no estamos
solos.
La diferencia entre los
judíos, los cristianos, alguna otra religión, y los grupos criminales, todos muy
eficaces en la continuidad de su “pueblo”, son los valores que los alimentan,
no la eficacia de sobrevivir en el tiempo.
Así que no le
atribuyamos a Dios la continuidad del rechazo, el estigma, la discriminación,
la falta de empatía, la inhumanidad, las guerras, la violencia en todas sus
formas, la intolerancia, la desigualdad de géneros, la existencia de cárceles y
la esclavitud que implican, drogadicción, abuso en todas sus modalidades, entre
tantas otras cosas. Todo eso ha persistido desde tiempos tan lejanos que es
imposible que podamos siquiera imaginarnos.
La realidad es que la
mayoría de las personas no cuentan ni con un mínimo de memoria histórica como
para darse cuenta de todos los errores que seguimos cometiendo en el “nombre de
Dios”. Es natural, si hay algo que las “mentalidades” criminales y de poder abusivo
buscan eliminar es la educación y el pensamiento crítico. Es más fácil
conservar prejuicios y dejar que las interacciones se basen en reglas de acción
(escritas o no) y no en la búsqueda de acciones sensatas, humanitarias y
tolerantes.
Amar a Dios es, antes
que nada, educarnos y no conformarnos con migajas ni tolerar que nos den atole
con el dedo.
Puedo asegurar que para
Dios fue una aberración haber expulsado a esas mujeres y a sus hijos. Lo
aseguro porque el Dios que Jesús me muestra en su actuar no lo habría
promovido. La ley no es un cúmulo de normas. No es un “tú sí, y tú no”. La ley se
cumple siempre. Lo que tenemos que preguntarnos es: ¿Qué estamos dispuestos a asumir
como nuestros valores y a vivir como comunidad? ¿Abuso o amor? ¿Tolerancia y el
aprendizaje al que nos tiene que llevar obligarnos a tratar de comprender al
otro, o la respuesta fácil de “si no eres como yo quiero que seas, no te quiero
aquí”? ¿Qué valores estamos dispuestos a vivir como comunidad, como sociedad,
como Iglesia, y no como personas especiales y elegidas?
Buscar a Dios no es
simplemente seguir una receta escrita. Es someter tu voluntad y tu mente al
juicio de Dios. Es buscar “pensar como Dios, amar como Dios, apoyar como Dios,
ver a otros y al mundo como Dios”.
Y eso implica, antes
que nada, cuestionarte: ¿Quién es tu Dios? ¿El poder, el dinero, el respeto
(léase miedo) que otros te deben? ¿Es ser visto como un miembro bueno y respetable
de la sociedad sin importar lo que haces y dejas pasar por debajo de la mesa? ¿Es
tu búsqueda de aceptación y cariño? ¿Es el humilde pastor, hijo de un pueblo
sufriente, capaz de enfrentarse a las organizaciones gigantes en la búsqueda
del bien para todos precisamente porque sabe lo que es sufrir y batallar en la
vida diaria? ¿Es el carpintero que se vio en la necesidad de abrazar una cruz
de madera para evitar dejarse llevar por la venganza y la violencia?
¿Quién es tu Dios y qué
estás dispuesto a hacer por Él?
Jesús, enséñanos a amar
como Tú amas, a vivir como Tú vives, y danos el valor de dejar morir lo que no
cumpla la voluntad del Dios Padre y Dios Espíritu Santo que te da aliento,
valor y esperanza.
Te amo.
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