lunes, 18 de marzo de 2019

A las locas se nos da muy bien gritar

Este texto lo escribió una mujer llamada Sol. No sé más. Lo vi en las redes sociales y decidí compartirlo. Merece un espacio porque habla por mí y por muchas otras mujeres que viven con trastornos mentales. Más aún, a pesar de hablar por las mujeres, el énfasis está en la dificultad de vivir con un trastorno mental, porque la realidad es que no importa el sexo que tengas, el dolor es el mismo.

Photo by Dorrell Tibbs on Unsplash


¡A las locas se nos da muy bien gritar!
Escrito por una mujer llamada Sol. Gracias Sol.

Esto es por las que nunca, jamás marcharán en una manifestación.
Esto es por las que guardan un bote de pastillas en la mesita de noche.
Por las que dijeron no a las pastillas.
Por las que dijeron ¡PASTILLAS, POR FAVOR!
Por las que no pueden permitirse las pastillas, porque todavía tenemos que pagar por sobrevivir. Incluso cuando quien sostiene el cuchillo duerme en nuestro propio pecho.

Esto es por las de manos sudorosas y hombros temblorosos.
Por las que no pueden gritar por sus derechos porque se les descontrola la respiración.
Por las que lo llaman un buen día cuando pueden sostener la respiración.
Por las que lo llaman “renacimiento” cuando pueden sostenerse ellas mismas.
Por las que intercambiaron secretos de la infancia por pintura amarilla, pero Freud nunca supo realmente cómo ayudar.

Esto es por las que no solo oyen voces, por las que tienen un coro entero en la cabeza.
Esto es por aquellas a las que nos dicen “el lugar de una mujer está
en la revolución”, cuando ni siquiera podemos salir de la cama.
Por las que tienen cambios de humor y le prenderían fuego al mundo hoy
y se tragarían las cenizas mañana por la noche.

Esto es por las que tienen amnesia y olvidan quiénes son aun cuando es de lo que más orgullosas están.
Esto es por las que no pueden ni leer un libro. ¿Cómo van a formarse en una ideología entera?
Esto es por las que no pueden luchar de la mano de hombres porque sus voces les disparan flashbacks.
Esto es por las que no pueden beber y rechazan todas las invitaciones.
Por las que no pueden beber y siguen yendo.
Por las que no deberían beber, pero se presentan borrachas, drogadas, fumadas en las concentraciones y asambleas, porque no logran dejar de consumir.

Esto es por las que llevan con tanto orgullo las cicatrices auto-infligidas como sus banderas.
Y por las que se avergüenzan todavía de ambas.
Esto es por las que necesitan avisos de contenido sensible para el mero contacto humano.

Esto es por las que leen liberación sexual, pero solo oyen: folla, folla, folla así, folla más; cuando ellas solo quieren poder dejar de follar.
Esto es por las supervivientes de abuso sexual que parece que no son lo bastante revolucionarias por no hacer la revolución follando.
Por las que no pueden parar de follar para hacerse daño y no son “buenas víctimas”.

Esto es por las malas feministas.
Por las tontas.
Por las que no denuncian.
Por las que permanecen junto a sus maltratadores.
Esto es por las que no se atreven a llamarlo acoso, abuso o violación.

Esto es por las que convencen a sus amigas y novias de que se puede estar gorda y ser guapa, pero se racionan la comida cuando engordan un gramo.
Por las que se hinchan a comida vegana en las cafetes, pero no pueden acostarse sin vomitarla antes al llegar a casa.
Por las que no pueden dejar de comer y no parecen tener derecho a quererse mientras lo intentan.
Esto es por las que quieren hacerse vegetarianas o veganas, pero tendrían que dejar de odiar la comida para empezar.
Por las que quieren hacerse vegetarianas o veganas, pero sienten que ya es bastante cruz para sus padres el tener una hija enferma.

Esto es por las que oyen que el suicidio, la medicación, la psiquiatría son de débiles.
Y no pueden recordar nada que les requiriera mayor fuerza que el pedir ayuda.
Por las que se saltan manifestaciones, charlas y asambleas porque tienen terapia. Y terapia no es un capricho. Terapia es sudor. Terapia es supervivencia.

Esto es por las que no armarán jamás una barricada capaz de parar el diluvio universal que lloran cada día.
Por las que lloran en público.
Por las que sollozan en las charlas.
Por las que berrean en las concentraciones.

Esto es por las que se saben todo el abecedario del consentimiento, pero nunca logran articular un “no”.
Por las que se quedan paralizadas de miedo ante una agresión y no pueden nunca ayudar a la víctima; sobre todo cuando las víctimas son ellas mismas.
Por las que no pueden soñar con hacer suya la noche, cuando todavía no es suyo ni su cuerpo.
Esto es por las que no saben distinguir entre el miedo inculcado al violador y sus trastornos paranoides.
Esto es por las que no saben distinguir entre sus paranoias y las microagresiones.
Esto es por las que quieren soñar con un futuro distinto pero están demasiado ocupadas teniendo alucinaciones.
Esto es por las que oyen que hay que acabar con la monogamia y tienen impulsos suicidas, ya sólo de que sus amigas hablen con otras chicas.

Esto es por las que ven listados sus síntomas en todas las listas de símbolos de maltrato.
Por las que temen ser inherentemente tóxicas.
Esto es por las que quieren reventar el sistema y tienen miedo de los ruidos fuertes.

Esto es por las que imparten charlas entre repeticiones obsesivas y compulsiones manuales.
Por aquellas a las que nunca dejarán impartir charlas por estos mismos motivos.
Esto es por las esquizofrénicas que ven su enfermedad convertida en una estética “antisistema”.

Esto es por las locas controladas que oyen hablar de ese “loco” controlador.
Por las psicópatas maltratadas cuya enfermedad es un insulto intercambiable por “maltratador”.
Por las supervivientes que buscan espacios arco iris y sólo encuentran fiestas y conversaciones alrededor del sexo.
Por las supervivientes a las que nadie cree porque las agredió su pareja del mismo sexo.
Por las supervivientes que tienen que verse cara a cara con sus agresores y maltratadores en espacios “liberados”.

Esto es por las que sufren abusos incluso sexuales a manos de amigos, parejas y psiquiatras, y se amplifica la tragedia de que, por locas, nadie las cree.
Esto es por las que quieren que el poder sea para la gente, pero no son capaces de rodearse de esa misma gente.
Esto es por las que sufren maltrato, pero nadie lo llama así porque es "sólo" psicológico; aun cuando esos son los golpes que peores cicatrices dejan.
Esto es por las que no son maltratadas por sus parejas ni sus familias, pero nadie parece entender que un amigo también puede ser mucho más que tóxico.

Esto es por las que quieren cambiar la realidad, pero no distinguen bien dónde acaba ésta y donde empieza su enfermedad.
Esto es por las que quieren despertar a los alienados y a veces se preguntan si no será porque ellas ya nunca consiguen dormir.
Esto es por las que no permiten que las defina su reflejo en ningún espejo, pero hace mucho que no son capaces de mirarse en ellos.
Esto es por las que no se reconocen en los espejos.

Esto es por las que se muerden las uñas, se arrancan la piel, se estiran del pelo.
Por las que llevan las marcas de lo mental grabadas físicamente en el cuerpo.
Esto es por las que se hacen daño sin necesidad del filo de una cuchilla.
Por las que usan el fuego, la boca, los puños.
Por las que no necesitan echar mano de lo físico para hacerse sangrar.

Esto es por las autistas que no encuentran ni un solo manual de relaciones sanas, de sexo con consentimiento, que incluya sus formas de comunicación.
Esto es por las que huelen mal, por las del pelo graso, por las del aliento con olor a dientes sin cepillar durante días, por las que no se pueden ni duchar.
Esto es por las que saben que se ha esterilizado a la fuerza a mujeres por ser como ellas. Y aun así su lucha como enfermas mentales es “de segundas”.
Esto es por las que luchan a través de Internet, porque todavía no pueden hacerlo en la calle.
Esto es por las que nunca podrán salir a la calle.

Esto es por todas nosotras, porque lo somos todo: no sólo válidas sino valiosas, tan importantes, vitales y cruciales como la más cuerda y la más sana. Porque esta también es nuestra lucha, y doblemente, porque además de ser mujeres estamos enfermas y eso les ha ayudado a mandarnos callar tanto desde fuera como desde dentro.

Pero venimos cargadas de palabras, y a las locas se nos da muy bien gritar.

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