“Todos los levitas se habían purificado; estaban puros
e inmolaron la Pascua para todos los desterrados, para sus hermanos sacerdotes
y para ellos mismos.” Es 6, 20
Tras muchos contratiempos, el Templo de Yavé por fin
se construyó. Fue el rey Darío quien averiguó que el rey Ciro había
efectivamente ordenado la reconstrucción del Templo y honró su deseo dando la
misma orden en su propio tiempo.
La reconstrucción de nuestra sociedad, desterrada de
la realidad que Dios quiere para nosotros, es un deseo añejo que nos toca a
cada uno de nosotros honrar. Implica continuar en nuestro tiempo, con nuestros
recursos y en consciencia, con la transformación de nuestra persona, Iglesia y
sociedad.
Implica purificarnos e inmolar nuestros sacrificios.
Es decir, romper con corrupciones, hablar con la verdad, esforzarnos y dejar de
buscar salidas fáciles y justificaciones para lavarnos las manos. La
responsabilidad es nuestra y es hoy, es nuestro tiempo. Ya no hay un mañana.
Mañana ya es hoy. Es hora de asumir nuestra responsabilidad humana y cristiana.
Que Dios nos permita purificar nuestras acciones e
inmolar nuestros defectos con el fuego de la Verdad Eterna que vivir en
tolerancia, amor y paz significa. Que sepamos darle el verdadero sentido de
transformación que ya urge tenga nuestra Iglesia, y que, como individuos y
sociedad, estemos dispuestos a exponer la grotesca realidad en la que estamos
inmersos: hay demasiada hipocresía en nuestros templos, gobiernos y hogares.
Aprendamos a ver las señales de los tiempos y a actuar
en consecuencia, sin justificaciones de por medio y con la confianza en la
Verdad de Dios como camino. Y hay que insistir, la Verdad de Dios no son reglas
arbitrarias. Si hay algo que Jesús nos demostró es que la excepción -los
ciegos, los sordos, los pobres, los enfermos, los pecadores, los posesos, los
presos, los olvidados, en una palabra, los necesitados- son la regla, no la
excepción.
Bendito eres por siempre Señor. Bendito es tu hijo
Jesucristo, maestro y hermano nuestro. Bendito es el Espíritu que de ti emana.
Bendita es la Vida que nos has dado. Bendice pues a estos hijos tuyos. Te
necesitamos al frente de nuestras consciencias y vidas. Bendito eres por
siempre Señor.
Te amo.
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