viernes, 1 de marzo de 2019

Los necesitados son la regla




“Todos los levitas se habían purificado; estaban puros e inmolaron la Pascua para todos los desterrados, para sus hermanos sacerdotes y para ellos mismos.” Es 6, 20

Tras muchos contratiempos, el Templo de Yavé por fin se construyó. Fue el rey Darío quien averiguó que el rey Ciro había efectivamente ordenado la reconstrucción del Templo y honró su deseo dando la misma orden en su propio tiempo.

La reconstrucción de nuestra sociedad, desterrada de la realidad que Dios quiere para nosotros, es un deseo añejo que nos toca a cada uno de nosotros honrar. Implica continuar en nuestro tiempo, con nuestros recursos y en consciencia, con la transformación de nuestra persona, Iglesia y sociedad.  

Implica purificarnos e inmolar nuestros sacrificios. Es decir, romper con corrupciones, hablar con la verdad, esforzarnos y dejar de buscar salidas fáciles y justificaciones para lavarnos las manos. La responsabilidad es nuestra y es hoy, es nuestro tiempo. Ya no hay un mañana. Mañana ya es hoy. Es hora de asumir nuestra responsabilidad humana y cristiana.

Que Dios nos permita purificar nuestras acciones e inmolar nuestros defectos con el fuego de la Verdad Eterna que vivir en tolerancia, amor y paz significa. Que sepamos darle el verdadero sentido de transformación que ya urge tenga nuestra Iglesia, y que, como individuos y sociedad, estemos dispuestos a exponer la grotesca realidad en la que estamos inmersos: hay demasiada hipocresía en nuestros templos, gobiernos y hogares. 

Aprendamos a ver las señales de los tiempos y a actuar en consecuencia, sin justificaciones de por medio y con la confianza en la Verdad de Dios como camino. Y hay que insistir, la Verdad de Dios no son reglas arbitrarias. Si hay algo que Jesús nos demostró es que la excepción -los ciegos, los sordos, los pobres, los enfermos, los pecadores, los posesos, los presos, los olvidados, en una palabra, los necesitados- son la regla, no la excepción.

Bendito eres por siempre Señor. Bendito es tu hijo Jesucristo, maestro y hermano nuestro. Bendito es el Espíritu que de ti emana. Bendita es la Vida que nos has dado. Bendice pues a estos hijos tuyos. Te necesitamos al frente de nuestras consciencias y vidas. Bendito eres por siempre Señor.

Te amo. 

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