“(Esdras) Había iniciado su salida de Babilonia […]
con la ayuda de Dios. Pues efectivamente se había dedicado con todo su corazón
al estudio de la Ley de Yavé, a ponerla en práctica y a enseñarle a Israel las
leyes y las costumbres.” Es 7, 9 y 10
“Bendito se Yavé el Dios de nuestros padres, quien
puso en el corazón del rey esa decisión de glorificar el Templo de Yavé que
está en Jerusalén.” Es 7, 27
¿Qué sucede primero? ¿Dios
pone en nuestro corazón la decisión de glorificarle o nosotros nos dedicamos
con todo nuestro corazón a hacerlo? La típica pregunta de qué fue primero: ¿el
huevo o la gallina?
Pero creo que lo que
deberíamos preguntar es: ¿Importa? ¿Realmente importa si es Dios quien pone el
deseo en nosotros o somos nosotros quienes ponemos todo en Él? ¿Será necesario
que la gallina llegue a una respuesta para poner huevos?
Hagamos lo que nos toca
hacer: estudiemos, pongamos en práctica y enseñemos. Dios ya hace lo que le
toca a él: nos ha dado la vida y la capacidad de hacer algo con ella. Una capacidad
que se manifiesta en la posibilidad de alimentar la vida en nosotros, en otros,
y en nuestro mundo.
Con todo, debo aceptar
que, en ocasiones, quisiera que Dios pusiera en mí el deseo. Porque muchas
veces, simplemente no quiero levantarme y hacer todo lo que me toca hacer. A veces,
sobre todo en las cosas más cansadas físicamente, y menos estimulantes, como
limpiar casa, lavar auto y atender mascotas, ya no tengo energía. Consumo casi
todo en planear, dar las clases y hacer exámenes, proyectos y revisar. Se me agota
en hacer de comer y preparar el lunch de todos los días, atender hija y esposo,
y se me termina en ir al gimnasio, porque es parte de mi tratamiento y no puedo
dejar de hacer ejercicio si quiero dormir más y mejor.
Además, si quieres
mejorar tu vida emocional, hacer ejercicio es la mejor terapia. Y en mi caso, el
box ha sido una experiencia liberadora. Me ayuda mucho dar trancazos en la
clase de box. Es como hacer catarsis en cada entrenamiento. Ha habido clases en
las que termino llorando en el auto, no por el ejercicio, sino por todo el
dolor que dejé salir en cada movimiento, cada golpe, cada esfuerzo. El
ejercicio estruja los músculos y saca el dolor acumulado en ellos. En serio, si
no haces ejercicio, empieza.
Así, llega el momento
en que aun cuando tengo el deseo de levantarme temprano y escribir, no puedo.
Ha pasado mucho últimamente. El esfuerzo de todo un año de terapia y ejercicio, está dando los frutos que buscaba: ya
duermo más y mejor. Ya hasta tengo sueños con historias complejas y narraciones
detalladas, cosa que no tenía antes porque no llegaba a niveles
profundos de sueño.
Estoy tentada a pedirle
a Dios más energía para hacer más cosas, pero estas citas me han abierto los
ojos a una realidad que no comprendía bien: Dios ya me dio el deseo, a veces creo
que no lo tengo, pero confundo el cansancio con la falta de voluntad. Y creo
que no sólo soy yo a quien le pasa. Dios ya ha puesto el deseo de vivir en todos
nostros. Nos toca a nosotros hacer lo que sea necesario -y no sólo lo que
deseamos- para que sus frutos se den y se den en abundancia.
Alabarlo y bendecirlo
por lo que ya puso en nosotros es indispensable, pero la verdadera alabanza y
bendición no es sólo esforzarnos por dar un resultado (en mi caso, una oración
diaria, una casa al 100 por ciento limpia y atenciones constantes a todos a mi
alrededor) sino por estar bien, tener sueños, amar lo que hacemos, buscar
mejores formas de operar en nuestra vida diaria sin descuidar nuestra salud ni
bienestar.
Ayer casi no podía
sostenerme de lo cansada que estaba y me resistía a dormir (le tengo miedo porque
dormir mucho es para mí sinónimo de estar deprimida y más si literalmente no
quiero hacer nada). Me angustia querer dormir tanto, pero hoy que estoy más
descansada, me siento con más ánimo.
Aprendamos a operar de
manera más benéfica para nosotros. Alabar a Dios no implica descuidarnos.
Alabarlo es precisamente amarnos en primer lugar a nosotros mismos para poder
dar todo a Dios y a los demás. Dios a puesto el deseo de amor en nuestro
corazón: amemos nuestro ser entonces. Amemos a Dios bendiciendo su creación y
empecemos por nuestro propio ser. No quiero decir que nos amemos más a nosotros
mismos, no abogo por un narcisismo extremo, pero darlo todo por todos y
descuidarnos no es camino de abundancia sino de agotamiento. Sobre todo, porque
nadie nos lo va a agradecer. Y Dios quiere que seamos capaces de agradecer. ¿Y
qué mejor manera de agradecer a Dios por la vida que nos ha dado que cuidarla?
Cuidemos nuestra vida,
nuestro ser, nuestro bienestar. Enseñemos a nuestros hijos a cuidarse, cuidándonos.
Dar la vida por nuestros hermanos no significa ir al matadero y matarte por
todo y todos. Jesús no se subió a la cruz, lo subieron. Su muerte no fue un
suicidio ni una autoflagelación. Fue una entrega que lo llevó al extremo de
mantenerse firme en la convicción de que vivir con principios de verdadera alabanza
a Dios es la manifestación de amor más grande que existe. Sus acciones no nos
dicen: mátense por lo demás. Sino: vivan de acuerdo al amor de Dios.
La diferencia es enorme
y es muy importante comprenderla. Jesús no era un masoquista, era, es y siempre
será, Verdad, Camino y Vida. Es decir, un Camino de Vida que busca la Verdad.
Alabemos a Dios por el deseo de amar que ha puesto en nuestro ser, y busquemos
amarlo con todo el corazón, amarnos a nosotros mismos, y amar a nuestros
hermanos de maneras constructivas. Sin sacrificios vacíos que no son valorados
por nadie. Valoremos nuestros esfuerzos nosotros y aplaudamos nuestra valía.
En este mundo
acostumbrado a valorar a las personas por lo que hacen o dejan de hacer y no por
lo que son, es fácil caer en el error de confundir la entrega con resultados
nada más. Es fácil convertir a las personas en recursos que sirven o no sirven,
según convenga. Es fácil juzgarnos de buenos o malos según lo que hacemos en un
momento, y no según todo lo que somos en nuestra totalidad humana, reflejo de
nuestro creador y, por ende, capaces de transformarnos (qué otra cosa es una
creación que transformación constante).
En fin, te deseo un
domingo tuyo, en el que te veas y valores con los ojos con que Dios te ve y te
valora. Un domingo con tus seres amados, en que logres disfrutarlos, y logren
disfrutarte a ti. Te deseo el sacrificio de no matarte por trabajar y cumplir,
sino por morir de amor y llenar de besos y abrazos a la gente que amas. Te
deseo vida, y vida en abundancia.
Gracias Yavé, por el
soplo de vida que nos has brindado y el deseo de vida en abundancia que has
puesto en nosotros. Permítenos honrar tu existencia, honrando la vida y el amor
en la nuestra. Ayúdanos a no confundir la entrega de amor, con hacernos daño ni
permitir que nos traten como objetos. Danos la capacidad de valorar aquello que
nos hace bien y renunciar a aquello que nos lastima. Y danos la sabiduría para
discernir entre lo que verdaderamente nos alimenta y lo que definitivamente nos
consume. Gracias mi Bien, mi dulce y tierno Bien.
Te amo.
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