viernes, 2 de mayo de 2014

Extraño



Extraño sol de ayer.
Extraña vida.
Extraña certidumbre
de que estás a mi lado.
Extraña yo sin ti.
Extraño peso al aire
sin donde sostenerse.
Extraño tu presencia,
tu oído atento,
tus ojos transparentes
que nunca pude ver
sin emitir suspiro.
Que nunca pude ver
sin sostener mi alma.
Y aquí la tengo aún,
sedienta de esa agua
que sólo tú le das.
Extraño mi sentir
pues no te siento cerca.
Te has ido y te has robado
la paz de mis mañanas.
Extraño sol el de hoy.
Extraña vida.
Extraña yo sin mí, sin ti,
sin todo lo que fuimos,
sin forma de saber
cómo crear memorias.
Porque perderte ha sido
volverte a encontrar.
Extraño. Tan extraño.
Te extraño, extraño mío.

jueves, 23 de enero de 2014

Eres poema

Eres poema
y lates cual pulso oprimido,
cual pasión escondida,
cual tímida disculpa
que no encuentra la forma
de salir, correr, ocultarse,
y titubeante busca tu palabra,
pues todo lo que eres
es todo lo que quiere,
y estar lejos del verso que da vida
es dejar de existir,
es desdicha.

Eres vocablo impronunciable
y cabes en una sola sílaba,
susurro sin fin de cuatro letras,
rosario entre manos temblorosas,
gotas de cristal que rompen
el espacio para traer la dicha hecha agua,
y ser bendición entre mis labios.

Eres canto de espera,
promesa imposible de asumir
pues no hay razón que te contenga
ni hay un soplo que te brinde más vida
que la vida que fluye por tus venas de hombre,
de mágico ser encarnecido,
de cuerpo mortal ya transgredido,
de hijo, hermano y padre,
de un amigo.

Eres pausa, silencio,
el suspiro que llena mis vacíos.
Mano abierta que no logro abrazar
por más que lanzo designios a los cielos,
por más que busco los pasos asertivos,
por más que giro ruletas de esperanza.
Me quedo quieta al fin, cansada,
y llegas siempre a acariciar mi vista
con el retrato de un sol naranja
y la promesa de que habrá un mañana,
un nuevo fin, un viejo sueño renacido,
una mirada. 


Eres mi todo.
Resumen de estos mis esfuerzos,
mis logros que son pocos,
mi vida que ya es nada.

Eres poema
y te pronuncio con voz trémula y cortada,
consciente de todo lo que falta,
de lo que yo no soy,
y de esta voz ahogada
que espera resurgir en tu presencia,
y se aferra a ser tuya,
pues ser tuya es todo lo que hay
en esta alma.


viernes, 27 de diciembre de 2013

Sonríe el frío

Sonríe el frío y no hay manera de alegrar el alma.
Contenerme es casi imposible
y el hielo hecho llanto se impone.
La lluvia no cesa y no hay impermeable
capaz de cubrir un recuerdo tatuado,
un engaño creído,
una fe hecha trizas cual hielo delgado que al pisarlo
te hunde y te roba el aliento.  

¿Sientes Tú el frío?
¿Sientes el dolor?
¿Estás Tú, como dicen,
sosteniendo mi mano en esta hora eterna y final?
¿Podría ser este el fin y no principio moral
que me ata las manos y me obliga a seguir?
¿Eres Tú quién propone?
¿Por qué entonces no siento poder disponer lo que pides?
¿Por qué vivo sin ser lo que pides de mí?
¿Por qué pides aquello que no hay forma de ser?

¿Sientes Tú el vacío?
¿Son Tus horas finales tan eternas y tristes
como el látigo clima de espinas sin rosas
que cubre los días, prolonga las tardes
y sumerge las horas en espesa neblina:
muralla infranqueable de los rayos cálidos
del amor que –dicen- me tienes, y no puedo ver
ni sentir… ni oler ni tocar ni vivir?

¿Debo escucharlos?
¿Dónde, dónde está tu voz que me llama?
No logro escucharte entre tanto murmullo,
ni creer lo que escucho.
¿Cómo puedes amarlos?
¿Cómo puedes estar de su lado también?
Quizá sólo cuentan lo que quiero oír:
que existes, que vives, que eres sin duda mi principio y mi fin.
Lo dicen y luego me arrebatan tu mano,
me avientan al suelo y me llaman locura.

¿Es verdad que estoy loca?
¿Es locura amarte tantísimo así?
Verte no en los rostros intachables y limpios
con que se saludan cual realeza de un templo.
Verte sí en el otro, el que es pequeño y sucio y torpe,
como lo soy yo.
El que es niño por dentro y no sabe a bien
cómo es que se hace eso que llaman crecer
y que no comprende cómo es que pretenden
que sea certeza sin ser nunca duda.

¿Tú dudaste también?
¿Te sentaste a escribir, recitar o pensar tus preguntas?
¿O naciste, como hay quienes afirman, con todo el saber?
Yo no puedo creer en un dios con minúscula, ¿sabes?
En un dios que no tuvo la necesidad de estirar su cabeza
por encima del mundo para asomarse a la creación que Es.
Y vivir.
Sí. Vivir como el ser que inventó en su mundo ideal y perfecto,
aunque eso implique no ser aceptado como el ser ideal y perfecto
que a todos les gusta imaginar es.

¿Te dolió darte cuenta de que pesa más el poder real de lo imperfecto
que la imperfección real del poder sobre sí,
que es perfecto, porque es real,
y que es real por imperfecto?
¡Cómo duele! ¿Verdad?  
Me duele hoy, me duele ayer, y me duele mañana.

¿Podrías quedarte conmigo en este dolor eterno?
¿Podrías quedarte y ser el Sol que hoy necesito,
el Sueño que me devuelva la fe?
Una fe, eso sí, no certera.
Porque no pienso volver a cerrar ya los ojos
y ponerme en sus manos.

¿Lo comprendes? ¿Me perdonas?
Ya no puedo volver.
Este ser que yo soy, ya no es la que fue.
Y una parte de mí está muerta.
Y la lloro.
La lloro con el corazón envuelto en un puño.
Dispuesto a golpear con tal de vivir.
Dispuesto a latir en la dimensión que eres.
Dispuesto a morir si así lo deseas.

¿Lo deseas?
Vamos, ya dime que sí.
Dime que me quieres tanto, tantísimo así,
que prefieres mi muerte que verme transformada
en un ser tan pequeño como aquellos que cuidan
la imagen que presentan al mundo,
porque son espejo de todo lo que dicen no ser.

Y con todo, ahí estás Tú.
Asomándote entre las repisas de tanta doctrina.
Y no hay manera de dejar de amar
incluso a quienes sin ser fiel reflejo,
fueron las palabras y el sentir primero,
que me revelaron el misterio eterno de tu
Hermoso Ser. 

¿Cómo es posible pronunciar Tu nombre
sin sentir el Verbo recorrer la vida, transformar el vientre
y nacer de nuevo en la convicción de que es inhumano
causar sufrimiento, lastimar al otro, prolongar el daño
y hacerlo además en nombre de todo lo Santo, Eterno y Divino
que es el Amor?

¿Cómo puedo yo, él, nosotros, todos ellos y Tú,
ayudar sin ser quien lastima?
Porque la verdad duele… Lo sabes, ¿Verdad?
Duele.

Muy bien. Sea pues Tu Verdad quien se imponga.
Tu Verdad… ¿es tuya en verdad? 

Sea pues la imperfecta verdad la que nazca
cual pequeño Sol que se asoma en mi mundo
desde un puño extendido para defenderme
siempre con palabras que son mi refugio,
siempre con Tu aliento que es mi única fe. 

domingo, 22 de diciembre de 2013

No me perdones


No. No me perdones.
No mueras por mí.
No te sacrifiques.
No sufras.
Mira que tu santidad
es ya mi condena.
Esa luz que dices tener,
esa luz que ciega,
es hoy voluntad que a obscuras
busca la salida de tanta dulzura
hecha amarga culpa,
hecho pan de hiel.

Entiéndelo bien: Te odio.
Te odio tanto como alguna vez
supe que te amé.
Te odio tanto como necesito
saber que me odias también.
Porque sólo así se explica
la crueldad y la ira con que me perdonas,
con que subes tu peldaño de
santísimo cordero
hecho hombre, hecho juez,
y desde tus alturas levantas la mano
para señalarme y decirme después
que mucho me amas,
que todo lo olvidas
y que he de ser una más
de las muchas, muchísimas almas
perdidas que has sabido a bien
dirigir sin que ellas sepan a bien
encontrar la luz
que has puesto a sus pies. 

Y en el suelo,
tendida y desnuda de todo mi ser,
no creas ni por un momento que le pido al Cielo
te bendiga y te tenga bajo su mirada.

No. Hoy no pido por ti,
ni por tu iglesia ni por todos tus santos.
Hoy he pedido por mí.
Hoy le he pedido a Dios que si existe
ya no pretenda que alguien me tienda la mano
y que sea Él, completamente Él,
y sólo Él,
quien baje de su nube
y camine conmigo sobre este mar
hipócrita de palabras vacías,
de espejismos desérticos,
de apariencias sin verdadera ley.

De modo que puedes ya bajar de tu altar
y pisarme si quieres,
tan abiertamente como siempre
lo has hecho cuando nadie te ve.

Y trágate el perdón que escupes sin sentido.
Pero hazlo con cuidado,
que es grande como el ego que llevas
cual cruz de utilería  
que sólo tú te impones,
y sólo tú te crees.

Y deja ya de ser el crucifijo que,  
con trompetas y a los cuatro vientos,
te encanta anunciar ser,
que aun engañando al mundo completo
no puedes ni debes engañarte solo:
Perdónate tú.
Y quizá entonces logres comprender
lo mucho que me amo,
lo mucho que te amé.