jueves, 16 de junio de 2011

Escoge tus batallas V

Cuando Jesús llegó, ella ya había preparado una carreta  con todo lo indispensable para el viaje. Al verlo, empezó a explicarle lo que había previsto y organizado. Se sentía orgullosa y quería que el mayor de sus hermanos lo estuviera también.  Pero Jesús sólo la veía, comprendiendo poco o quizá nada de aquello que ella se empeñaba en decir. La miró con atención y escuchó con paciencia por lo que pareció demasiado tiempo, hasta que por fin terminó de enumerar todo lo hecho. Entonces, guardó silencio, en espera de su aprobación.

woman_walking_feetJesús la veía fijamente. Buscaba las palabras correctas. ¿Traes zapatos cómodos?,  dijo después de un largo silencio.

, respondió ella.

Bien, continuó, … entonces a caminar.

¿Pero la carreta… mis cosas… la armadura…?

Olvídalos, no los necesitas. Y empezó a dar pasos hacia el horizonte. Ella quedó paralizada frente a la carreta. Estaba tan orgullosa de lo que acababa de hacer. ¿Dejarlo? ¿Cómo voy a dejar aquí mis cosas? ¿Qué voy a hacer si necesito algo? ¿Y cómo voy a luchar sin mi armadura? Sus pensamientos repetían una y otra vez las mismas preguntas.  ¿Dejarlo todo aquí…?  ¿Todo? Sí todo. Hablaba consigo misma, necesitaba valor y quién se lo diera. El impulso final se lo dio la imagen de Jesús que a lo lejos parecía que en cualquier momento iba a desaparecer. Entonces corrió. Corrió lo más rápido que pudo.

Nunca logró alcanzarlo del todo. Jesús siempre iba dos o tres pasos delante de ella, y ella, jadeando detrás, trataba en vano de ir a su ritmo. Él iba  contento, aparentemente indiferente a la dificultad de su compañera.

Por fin se detuvo. Sacó de un morral, que ella no había notado, pan, mantequilla, un termo, y fruta. Ven, vamos a comer.

Partió el pan y lo bendijo. Le dio un trozo. Y mientras comían contemplaron el amanecer.

En algún momeno, ella rompió el silencio. Me encanta el amanecer, dijo. Me recuerda que estoy viva. Gracias.

Jesús sonrió. Pero no dijo nada, sólo le dio un pequeño empujón con el hombro. Ella correspondió con una sonrisa y el mismo gesto. El ritual de complicidad quedó establecido en ese momento. Y el amanecer se convirtió para ella en el lugar de encuentro entre el pasado que se deja y el presente que se vive, con la gratitud como punto de partida, y la certeza de que no está sola.

Cuando por fin el cielo se matizó de azul celeste, Jesús se puso de pie. Vamos, que hoy te voy a enseñar a caminar en el agua

A ella se le iluminó el rostro. De golpe se puso de pie. Sentía que el cuerpo no le cabía en la piel. ¿En serio? No juegues conmigo Jesús.

¿Jugar Yo? Su sonrisa era total. Imposible saber lo que había detrás de esos ojos. Vamos. Ya lo verás.

Esta vez era Jesús quien iba dos pasos detrás de ella.

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