Colocada el Arca en la morada, en la casa de Yavé,
Salomón se puso de rodillas, extendió sus manos hacia el cielo, y pronunció una
hermosa y extensa oración en la que suplicaba a Yavé escuchar a su pueblo
siempre que este le hablara desde aquel lugar de alabanza.
El fragmento que elegí lo hice a partir de mi propia
experiencia, acércate a 2 Crónicas 6, 14 a 42, y elige también el fragmento que
mejor te describe y ayuda. Pídele que te escuche, el sólo hecho de ponerte a en
su presencia, es oración respondida.
“…Si un hombre cualquiera, o todo Israel, tu pueblo,
hace oraciones y súplicas, y reconociendo su plaga y su dolor, tiende sus manos
hacia esta Casa, escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona,
dando a cada uno según sus caminos, pues tú conoces su corazón, y sólo tú conoces
el corazón de todos los hijos de los hombres, para que te teman, caminando en
tus caminos todos los días que vivan en la tierra que has dado a nuestros
padres.” 2 Cró 6, 29-31
Es complicado tratar de explicar que a Dios hay que temerle
porque generalmente lo entendemos de manera literal: tener temor de Dios es
ponernos a temblar de miedo. Pero hoy puedo comprenderlo desde otra
perspectiva: tener temor del Ser y todo lo que puedo ser a partir de lo que me
niego a conocer de él.
Mi plaga ha tenido diferentes nombres a lo largo de mi
vida: depresión, bipolaridad, trastorno límite de la personalidad, distimia y la
más reciente, ansiedad con tendencia depresiva. Problemas emocionales que en su
momento se vieron acrecentados por un problema de hipertiroidismo (que ha
pasado, con tratamiento de iodo radioactivo, a ser ahora hipotiroidismo.)
Plagas tenemos todos, eso es seguro. Muchos de ellos
se han identificado y otros son sentires de decadencia que no tienen nombre
porque son sensaciones generalizadas que no logramos definir o males que aún no
son diagnosticados, pero se sienten.
Lo que yo no comprendía es que la mayoría de los males
con que se me ha diagnosticado son definiciones que se me han colgado encima, pero
no tienen el poder de definirme del todo. Todos ellos, más que un diagnóstico 100%
certero (la excepción ha sido el hipertiroidismo) no me definen porque todos,
todos, todos, tienen sintomatologías similares o relacionados. Así que hacer un
diagnóstico 100% seguro es complicado, según me han explicado tanto mi psicóloga
como el neurólogo. Implicaría, sin que por ello llegue a ser completamente
certera, una atención médica y psicoanalítica de mucho más que una terapia a la
semana, quizá incluso internarme, y eso significa mucho, mucho, mucho dinero. Que
no tengo. Y generalmente se hace en casos en que el mal es practicamente
incapacitante, cosa que no me sucede. Gracias a Dios.
Y, sin embargo, estoy aquí, no porque no haya corrido
peligro en el pasado ni porque tenga 100% certeza de algo, sino porque tengo
temor a Dios, al SER, a la biología ancestral que me compone, y por lo mismo,
la certeza de que si trabajo a su lado, con su bendición y aprendiendo a
conocerlo, podré logar mucho más que si trabajo en contra de Él. Dios, en
definitivo, es bueno. Siempre.
Por eso, cuando hablo de temor, no lo digo en un
sentido negativo. El temor es un gran consejero y un buen amigo. Nos pone
alertas, despierta nuestros sentidos y nos puede llevar a tomar acciones que de
otra manera no nos atreveríamos hacer. Por temor, por ejemplo, hoy ya no me doy
el lujo ni de quedarme en la cama todo el día ni de pasarme la noche en vela. Por
temor, voy al gimnasio y hago ejercicio. Por temor trato de no caer en excesos
de comer y observo si lo que se me antoja es pan, algo dulce, un chocolate o chatarra,
porque si el antojo está presente, es para aminorar una sensación que necesita
atención, no consuelo. Por temor, observo cuándo y porqué quiero fumar, porque
si quiero fumar la soledad ha llegado de visita y nunca llega sin una buena
dosis de ansiedad y miedo.
Porque, además, eso es muy importante comprenderlo
también, el temor y el miedo son cosas distintas. El temor te mantiene alerta,
el miedo no. Para mí, el miedo es un monstruo y con miedo yo puedo convertirme
en uno también. El miedo al abandono, al rechazo, al abuso, a caer víctima de
un predador con poder de dominio, es mortal para mí. Ese miedo está
fundamentado en experiencias que pueden llamarse traumáticas, muchas de las
cuales se dieron en una etapa en la que todos somos extremadamente sensibles a
hacer una tormenta de lo que para otros puede ser un vaso de agua: la infancia.
Y es que hay que comprender que el término “trauma” no
implica algo extremadamente grande y particularmente excesivo, como una guerra
o un accidente aparatoso. Puede ser tan simple como una pérdida importante e
irremediable en un momento particularmente sensible, o abandono y soledad en un
momento clave. De hecho “trauma” viene de un concepto griego que quiere decir “herida”.
Un trauma es una herida, física, psicológica o ambas, que dejaron una fuerte y
duradera impresión en ti.
El miedo te convierte en un niño otra vez, es decir, te
lleva a la biología más básica de su ser. Te convierte en un niño que, en su
momento, no pudo responder adecuadamente a lo que le sucedía, que no supo
controlar sus respuestas, que no tuvo la capacidad ni la madurez para enfrentar
aquello que, por otro lado, no podía enfrentar.
Si tu piensas que una persona deja de ser menor de
edad a los 18 años, entonces no sabes nada acerca del poder de la memoria
corporal y la influencia de las estructuras neurológicas con que un ser humano
se ha formado. Unas estructuras que, además, se crearon precisamente en un momento
en que el cerebro se dedicaba precisamente a eso: a crear estructuras neurológicas
que establecerán respuestas a los estímulos del mundo y determinarán tendencias
de acción.
Las respuestas que el miedo genera son tres: paralizarte,
correr, o atacar. (Freeze, Flight, or Fight, las famosas tres Fs en inglés). Y
si, ante una herida sufrida en un momento clave de tu formación neurológica,
respondiste con alguna de estas respuestas, muy probablemente en tu vida,
llegues a responder igual ante eventos que evocan el suceso. Sin duda alguna el
evento no es el mismo, pero querer evitar la respuesta ante el miedo, es muy
difícil: un mecanismo de supervivencia a entrado en juego y es un mecanismo que
tiene muchos más años de los que tú tienes en este mundo. Es biología y se
remite a nuestros ancestros más lejanos, aquellos que aún no eran, siquiera, humanos.
¿Estamos condenados entonces a ser respuestas
biológicas de miedos inciertos? No, claro que no. La plasticidad cerebral es
una realidad que día a día brinda más y más frutos al conocimiento de nuestras
capacidades de resiliencia y esfuerzo con fruto. La plasticidad cerebral ha,
incluso, llevado a personas condenadas a no volver a caminar, precisamente a
hacer lo imposible: caminar. Es, sin duda, un milagro de la ciencia y el saber,
pero también del Espíritu Humano que se responsabiliza de la búsqueda de
respuestas y soluciones. (1)
Lo que definitivamente nunca voy a permitirme es decir
que con “pensar positivo” basta, que rezar por un milagro es suficiente, ni que
todo es cuestión de voluntad. Y te suplico que no te lo digas ni quieras
reducir la problemática particular de alguien más a sólo eso. Porque tal y como
Salomón se lo dice a Yavé en su oración: “…escucha tú desde los cielos, lugar
de tu morada, y perdona, dando a cada uno según sus caminos, pues tú conoces su
corazón”.
Y es que, si bien estamos hechos de barro, no basta
con echarnos un poquito de agua y volver a moldearnos. Puede que no sea tan
complicado -y definitivamente el tamaño del trauma o herida aquí si juega un
papel importante que definirá en buena medida los alcances de la transformación-,
pero tampoco es fácil.
Es aquí donde el temor es tan importante. No podemos
sentirnos tan poderosos como Dios y creer que nuestros conocimientos -limitados-
son absolutos. Temer a Dios es reconocer que tenemos límites, y esos límites
son completamente individuales. Recordemos lo que Salomón dice: “Si un hombre
cualquiera…. hace oraciones y súplicas, y reconociendo su plaga y su dolor,
tiende sus manos hacia esta Casa, escucha tú desde los cielos… y perdona.”
Temer a Dios, al SER, a la biología de millones de
años, es, con humildad y reconociendo que hay cosas del pasado que nunca vas a
poder cambiar con desearlo -a veces ni siquiera recuerdas conscientemente-, te
des el tiempo y hagas el esfuerzo de analizar tus acciones, conocer las
posibles causas a tus respuestas, identificar tu actitud hacia lo que sucede,
analizar las actuales circunstancias, determinar lo que está bajo tu control, establecer
y practicar nuevas conversaciones internas y maneras de responder, y poco a
poco, cambiar, siempre consciente de “tu plaga y tu dolor”, esté o no definido
al cien por ciento.
Yo estoy muy orgullosa de mí misma, y le doy gracias a
Dios el haberme dado la capacidad de darme cuenta de que algo estaba mal y la
voluntad de responsabilizarme de mi plaga y mi dolor. Me agradezco a mí misma
el perdonarme haberme equivocado tantas veces y el valor de seguir intentándolo
a pesar de que sé que seguramente volveré a equivocarme, que volveré a caer y
que me haré daño y haré daño a otros. ¿Vale la pena intentarlo ante la
posibilidad de herir y herirnos? Sí, ese intento diario se llama vivir y puede
hacerse, debe hacerse, con temor y valentía. (El valiente no es el que no teme,
sino el que, temiendo, se atreve.)
Ese temor de herirme y herir es el temor que tengo de
Dios. Lastimar el SER, mío y de otros, es mi temor más grande. Y por eso, no
puedo perder de vista el temor que tengo de actuar bajo la influencia del
miedo. Eso significa que tengo que hacer un esfuerzo por actuar en el mundo, y
no esconderme de él. Paralizarnos o huir, no son respuestas de temor, sino de
miedo. Y ya vimos que sus respuestas no son de vida.
El camino de recuperación que inicié hace ya muchos
años, ha ido transformando mi miedo en temor. Y nunca volveré a no tener temor.
Aceptar la responsabilidad de mi vida implica aceptar mi plaga y mi dolor.
Te invito a que no te niegues a escuchar a Dios y sus
respuestas sólo porque no son las que tú esperas. Ora, te dicen, y lo haces y
no pasa nada. Ve al doctor, te dicen, y lo haces, y no pasa nada. Se positivo,
te dicen, y lo haces y te dices hasta el cansancio que eres feliz, y no pasa
nada. Bueno, qué tal si te das la oportunidad de hacerlo todo a la vez. Mantenerte
abierto a todo, y observar qué sí funciona y que no, en tu caso muy particular,
y así, ir definiendo tu propio camino de transformación.
Sé humilde y ora, y ve al doctor, y quizá empieza a
pensar que ser positivo no quiere decir que vivas con una sonrisa en el rostro,
sino que sigas en una constante búsqueda. Ayuda también acercarse a un
pensamiento científico: hazte una pregunta, formula una posible respuesta, experimenta
a ver si eso te ayuda, analiza los resultados, y vuelve a formular otra pregunta
y otra posible respuesta. Ensayo y error, ensayo y error. Mucha práctica, entrenamiento
y disciplina. Reconoce, también, que no hay científico que se respete que no
trabaje en equipo. No puedes solo. Busca ayuda.
Mira este vídeo de los avances que la plasticidad
cerebral ha logrado realizar, dura tan solo un minuto:
Link directo: https://www.youtube.com/watch?v=0_2Fhtvbglg
¿Qué nos dice este video? Rodéate de gente dispuesta a
ayudarte y a comprender y perdonar que quizá no lo logres de inmediato, y que
incluso pudiera ser que nunca lo logres del todo. Acéptalos en sus limitaciones,
pero habla con ellos para que también comprendan los tuyos. Y si no están
dispuestos a acompañarte y ser, digamos, “un implante extrerno" en tu espina dorsal que
te ayude a restablecer nuevas conexiones que te permitan funcionar en el mundo, aléjate, y busca ayuda en otro lado.
¿Por qué? Porque si no te rodeas de personas que comprendan
tus respuestas y te ayuden a restablecer otras nuevas formas de actuar, que
prefieran evitar una confrontación o que busque únicamente que sometas tu respuesta
a su voluntad, o a lo que ellos consideran correcto, entonces estás frente a
una persona que -con muy buenas intenciones de por medio- seguramente terminará
culpándote de lo que no lograste hacer -eres una persona negativa y tus
pensamientos crean tu realidad-, se limitarán a pedirle a Dios que te paz y se
alejará de ti convencidos de que te están dando espacio para que te recuperes -en soledad, por supuesto. O en casos muy
extremos, te encerrarán en un hospital, o simplemente pretenderán que con que
recibas medicamento es suficiente. Entonces, quedarás a la deriva y sola hasta que
te recuperes. Lo cual no sucederá por si sólo.
Lo que necesitas es precisamente lo que viste en el video:
personas que actúen a manera de “un implante externo” que te ayude a decirte
algo nuevo y restablecer nuevas respuestas. Gente que te ayude a tomar consciencia de ti, no de lo que ellos quieren que hagas, digas y seas. Seres que te ayuden a darte cuenta de tus actos, para que lo que sea que no esté definido como un camino neuronal deseable, empiece a serlo a partir, primero, de tener consciencia de la respuesta no deseable, y luego practicar la que se desea. Practicarlo mucho, mucho, mucho. Gente que quiera caminar contigo mientras aprendes a caminar de nuevo, y quizá incluso, decidan amarte por siempre.
Y si no cuentas, aún, con alguien a tu alrededor, pídelo
y empieza a poner atención y busca, lee, infórmate, empieza el proceso tú
mismo. De entrada, tu apoyo no tiene que ser una persona física -aunque, eventualmente
necesitarás un apoyo humano, porque somos seres sociales y eso tampoco lo
puedes negar. De modo que, si no cuentas con alguien, definitivamente recomiendo
una terapia. A mí la terapia me ayuda, pero no sólo es eso: también son las conferencias
que escucho, los artículos que leo, las películas, historias, narraciones a las
que me expongo, el ejercicio, el dormir o por lo menos darme tiempos de descanso,
el pedir y pedir ayuda y obligarme a salir de mí para estar con otros.
Ten temor de Dios, del SER, de la biología ancestral
que te forma, y haz algo al respecto: edúcate, crea nuevas respuestas y
transfórmate. Porque si lo dejas, la peste se hace enorme e incontrolable. No
puedes dejarlo hacerse más grande que tú. Eres un/a hijo/a de Dios, del SER,
vaya ERES único y valioso. Y yo te necesito. Cuando, a pesar de todo, vives, te
esfuerzas, te levantas de la cama, sonríes o lo intentas al menos, haces tus
labores diarias, a mí me das fuerza para continuar. Y yo lo hago también por
ti, porque cada paso que doy lo doy para que tú también tengas esperanza.
Señor, Dios, Ser, Biología de Vida Ancestral, Alma
mía, mi Bien: Si alguien hace oraciones y súplicas, y reconociendo su plaga y su
dolor, tiende sus manos hacia ti, escucha tú desde la Alianza de Amor que estableciste
con tus hijos -morada de tu SER-, y perdona, transforma nuestras respuestas de
herida, dando a cada uno según sus caminos, pues tú conoces el corazón de cada
uno de tus hijos. Gracias. Te amo.
2 comentarios:
Excelente Sensible Brillante y bien argumentada propuesta. Dios abre puertas mentes y corazones. Te mando un abrazo.
Gracias. Recibo el abrazo a corazón abierto. Bendiciones.
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