miércoles, 9 de enero de 2019

¿Quieres dividir voluntades?


Photo by Kelly Sikkema on Unsplash

El rey Roboam, hijo de Salomón, pidió consejo a los ancianos y a los jóvenes. El consejo que siguió fue el de los jóvenes. Así, a la solicitud de Jeroboam de que el yugo que su padre le impuso se aligere, Roboam “les dijo: «Mi padre hizo pesado el Yugo de ustedes, yo lo haré más pesado todavía; mi padre los azotó con azotes, pero yo los azotaré con escorpiones.»” 2 Cró 10, 14

La consecuencia fue la división del pueblo de Israel. A partir de entonces Roboam reinó sólo sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá.

¿Quieres dividir voluntades? Ten mano dura. Sé completamente despiadado ante las debilidades y los errores de otros. Juzga, limita y castiga. Que la obediencia ciega sea tu norma.

Mas déjame advertirte algo, si lo logras, si conviertes tu autoridad en un rufián dispuesto a juzgar, limitar y castigar, entonces ponte a llorar, porque eso es lo peor que podría sucederte.

Dividir voluntades es, antes que cualquier otra cosa, debilitar tu corazón y arriesgarte a romper tu alma. Implica imponerte a ti mismo el yugo de la dureza, y una voluntad dura lleva a un corazón y un alma corrupta, capaz de defender a cualquier precio la posibilidad de ser descubierto como un fraude. Porque finalmente, el corazón es frágil y es capaz de doblarse ante la primera duda, ante cualquier señal de debilidad. Pero un corazón y un alma corrupta no puede darse el lujo de ser descubierto en su debilidad porque su concepto de sí mismo se vendría al suelo. ¡Cuánta flexibilidad perdemos al ser inflexibles!

El Padre Fernando Liñán, durante una de sus misas, explicó que Jesús hablaba con autoridad porque utilizaba palabras edificantes. Esa ha sido la mejor definición de autoridad que he escuchado: Tener autoridad es hablarle al otro con palabras edificantes. Es construir voluntades, no imponer la tuya. Es ayudarle al otro a ser quien es, aunque eso implique que el otro llegue a demostrar tener una capacidad que yo no tengo, pero que al tenerla y compartirla conmigo, ahora tendremos ambos. Tener autoridad implica comprender que al construir al otro, construyo comunidad, apoyo, confianza y ayuda mutua. Si creo que la autoridad es algo a lo que los demás tienen que responder, entonces aún no he comprendido que la autoridad está al servicio del otro. 

Pero construir voluntades no es fácil. Tienes que empezar con ser autoridad para ti mismo, es decir, hablarte con palabras edificantes. Empieza contigo. Confía en ti. Eres valioso y necesario. Se flexible contigo mismo. Dividir tu voluntad a fuerza de tratarte con demasiada severidad no ayuda a nadie. Y es un camino muy corto hacia la soledad. Si te toleras en la debilidad, tolerarás la debilidad de otros. Si descubres tu fuerza en la debilidad, sabrás buscarla en los demás.

Antes de continuar, vale aclarar algo: debilidad no significa falta de fortaleza. Mis peores momentos, vistos desde el exterior, no parecieron momentos de debilidad, todo lo contrario: había coraje, odio, enojo, gritos y golpes. La fuerza estaba presente, sin duda. No me enorgullece confesarlo, pero creo en la Verdad y en la libertad que es capaz de darnos. Por eso me arriesgo a exponer mi debilidad, pues sé que exponerme tal y como soy es la fuerza que necesito para ser todo lo que puedo llegar a ser. Nada de auto-engaños.

La verdadera debilidad es someternos a las palabras hirientes y denigrantes que se nos dicen y nos decimos a nosotros mismos. Y no importa si te sometes a gritos o con completa calma. Ser pasivo-agresivo no disminuye la agresión, sólo la… engalana.

Tampoco pensemos que ser fuerte es no caer en nuestras debilidades. Todos las tenemos y todos caemos. La fortaleza es levantarnos, volverlo a intentar, corregir lo que podamos, asumir la responsabilidad que nos toca, y no culpar a otros por lo que puedes cambiar tú. Mejor cambia, aunque no te ayuden. Ya llegará quien quiera ayudarte. De entrada, Jesús está dispuesto y el suyo es el camino. Abraza esa cruz y cárgala lo mejor que puedas. Habrá quien te lo reconocerá y accederá a ayudarte, y habrá quien se lavará las manos y dirá: el problema eres tú. No importa lo que pase. Sé fuerte y vuélvelo a intentar: 70 veces 7, o más, si fuera necesario. 

Jesús, permítenos edificarnos y edificar al otro a través de palabras de aliento. Permítenos aprender a ser débiles y ser flexibles ante la debilidad de otros. Ayúdanos a descubrir en todo momento al ser humano que vive detrás de la imperfección de su persona. Danos, mi Bien, tu sensibilidad para descubrir corazones donde otros ven corazas. Gracias, mi Bien. Te amo.  

Ah, y te comparto una imagen que un amigo compartió en Facebook, y que me hizo el día, y me lo hace cada que la veo. La cita, por supuesto, no es del Dalái Lama, pero definitivamente nos hace bien saber que, tal y como él está sonriendo con gratitud, nosotros también deberíamos darnos la oportunidad de sonreír agradecidos ante el consejo.  Tómalo con humor, que quien es capaz de reír de sí mismo, tiene mayores posibilidades de cambiar también. 

Tomado de algún lugar en Facebook

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