viernes, 11 de enero de 2019

Distancia y silencio



“Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas de Judá y Benjamín, y diles de parte mía: «No suban a combatir con sus hermanos; que cada uno se vuelva a su casa porque estos acontecimientos vienen de mí.» Ellos escucharon la palabra de Yavé y abandonaron sus propósitos de marchar contra Jeroboam.” 2 Cró 11, 3 y 4

Cuando Roboam, rey de Israel, vio que Jeroboam unificó a los pueblos del norte para apartarse de su autoridad, decidió reunir a los hombres de combate de las tribus de Judá y Benjamín para “pelear” y obligar a los pueblos del norte a que “reconocieran” su autoridad.

Afortunadamente, Semaías, hombre de Dios, les hizo saber que “pelear” no era la voluntad de Dios. Después de todo, los acontecimientos sucedieron tal y como él, el SER, deseaba que sucedieran: Jeroboam y los pueblos del norte, no reconocieron una autoridad que pretendía someter a su pueblo al maltrato y la falta de dignidad.

No nos sometamos al maltrato y la falta de dignidad. Dios no quiere eso para nosotros. No somos sus hijos para ser maltratados, tampoco nos pide pelear para someter a otros. En todo caso, nos pide distancia, nos pide silencio. Eso, la distancia y el silencio, duelen cuando surge entre hermanos, pero es mejor que pelear.

Recién leí un poema que les voy a compartir. Es un poema de distancias y silencios, y lo que puede implicar. Ahora que lo pienso, creo que a veces peleamos tan solo para seguir existiendo en la vida del otro, porque dejar de existir en su vida, es lo más doloroso que nos puede pasar.

Odiar a alguien es, después de todo, amor… es amor herido, pero sigue siendo amor. La indiferencia es el verdadero opuesto del amor. Y la distancia y el silencio es la indiferencia en su más grande expresión.

Mas si es distancia y silencio lo que Dios pide, es mejor darlo. Amar hiriendo y siendo herido, nos llevará a un ciclo de destrucción.

Les recomiendo también la página de Facebook de donde lo obtuve: Las Alas de mi mariposa. No sé quien escribe, pero escribe hermoso. Lo comparto acompañado de la imagen que tuvo bien a escoger su autor/a para acompañar las palabras. 

Le temo al silencio.
Ese que puede crecer entre dos personas cuando se despistan y omiten las palabras correctas en los momentos adecuados. El que siembra las dudas, el que habla por el otro cuando ha decidido suspender el mensaje.


Ese del otro lado del teléfono cuando nadie responde, el breve instante de duda porque alguien no sabe si lo que siente es real.

El silencio de una larga noche donde mis suspiros no te alcancen, cuando el aire deje de soplar en tu dirección y no pueda volver a susurrarte que te extraño.

El eterno callar de dos almas que dejaron de querer saber de la otra. Ese instante donde ya no pueda acudir a ti porque estés, ahora sí, lo suficientemente lejos para no querer volver la mirada.

Temo a ese largo estado llamado olvido donde el silencio ya no lo es más porque estamos escuchando otras voces en su lugar.


Jesús, no permitas que el silencio y la distancia nos separe. Mas, si la distancia es lo que consideras mejor, entonces permítelo, provócalo. Y aún así, aún permitiéndolo, te pido, te suplico, no me dejes olvidar a quienes he amado. No me permitas olvidar que fue el amor lo que me llevó a buscarte y que fue el encuentro contigo lo que me obligó a negarme a seguir donde no soy vista con dignidad ni escuchada con aprecio, donde están más dispuestos a señalarme que a hacer lo que sea necesario para incluirme. Amarte me obliga a amarme, y no quiero ser tratada con desprecio. Y si he sido yo, o soy yo quien se niega a dar dignidad a otros, abre mis ojos y mi corazón y permite que me de cuenta, y dame la sabiduría y la voluntad para cambiar. Gracias mi dulce Bien, mi Vida, mi Ser. Te amo. 



Le temo al silencio. (2019, Enero 8). Las Alas de mi mariposa. Facebook. Tomado de: https://www.facebook.com/317918668718973/photos/a.317952142048959/518956508615187/?type=3&theater

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