“Bendito sea Yavé, tu Dios, que te quiere y te ha
puesto sobre su trono como rey en su nombre. Yavé, tu Dios, ama a Israel y lo
quiere conservar para siempre, y por eso te ha puesto por rey sobre ellos para
administrar derecho y justicia.” 2 Cró 9, 8
Dios te ama. Es así de simple: te ama y te quiere
conservar para siempre. Por eso, ha puesto en tu camino gente que te quiere
también, que te desea lo mejor, no para resolverte la vida, sino para decirte
lo que haces mal, lo que puedes corregir, o lo que puedes cambiar. Quien no te
quiere nunca te dirá que estas en un error. Guardará silencio y te guardará rencor.
Y cuando pueda, te castigará, ya sea abiertamente a través de su poder o fuerza
superior a la tuya, o con el desprecio de su actuar pasivo y su consciencia,
equivocada, de superioridad.
En cambio, quien te quiere, y te quiere bien, sabrá
aplaudirte, pero no sólo eso. Será exigente contigo, y más que castigarte, te
harán sugerencias de cómo lo puedes hacer mejor. A veces, ni siquiera serán sugerencias.
Te lo dirá abiertamente: deja de ser un cabeza dura y cambia.
No son personas que castigan, porque buscan la
justicia y la justicia no castiga. La justicia busca debilidades para
convertirlas en fortalezas, cambia percepciones y reconoce que, ante un evento
desafortunado, hay algo que aprender. Si piensas que castigar es el camino y
someter a los demás es la manera de guiarlos, y es, por lo tanto, la norma, entonces
no conoces a Dios, ni conoces su Ley. La Ley de Dios es de justicia, no de castigo.
El derecho y la justicia son asunto de sabiduría, y
Dios nos ha dado acceso a la sabiduría para buscar precisamente eso: el derecho
y la justicia. ¿Estoy siendo justo con el otro? ¿Qué puedo enderezar en mí para
acercarme a la justicia? ¿Qué es acercarse a la justicia? Creo que implica acércame
a la comprensión de mí mismo, de los demás y de lo que Dios busca que logremos
con esa comprensión. Implica mejorar en algo mi vida y la de otros, y buscar
soluciones y estrategias de acción para incluir, amar, desarrollar y crecer, no
para castigar, no para someter.
Si para ser padre, maestro, líder o jefe necesitas
castigar y someter, y sueles despreciar lo esfuerzos de otros porque no cumplen
con tus normas, permíteme quererte mucho y decirte: estás en un error.
El camino es la Alianza de Amor que Dios ha
establecido y que es nuestro derecho y obligación, como sus hijos, establecer
con los demás. No implica perdón sin consecuencia, pero no es sometimiento de
voluntades y negación de capacidades en los otros. Toda Alianza incluye a las
partes, no somete a una frente a otra.
Dios te ama y te quiere conservar para siempre. Quiere
que sepas el valor que tienes y, al tenerlo, podrás reconocer el valor que
existe en los demás. Tu valor y el de los demás, es algo que necesitamos en
principio reconocer, para poder después estimular y acrecentar. Eso es aplicar el
derecho humano de dignidad y encaminarlo hacia la justicia.
Jesús, gracias por ser mensaje de Verdad y búsqueda de
Justicia. Gracias por tus arrebatos de corrección, incluso por la dureza de tus
palabras: nos has dicho hipócritas y nos has comparado con lobos disfrazados de
ovejas, nos has asegurado que hemos convertido tu casa (tu Alianza de Amor) en cueva
de ladrones, nos has hablado de nuestra incapacidad de reconocer al prójimo
como aquel que necesita de nuestra labor, entrega y sacrificio, y no como alguien
que es lo que queremos que sea y cumple con nuestras normas de acción, no
siempre humanas y más encaminadas a castigar que a reconocer y desarrollar
capacidades.
Jesús, ayúdanos a emplear el derecho humano de vivir y
crecer con dignidad y justicia. Te lo pedimos en tu nombre y bajo el amparo de
Dios Padre-Madre y el Espíritu de Amor que te mueve. Te lo suplicamos con la
intercesión de María, mujer, madre, esposa e hija, feliz encuentro de tu
Voluntad y la voluntad de hacer justo lo que nos pides. Porque si es tu
Voluntad la que seguimos, no habrá nada imposible. Te amo.
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