“También vinieron al escondite donde estaba David algunos de los hijos de Bengamín y Judá. David se presentó delante de ellos y les dijo: «Si vienen a mí en son de paz para ayudarme, mi corazón se unirá con el de ustedes; pero si es para engañarme y ayudar a mis enemigos, puesto que yo tengo las manos limpias de todo pecado, el Dios de nuestros padres sea testigo y juez.»" 1 Crón 12, 16x-18
Quizá nosotros no tengamos las manos limpias de todo
pecado, pero puedo asegurar algo, “el Dios de nuestros padres siempre es
testigo y juez.” De modo que no temas entregar tu corazón.
Yo sé que eso de abrir nuestro corazón nos expone a
ser lastimados. Y no voy a mentirte: yo tampoco quiero abrirlo. Exponer tu
corazón al escrutinio de quienes no ven en ti más que lo superficial, te deja
vulnerable a sus críticas, juicios y nula disposición a empatizar contigo.
Con todo, arriésgate. Abre tu corazón.
Ahora, eso no significa que te expongas a lo bruto.
Permite que Dios sea testigo y juez. En otras palabras, habla con Él la
situación, medita en su Ser tus acciones, pregúntale qué hacer, y permite que
te hable. Escucha, escucha con ese corazón que tienes abierto. Escucha más allá
de lo que te pueda decir lo inmediato. Atiende a los actos y actitudes propias
y la de otros, más que a las palabras. Porque habrá mucha gente que te diga que
te ama, y llegado el momento en que les necesites, te voltearán la cara con un
enorme: ¡No! Y habrá quienes lleguen a brindarte una mano, aún sin haberla
pedido. Toma esa bendición que te ofrecen y da gracias, que el amor es amor,
venga de quien venga.
Así que, abre tu corazón, porque cuando cierras tu
corazón al dolor, también lo cierras al amor. No te estoy diciendo que corras a
abrazar a quien te lastima. Es comprensible que si ya te mordieron no quieras
acercarte. “No den lo que es santo a los perros, ni echen sus perlas a los
cerdos, pues podrían pisotearlas y después se volverían contra ustedes para
destrozarlos”, nos advierte Jesús. (Mateo 7, 6)
Pero eso no significa deja de amar. Todo lo contrario,
ámalos en la distancia. No vale la pena ser demasiado pronto en dar lo que
nadie te ha pedido. Da a quien está dispuesto a recibir, y lo hace con un
gracias de por medio. Habla con quien está dispuesto a escuchar, empatizar y buscar
a tu lado puntos de encuentro.
Quien haga eso, es alguien que está abierto también a
la experiencia de amar. Pero si el otro no lo recibe o no lo agradece, si
tienes que extender y extender la mano sin que haya quien la tome, sacúdete el
polvo -el que hay en ti, no en el otro- y sigue caminando. Tu corazón dolerá,
lo sé, pero Dios lo sostiene. No temas.
Escribo como si te diera un consejo, pero estás
palabras, que puedes perfectamente hacer tuyas, no son en primer lugar para ti.
Son para mí. Yo necesito escucharlas porque estoy más que preparada para cerrar
mi corazón por completo. Y todos los días necesito recordarme que vale la pena
amar, que vale la pena intentarlo, que vale la pena hablar, escribir, reflexionar,
compartir, sonreír y creer que el otro no siempre quiere lastimarnos.
A veces, ni ellos ni nosotros sabemos cómo acercarnos
ni cómo abrir nuestro corazón. De modo que, tal como Michelle McNamara, esposa
fallecida del comediante Patton Oswalt, solía decir: “Todo es un caos, sé
amable.”
Ya antes había hablado de esta frase, dicha por una
mujer atea. Pero me parece sentida desde la cristiandad más profunda -y de
verdad que creo que todos tenemos la capacidad de sentir desde esas profundidades
de nuestro ser, le pongamos o no el nombre de “cristiano”- porque implica lo importante
que es reconocer que sólo Dios sabe qué tormentas hay en el corazón del otro, de
modo que, pase lo que pase, lo único que te queda es ser amable. Esa es una
buena manera de mantener el corazón abierto y abrir corazones: sé amable.
Jesús, enséñanos a ser amables, con nosotros mismos y
con los demás, para que nuestro corazón sea uno. Así sea. Te amo.
Imagen del Blog de la Escritora Ilustrada: It's Chaos. Be Kind. Tomada de:
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