“’Hermano, yo tengo de todo, guarda lo que es tuyo.’ Pero Jacob le
contestó: ‘No, por favor. Si realmente me quieres, acepta el regalo que te
ofrezco, pues me he presentado ante ti como ante Dios, y tú me has acogido.’”
Gen 32, 9-10.
Mi Dios, mi dulce Bien, que importante es aceptar en tu nombre los
dones, el amor, la confianza, incluso el dolor y los defectos de otros. Tu
presencia la muestras a través de nosotros. Si no estamos dispuestos a aceptar
a nuestro hermano y su ofrenda, imperfecta quizá, incomprensible para nosotros,
quizá, intolerable para nuestro buen gusto, quizá, pero ofrenda al fin, ¿cómo
podemos decir que te aceptamos, si no somos capaces de aceptarlos a ellos? Necesitamos
comprender que siempre que alguien nos muestra su corazón con todo lo bello y
horrible que hay en él, nos ofrece su ser. Rechazarlo no debería ser una
opción. Quizá recibirlo con reservas, pero rechazarlo nunca.
Tu sabes que lo digo por esta experiencia mía del rechazo. Tan
arraigada, tan fuerte aún. Un mundo que no nos acepta es cruel. Perdona las
ocasiones en que yo he participado en este rechazo hacia otros, y por tanto,
hacia ti. Perdóname por no haber sido capaz de salir de mi propio dolor para
recibir el bien que otros quieren darme. Hazme cada día consciente de que Tú
estás presente en las personas que me rodean, en TODAS las personas que me rodean.
Y que, si recibo dolor o rechazo, no es a mi a quien quieren lastimar, es la
incapacidad que tienen de verte también en mis ojos, porque no he sido capaz de
vivir a la altura de tu Amor y entrega. También pudiera ser que sufren, y
cuando alguien sufre no puede recibir. Dame
capacidad y alivia mi corazón, porque un corazón herido no sabe recibir. Y en
tu nombre, quiero poder hacerlo.
Te amo y bendigo a Ti y a todos mis seres amados: mi esposo, mi hija,
mis hermanos, mis padres, mis tíos, tías y primos; El Padre Robert y mi tío
adoptivo, el Padre Plácido, ambos parte de mi familia espiritual; todos y cada
uno de los agentes de Pastoral Penitenciaria, e incluye al Padre Jorge, que a
quien le bastó conocerme una vez para darme valor y dignidad e incluirme donde
deje de ser incluida. Todos ellos se esfuerzan por hacerte presente donde casi
nadie quiere ir a buscarte. Bendice a las muchachas y el personal del Centro
tutelar de adolescentes y toda persona que esté encarcelada, ya sea en cárceles
físicas o tras rejas de adicción, inseguridad, males físicos o mentales. Y
bendice también a toda persona que reciba estas oraciones, las lea o no.
Y ¿sabes
qué? Hoy incluso te pido bendigas a las personas que me han herido, me han
rechazado, me han dicho que soy incapaz, que todo me lo invento, que ven en mí
a un ser flojo y torpe, y para quienes mis defectos han sido mayores que mis cualidades. Yo sé que han sido incapaces
de ver la enorme humanidad que mis defectos me otorgan. Y aunque me han herido, comprendo su punto de vista. Sé que su juicio ha pesado enormemente en mi ser, como suele pesar el juicio social que recae en los hombros de cualquiera, pero debo aceptar que, incluso ellos,
son expresión de tu Amor, porque al final me obligaron a dejar de esperar de ellos lo que sólo Tú puedes dar.
Hoy en la mañana, mientras salía de casa, mi esposo veía un programa en la televisión y alcancé a escuchar a un científico decir: "El dolor nos otorga una ventaja de supervivencia. Sin el dolor, no buscaríamos medios para superarlo." Gracias por todas las personas que han estado en mi vida, ya sea para bien o para mal. Y permíteme
ser para ellos y muchos más, expresión de tu amor también. Así sea.
Te amo.
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