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“Todos
sus hijos e hijas acudieron a consolarlo, pero él no quería ser consolado, y
decía: 'Estaré todavía de duelo cuando descienda donde mi hijo al lugar de las
Sombras.’ Y su padre lo lloró.” Gen 37, 35
Dios,
que fácil es aferrarse al dolor cuando creemos que el ser amado no está a
nuestro lado. Perder a aquellos que amamos, perder aquello que amamos, es
desgarrador. Pero también es una verdad a medias. El dicho aquel: “Todos los
caminos conducen a Roma”, nos recuerda que todos los caminos, incluyendo el
dolor, pueden llevarnos a tu presencia. Hay que buscarte en ese dolor. Hay que
intencionar la búsqueda de un “sentido mayor”. Hay cosas que pueden no tener
ningún sentido, pero hay que buscarlo en Ti y en todas tus enseñanzas, porque
el sentido existe, tal y como Tú existes. Me atrevo incluso a decir, que
encontrar el sentido de nuestra vida, es encontrarte a Ti.
La
semana pasada mis alumnos de primero de secundaria me dijeron que Santa Claus
no existe. Yo les dije: ¡Claro que sí! Insistieron: Son nuestros padres. Yo les
dije: Santa Claus fue un hombre -obispo, de hecho- llamado Nicolás, y se le considera
un Santo porque ayudó a los niños y les ofrecía regalos, entre otras cosas. Así
que Santa Claus, si bien no tiene un traje rojo y no vive en el Polo Norte,
representa un Espíritu de generosidad y el deseo de hacer a un niño feliz. Con
lo difícil que está la situación económica, ¿a poco creen que los papás quieren
comprar regalos y juguetes? ¡No, claro que no! Pero el Espíritu de generosidad
y el amor los lleva a desear verlos felices, y bueno, se dejan dominar por el
Espíritu que San Nicolás promovió. Ese es Santa Claus, y podemos tomarlo todo
literal y dejarlo de lado porque “no existe”, o podemos dejarnos invadir de ese
Espíritu de Generosidad y Amor, y disfrutar el dar y recibir. En cuanto al
hombre panzón con traje rojo y barba blanca, es un símbolo, un arquetipo, una
manera de darle forma a ese Espíritu que de otra manera no podríamos nombrar. Ese
calor interior que te hace feliz cuando tus hijos corren a ver qué les trajo
Santa, el Niño Dios, o los Reyes Magos, ese es el Espíritu.
Son
muchas las cosas que literalmente “no existen” o que “no tienen sentido”, pero
lo relevante no es que existan como entes palpables, ni que tengan sentido por
sí mismos, sino que les demos sentido. El sentido que les demos, les dan
existencia o ser.
Cuando
el pensamiento científico iniciaba en Europa (Revolución Científica) René Descartes,
filósofo, dijo: “Pienso, luego existo.” Una mejor traducción a esta famosa
frase es: “Pienso, por lo tanto, soy.” Wikipedia nos dice que esta frase expresa
uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna: que mi
pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo
absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas. (https://es.wikipedia.org/wiki/Cogito_ergo_sum)
¿Qué
piensas? ¿Cómo es tu existencia a partir de lo que piensas? ¿Cómo puedes
cambiar lo que piensas para tener una existencia que valga la pena vivir? ¿Cómo
“piensa” Dios? ¿Qué pensamientos alimentan la idea, y por lo tanto, fomentan en
la realidad, un “Reino de Dios”, es decir, un mundo de paz, justicia, compasión,
esperanza, caridad y fe? Meditar en Yavé, en Jesús, en el Espíritu, es esencial
para SER Cristiano. Meditar y llevarlo a la acción. Es decir, pensar y SER eso
que pensamos.
Por
eso te aseguro que tus intenciones nunca reflejan la verdad de tu ser. Tus
acciones, en cambio, sí. Tus acciones son las que reflejan tu pensar, tu alma y
tu contacto con el Espíritu. Tus intenciones son palabras. Las palabras muy
bien pueden ser vacío sin sentido. El sentido siempre se lo das tú y se
refleja, de manera indudable, en tus actos.
Conozco
ateos con actitudes más cristianas que muchos cristianos. Y eso es porque, si
lo piensas bien y le encuentras sentido, hay acciones que son Verdades aquí y
en todos lados. El Espíritu de Dios, se encuentra en todos lados. Pero hay que buscarlo.
Nosotros, los cristianos, tenemos la enorme ventaja, de que se nos ha marcado
un camino para convertir la idea de Dios en una realidad que se experimente en
nuestras vidas. El camino es Cristo, y este camino atraviesa momentos de luz y
obscuridad, de bendiciones y manos llenas (canastas de pan y pescado) y otros
de soledad, tristeza y desesperanza (ser detenido, juzgado, azotado, y sacrificado).
El misterio de la Cruz es uno
de los misterios más obscuros y bellos que Cristo nos reveló, pero no lo
explicó: lo vivió. Los actos reflejan el Espíritu y el Espíritu se manifiesta
cuando le damos sentido a nuestros actos. Jesús le dio sentido a su acción: “En
tus manos encomiendo mi Espíritu.”
Ese
dolor que te invade, no tienes que vivirlo como una maldición. A lado de
Cristo, dale un sentido de Espíritu. Será el mismo dolor, pero el sentido será
otro. Y en lugar de arrastrarte a la pena, te elevará a la lucha, la
consciencia, la entrega, el perdón, la paz y el amor.
Así
que, si lloras, llora con sentido, llora con Cristo y llora consciente del por
qué y para qué lloras. Si vives enojo y rencor, vívelo, pero hazlo con Cristo,
y llora de coraje, si es lo que requieres, y que una vez más sea con Cristo. Si
necesitas aferrarte al dolor -a veces te aferras porque es lo único que de queda
de todo lo que has perdido- hazlo en Cristo. Cuando te encuentres en el sin
sentido, busca el sentido y búscalo en Dios, en el Espíritu, en Jesús, en el Amor,
en la Entrega, en fin. Búscalo donde prefieras buscarlo, pero busca ese sentido.
Darle sentido al dolor es acercarnos al misterio más maravilloso y liberador de
todos los misterios, porque detrás del dolor, siempre surge la esperanza verdadera.
Jesús,
no nos permitas olvidar que nuestro mayor bien eres Tú. Que no hay necesidad de
aferrarnos al dolor pero que si por alguna razón no podemos liberarnos de lo
cegador que es y lo pesado que se siente cargar con esa pena, permítenos
aferrarnos a ese dolor como quien se aferra a tu Cruz y te acompaña y ayuda a cargarla.
Dale sentido a cada lágrima y cada lamento, porque es a través de tu Ser que encontraremos
consuelo y es también a través de tu Ser que podremos brindar consuelo a otros.
El amor y el dolor que se entrega y se recibe en tu nombre y a través de tu
presencia, es un amor más firme, más fuerte, más bello y dedicado. Un amor
capaz de trasformar las sombras que nos invaden en un sentido de Vida que tu
invariablemente nos brindarás. Danos la capacidad de amar así: amar en Tú
Nombre. Gracias.
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