“Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a
hacer el censo de Israel.”
1 Crón 21, 1
Esta historia del censo de Israel realizada por David,
como mucho de lo narrado Crónicas, también se nos dio a conocer en el libro de
Reyes, donde, si recuerdo bien, sí había comentario al respecto (leo la Biblia
Latinoamericana, 2005 y consulto la edición de 1972). Pero en Crónicas no hay
comentarios ni hay versículos al margen para saber dónde se menciona el hecho
en Reyes. Es curioso, en los demás libros existen, pero en este no.
Pero recuerdo que el censo fue un pecado, no tanto
porque sea malo contar nuestras bendiciones, sino por lo que se pretendía al
contar. A veces, no son bendiciones lo que contamos, sino triunfos, logros, y al
contar los consideramos nuestros. Y generalmente tenemos la osadía de sentirnos
muy superiores a los demás por tener esos triunfos. Contar la cantidad de
israelitas era tanto como querer contar las estrellas del cielo y apropiarse de
ellas. No fue el Espíritu quien lo llevó a contar, fue su ego, su deseo de
tener la absoluta certeza de lo que había logrado.
Sin entrar en demasiados detalles, la consecuencia fue
una plaga que acabó con 70 mil hombres. Es decir, nuestro ego generalmente no
paga las consecuencias, la pagan otros.
David comprendió demasiado tarde esto. Su actuar fue
entonces el actuar de un líder que es líder, no rey. Sometió su ego y oró: “Y
David dijo a Yavé: «Yo fui quien ordenó hacer el censo del pueblo. Yo fui quien
pequé; yo cometí el mal; pero estas ovejas ¿qué culpa tienen? Oh Yavé, Dios
mío, caiga tu mano sobre mí, y sobre la familia de mi padre, pero que no haya
plaga en tu pueblo.” 1 Crón 21, 17
David, entonces, recibió la orden de hacer un altar en
la era de Omán. Aclaro que una “era” en agricultura es una porción de tierra
firme y limpia que se destina para trillar los cereales y separar, por ejemplo,
el trigo de las espigas. Así que no era cualquier terreno.
Omán, al enterarse, le dijo a David que tomara el
terreno y le ofreció también bueyes y trillos para la leña. No era necesario
pagar nada. Él lo ofrecía. Y entonces, David, esta vez, hizo lo correcto:
“El rey David replicó a Omán: «No, quiero comprártelo
por su justo precio, pues no tomaré para Yavé lo que es tuyo, ni quiero
ofrecerle sacrificios que no me cuesten.»”
Es fácil colgarnos de los demás y hacer nuestro el
trabajo y el esfuerzo de otros. Se ve mucho en los dueños de empresas, jefes y
en las personas que tienen a otros bajo su mando. Son muchas las personas con
“autoridad” que asumen los logros de su equipo como propia. Y son pocas las
personas con verdadera autoridad que son ejemplo porque están al frente no para
mandar, sino para asumir la responsabilidad del equipo. Asumen que es a ellos a
quienes les corresponde el bienestar de todos y buscan antes que nada el
bienestar de todos.
Siempre será más fácil culpar a los demás de lo que en
el equipo no funciona, pero, el primer responsable siempre será el líder. Un
líder debe comprender que “tiene que pagar el precio justo por el sacrificio de
los demás”. Colgarse de los logros de otros para engrandecernos y exigir logros
sin un esfuerzo propio es pecado. Es uno de los pecados más grandes y más
crueles que existen porque quien lo hace siempre termina sacrificando a los
demás, exigiendo resultados sin esfuerzo, y vanagloriándose de los logros de
otros.
Es triste, porque ese tipo de “jefes” son exaltados y muy
aplaudidos en la sociedad de hoy. Personajes como Donald Trump y Steve Jobs son
perfectos ejemplos. Estas personalidades narcisistas son abusivos, pero tienen,
sin duda, éxito en términos de empresas y negocios. ¿Cuántas miles de personas
han tenido que pagar por sus beneficios? Ese es el censo que debería hacerse.
Por eso, es sumamente importante aprender a conocer a
Satanás y el papel que juega en nuestras vidas. Muchas veces se nos olvida que
Satanás es un ángel -caído, quizá, pero si cayó fue para estar siempre aquí y
cerca-, y como tal, también es un mensajero. Su función es tentarnos. Él no
decide, pero pone las cosas sobre la mesa de manera muy lógica y busca
alimentar nuestro ego, nuestra sensación de autosuficiencia. Esa es su función.
Y como todo lo que Dios hizo, es buena, es bella y es verdadera.
Así que no huyamos de Satanás. Enfrentémoslo con buena
cara.
Esto que les digo seguramente es escandaloso, pero
antes de juzgarme, denme la oportunidad de explicarme.
Jordan Peterson, psicólogo clínico, muy involucrado en
el estudio e investigación de la psicología desde la perspectiva de Carl Jung
(psicoanalista de arquetipos y consciencias colectivas, entre otras
cosas) explica en una de sus infinitas pláticas (pueden buscar su canal en
Youtube) que, una de las cosas impresionantes de las narraciones bíblicas es la
tendencia a considerar que todo lo que Dios hace es bueno. Si hay una plaga, por
ejemplo, no es porque Dios sea malo, debe ser porque algo hicieron
mal los israelitas (es decir, nosotros).
Nos explica que, dado que el concepto de Dios, por
decirlo de algún modo, es el Yo Soy, es decir, el SER, entonces el SER, la
Vida, la Existencia, es buena. Y dentro de ese SER, esa Existencia, incluso
aquello que percibimos como “malo” es bueno, de modo que, si algo está saliendo
mal, es que nosotros necesitamos cambiar algo. Nosotros, no el SER: Nosotros.
Otro de los aspectos impresionantes de toda esta
narrativa bíblica, asegura Peterson, es que, entre Dios -el SER- y nosotros, ya
no existe una interacción entre creatura y creador, sino una “relación” entre
el SER y el soy. Es decir, podemos actuar para cambiar el ser, nuestro ser, el
ser que nos rodea, es decir, la existencia mía, tuya y de todos.
Por lo tanto, necesitamos asumir la bondad del ser y
transformarnos a partir de esa bondad, buscando nuestras verdaderas
motivaciones y la razón última de los hechos y dando una intención de belleza a
nuestros actos. Porque la belleza cuesta, implica esforzarnos al máximo. Es un
sacrificio.
Y el sacrificio tiene que empezar con nosotros.
Visto así, Satanás está ahí para iniciar la toma de
consciencia de esa responsabilidad propia. Satanás, como todo lo que Dios creo,
juega un papel de bondad, verdad y belleza. Nuestra función es escuchar,
detenernos antes de actuar, tomar consciencia de las cosas y sacrificarnos
nosotros en el actuar. No implica actuar como deseamos, sino como corresponde:
como líderes de nuestra existencia e influencia en la existencia de los demás.
Todos somos David: hijos, reyes, elegidos. Pero necesitamos asumir nuestra
responsabilidad de hijos, reyes y elegidos.
Ayer escuché a Kyle Cease, un comediante, autor y
motivador, en una sesión que dio titulada: “Sólo te estas manipulando a ti
mismo”. Estas sesiones de ayuda, según entiendo porque lo acabo de conocer, se
llaman “Evolving out loud” (Evolucionando en voz alta) y en ellas ayuda a
personas a descubrir motivaciones, deseos y habilidades que tienen o necesitan.
En fin, el caso es que la mujer que estaba ayudando le dijo que se indignó, se
molestó muchísimo cuando escuchó a una persona en otro evento de autoayuda mentirle
a la gente y manipularla. Y Kyle la invitó a que en vez de enojarse e
indignarse, diga: “I love it!” (¡me encanta!).
Asumir que eso “malo” que somos capaces de ver en
otros o las circunstancias, es en realidad “bueno”, fue un shock para mí. Pero
empiezo a considerarlo porque… tomar consciencia de lo malo en otros es tomar
consciencia del mal que podemos hacer y de hecho nos hacemos y hacemos a los
demás. Porque al final, como también explica Jordan Peterson en otro de sus
muchos videos, no hay un ser humano capaz de hacer algo que otro ser humano no
pueda llegar a hacer. Hay que conocer lo más negro de nuestra alma humana para
poder reconocer cuándo estamos actuando a partir de esa obscuridad, y cuando
no. La inconsciencia es el camino más corto a la maldad y el más disfrazado de
buena intención y nobleza.
Pero muchas veces no queremos tomar consciencia -lo
cual, nos llevaría a perdonar con mayor caridad- porque para muchos de nosotros
entender por qué alguien actúa mal -incluyéndonos- equivale a darle una
justificación, es decir, condonarlo, aceptar que está bien. Y fue ahí donde
entendí lo que Kyle quería decir con aquello de “¡me encanta!”
No es que me encante el mal hecho, sino el hecho de darme
cuenta de que está mal. Gracias a esa persona nos hemos dado cuenta y tenemos,
ahora, la posibilidad de agradecer la enseñanza y actuar diferente.
Cuando Jesús fue tentado en el desierto, Jesús no respondió
con amenazas, ni le dijo a Satanás: “¡Vete al infierno!” Si lo hubiese hecho,
habría caído en la tentación de sentirse superior ante la enseñanza brindada.
Yo seguramente lo habría hecho así. Lo sé porque suelo enojarme por lo que otros
hacen mal -sobre todo cuando es asunto de abusos o mentiras. Pero eso es lo que
estoy diciendo al enojarme: yo soy superior a ti. ¡Qué tremendo y difícil es no
enojarse ante la estupidez ajena! ¡Y qué estúpido es enojarse también!
Pero Jesús escuchó y simplemente eligió lo correcto. Y
con autoridad, pero sin enojo, dijo: También está escrito: no tentarás al Señor
tu Dios (Mt 4, 7). Es decir, podemos justificarlo todo, pero lo correcto es correcto.
Punto. Y por ello, no podrás condiciones ni crearás salidas a medias. Haz lo
correcto. Punto.
No te voy a decir que comprenderlo basta para
lograrlo. Pero, como decían en la caricatura de GI-Joe que mi hermano veía de pequeño:
“Knowing is half de battle.” (Saberlo es la mitad de la batalla). Así que de
eso se trata y en eso hay que entrenarnos: hacer el bien, muy a pesar de que no
deseamos hacerlo, de que encontramos justificaciones para no hacerlo, de que es
la manera en que opera el mundo, de que no podemos dejar de sentirnos
amenazados, tristes, solitarios, enojados, frustrados, o cualquier otra cosa
que no sea sentirnos felices y realizados.
En muchos sentidos, la búsqueda de la felicidad es un
derecho, sí. Pero también puede ser una trampa. Sobre todo, cuando nuestra felicidad
depende de la desdicha de otros, del trabajo de otros, de la entrega de otros y
de la nula capacidad de sacrificarnos nosotros por ellos también.
Así que, Jesús, mi amado Jesús, ayúdame. Porque yo aún
no logro decirle a Satanás: No tentarás al Señor tu Dios, que es lo mismo que
decir: Dios mío, que sea lo que tú quieres, no lo que yo busco.
Ayúdame a hacer el bien y abre mi camino, nuestros
caminos, hacia el encuentro de otros. Y hacerlo, sin promesas de beneficios de
por medio, consciente de que cualquier logro, es Tú logro, no el mío. Por eso,
no me permitas caer en la oración inmadura del “dame y te prometo que voy a
hacer tal o cual cosa.” En vez de eso, ayúdame a hacer lo que tengo que hacer,
suceda o no lo que deseo.
Y recuérdame siempre decir: “¡Me encanta!” Abrirme a
la experiencia de lo que sea que llegue. Dame la sabiduría de reconocer en cada
hecho la oportunidad que me brindas para amar desde un amor sano, y no un amor
herido, porque eso es el odio: un amor herido, y yo estoy llena de odio Jesús.
Llena. Sana mi corazón herido a través de cada acto de amor que haga, ya sea
que quiera o no hacerlo, y cuando no quiera, oblígame a hacerlo.
Así que Jesús, ayúdame a hacer todo esto desde la verdad,
y no desde el autoengaño. Dame ojos para reconocer a Satanás y escucharlo, pero
no para combatirlo, mandarlo al infierno o pelearme con él. Esas son batallas
que nunca se ganan. Mejor ayúdame a eliminar de mi vocabulario la palabra “intencionar”,
que usamos como verbo sin ser verbo. Yo lo he usado como verbo (incluso en
estas oraciones). Pero la palabra “intencionar” no existe como verbo. La acepción
correcta es “intención”, y es sustantivo. Yo no sabía eso, recién lo aprendí.
Y aún, comprendiendo que no era verbo, pero dado que
lo vi en una página de internet que aun así suele usarse y comprenderse como
tal, lo usé como verbo. Después de todo, me lo justifiqué a mí misma, todos
entendemos el “verbo” intencionar.
Pero no, sólo creemos entender. La realidad es que son
muy pocos los que entienden “El Verbo” y menos aún los que saben reconocer
cuando el verbo, no es Verbo. Una intención
es sólo un buen deseo. El bien se actúa, no se “intenciona”. ¡Que ciegos,
espiritualmente hablando, estamos!
Jesús, Dios, Espíritu, gracias. Te amo.
2 comentarios:
Así es, Amida, de buenas intenciones está empedrado el infierno, dice el refrán. Obras son amores y no buenas razones.
Yo conocía el refrán como: el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Pero visto así, el camino y el infierno mismo.... Jejejejeje.
Me gustó el otro: Obras don amores, no buenas razones.
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