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La oración de hoy no es una reflexión. Es una
alabanza, y la comparto íntegra del Primer Libro de Crónicas capítulo 16,
versículos 8 a 36. 
Mi primer impulso fue elegir uno o dos versículos,
pero al leerlo comprendí que quitar una sola palabra sería mutilar su Belleza y
reducir la Bondad que pretende expresar y la Verdad que busca hacer presente a
través del recuerdo de tiempos pasados y luchas libradas. Después de todo, la
integridad significa permitir la expresión en su totalidad. 
Además, esta alabanza es todo lo que una alabanza
deber ser: un constante repetir “te amo”. Un recordatorio de todo lo Bueno,
Bello y Verdadero que gracias a Dios experimentamos en la comunión de un pueblo
cuyos miembros se saben amados, cuidados, protegidos y valorados por Dios, en
Dios, y para Dios. Es decir, en la unión que sólo el Amor puede brindarnos. 
Amemos pues a Dios hoy a lado de David, el pueblo de
Israel, la Iglesia y todo ser vivo que sepa agradecer el misterio al que Dios
nos permite acercarnos y nos revela con su infinito encanto. Y que Dios nos
permita atender cada palabra como una oración en sí misma. Que al leer sepamos alabar
con sencilla entrega y dulce disposición. Así sea: 
“Celebren al Señor, alaben su Nombre, proclamen sus
maravillas a todo el mundo.
“Entónenle cantos y que todos mediten sus prodigios. 
“Que su santo Nombre sea nuestro orgullo. Que se
llenen de alegría los que buscan al Señor. 
“Piensen en el Señor y en su poder, busquen siempre su
mirada. 
“Recuerden cuántas maravillas ha obrado, sus prodigios
y sus decisiones. 
“Descendientes de Israel, su siervo; hijos de Jacob,
su elegido. 
“El Señor en persona es nuestro Dios, sus sentencias
abarcan toda la tierra. 
“Recuerda eternamente su alianza, la promesa que hizo
a tantas generaciones. 
“El pacto conseguido con Abraham, el juramento que
hizo a Isaac. 
“Para que fuera la ley de Jacob su alianza eterna con
Israel. 
“Cuando le dijo: Te daré la tierra de Canaán como
parte de tu herencia. 
“Cuando aún eran muy pocos y escasos y forasteros en
esa tierra. 
“Iban como peregrinos de pueblo en pueblo y emigraban
de una nación a otra.
“No consintió que nadie los maltratara y por ellos
castigó a los reyes. 
“Diciéndoles: No toquen a mis elegidos, ni hagan daño
a mis profetas. 
“Cante al Señor toda la tierra, de día en día anuncien
su salvación. 
“Proclamen su gloria entre las naciones y digan sus
maravillas entre los pueblos. 
“Grande es el Señor y digno de alabanza, más tremendo
que todos los dioses. 
“No existen esos dioses de las gentes: no son más que
ídolos. 
“Fue el Señor quien hizo los cielos. 
“Majestad y gloria van delante de él, poder y
esplendor llenan su Santuario. 
“Adoren al Señor todas las familias de la tierra.
Reconozcan su poder. 
“Den gloria a su santo Nombre. Ofrézcanle sacrificios,
entren en su Templo. 
“Póstrense ante Él con vestidos sagrados. 
“Que la tierra entera se estremezca ante Él: el mundo
ahora no se conmoverá. 
“Hay júbilo en el cielo y en la tierra; digan entre
las naciones: El Señor reina. 
“Que resuene el mar y cuanto lo llena. Alégrese el
campo y todo lo que en él vive. 
“Y salten de gozo todos los árboles, gócense delante
del Señor que ya viene, viene para juzgar a la tierra. 
“Alaben al Señor porque es bueno. Porque es eterna su
misericordia. 
“Digan: Sálvanos, Señor, Dios nuestro, y júntanos de
entre las naciones, a fin de celebrar tu Nombre santo y tener nuestra gloria en
alabarte. 
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre
hasta siempre: Que todo el pueblo diga: Amen, Aleluya. 
“Todo el pueblo contestó: «Amén» y alabó a Yavé. 
Te amo. 

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